Winston Churchill

Winston Churchill fue probablemente el gran protagonista del siglo XX. Curtido en numerosos conflictos, desde la Guerra de las Bóer a la colonización del Sudán y la India; Primer Lord del Almirantazgo en la Gran Guerra y responsable de la Batalla de Gallípoli; e incluso Primer Ministro en la Segunda Guerra Mundial e impulsor de la victoria en la Batalla de Inglaterra; todo ello sin obviar su segundo mandato en plena Guerra Fría; convirtieron a este hombre en una de las figuras más importantes de la Historia del Imperio Británico.

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Primer Ministro Winston Churchill de Gran Bretaña.

El 30 de Noviembre de 1874 nació Winston Leonard Spencer Churchill en el Palacio de Blenheim, Oxford, por aquel entonces en una época dorada para Gran Bretaña, cuando todavía dominaba los mares y mantenía el Imperio Colonial más grande del Planeta Tierra. Procedente de una familia noble, su padre Randolph Churchill era un deslumbrante político; mientras que su madre Jeanete Jerome, era una mujer estadounidense descendiente de banqueros.

Justo en 1876, cuando la Reina Victoria fue proclamada Emperatriz de la India e Inglaterra estaba en plena Revolución Industrial, Winston crecía feliz al margen de todos aquellos grandes cambios. Con sólo cuatro años, en 1878, conoció a la que sería la persona más admirada por él: su abuelo el Duque de Marlborought, quién le inculcó todos los valores tradicionales anglosajones, el patriotismo británico y un ferviente sentimiento monárquico y religioso. Sin embargo esa vida idílica y familiar desapareció cuando su padre lo internó en el Colegio de Ascot, un centro de los más caros y exigentes de Inglaterra, donde Churchill fracasó como estudiante al obtener unas notas muy bajas y ser castigado severamente por sus profesores.

A medida que se fue haciendo mayor, Churchill tomó el rumbo de una vida incierta. Como noble que era, muy pronto se acostumbró a la buena mesa y de adolescente se aficionó a la bebida, un problema que acarrearía mucho tiempo y le causó muchos contratiempos. A esto sin duda contribuyó el fracaso de su padre como político del Partido Liberal, algo que llevó a su progenitor a caer en la locura y fallecer cuando Churchill acababa de cumplir los 20 años de edad.

Winston Churchill con el uniforme del regimiento de caballería de Húsares antes de embarcarse en las guerras coloniales finales del siglo XIX.

Frustrada la vida de Winston en los estudios y lo personal, en 1896 probó suerte ingresando en la prestigiosa Academia Militar de Sandhurst. A partir de entonces por fin encontró su verdadera vocación porque desde el principio se aplicó intensamente estudiando táctica, topografía, fortificación, leyes y administración, además de destacar magistralmente en actividades deportivas como la gimnasia, la equitación y el polo. Así fue como un año más tarde, en 1897, se graduó como oficial de carrera tras ser el número 8 de una promoción de 150 candidatos, un excelente resultado que le permitió convertirse en subteniente de caballería del 4º Regimiento de Húsares.

A raíz de su espíritu aventurero y britanismo, Winston se presentó voluntario a las guerras coloniales de Occidente en Ultramar. Por eso mismo cuando el diario Daily Graphic le contrató en 1895 como corresponsal militar para el Ejército Británico en la Guerra de la Independencia de Cuba que libraban España y Estados Unidos, Winston no dudó en tomar un barco y viajar al Caribe. Una vez allí, ejerció su profesión a la perfección, llegando incluso a estar a punto de morir después de que una bala disparada por soldados españoles pasara rozando a 30 centímetros de su cara. Curiosamente también sería en Cuba, donde Churchill se habituó a fumar sus clásicos hábanos 178X18 centímetros de la marca Romeo y Julieta, por los que sería a partir de entonces característico en todas sus fotografías.

Concluido su contrato en la Guerra de Independencia de Cuba, Churchill se enroló en las aventuras coloniales de la India luchando al lado del Ejército Británico. Precisamente sobre la «Joya de la Corona», Winston combatió primeramente contra las tribus pastunes a lo largo de dos campañas sobre el Punjab y también escribió su primer libro titulado La Historia de Malakand Field Force. No mucho tiempo después, en 1898, Churchill partió hacia el Sudán en África integrado en el 21º Regimiento de Lanceros, donde tomó parte durante la Guerra Mahdista en la famosa carga de caballería que se produjo en la Batalla de Omdurmán y que acabó con la derrota de los rebeldes derviches.

Cuando estalló la Segunda Guerra Anglo-Bóer de Sudáfrica en 1899, Churchill marchó a combatir del bando unionista a favor del Reino Unido. Una vez en el frente sudafricano, mientras se encontraba viajando en un tren blindado, un comando bóer atacó la vía y mató a muchos de los británicos a bordo. Churchill que milagrosamente consiguió escabullirse de las balas, logró hacerse con el control de la locomotora y cargar a sus espaldas con todos los heridos a los que puso a salvo tras un parapeto. No obstante y a pesar de que en solitario resistió disparando contra el enemigo, los bóer le capturaron y deportaron a un campo de prisioneros en Pretoria. Una vez en cautividad, Churchill escapó de los guardias bóer a las dos semanas de su ingreso en el campo y tras esconderse bajo un montón de toneladas de carbón negro, se las apañó para atravesar 480 kilómetros de Sudáfrica y refugiarse en la neutral colonia de Mozambique, por aquel entonces bajo dominio de Portugal. Acto seguido regresó a Sudáfrica y se unió a las fuerzas británicas, con las que tomó parte en la Batalla de Spion y en la entrada triunfal a las ciudades de Ladysmith y Pretoria. Finalizada la Segunda Guerra Anglo-Bóer con la victoria del Reino Unido, Churchill volvió a Gran Bretaña convertido en un héroe nacional por sus hazañas.

Brillante se auguraba la carrera política de Churchill a la que fue catapultado gracias a la fama adquirida durante la Segunda Guerra Anglo-Bóer y a su heroica huida del campo de prisioneros que se narró en todos los periódicos. Inicialmente comenzó como miembro del Partido Conservador por la ciudad de Oldham, aunque su indecisión y provisionales desencuentros le llevaron a cambiarse dos veces de entidad hasta finalmente acabar con el Partido Liberal de los «Tories»en 1904, con los que accedió al Parlamento de Westminster. Poco a poco fue ascendiendo de rango en su partido a base de un discurso en favor del mercado libre y recaudando dinero para sus campañas, de las que llegó a financiarse desde Estados Unidos tras una cena con el Presidente Theodore Roosevelt que quiso conocerle. Curiosamente y mientras se dedicaba a la política, compaginó su actividad con la literatura que él mismo iba escribiendo y también con la lectura de libros de autores como Platón, Charles Darwin, Arthur Schopenhauer, Thomas Malthus, Thomas Macaulay o Edward Gibbon.

Churchill y su esposa Clementine Hozier.

A nivel personal, Winston Churchill formó una gran familia cuando en 1908 conoció en una fiesta del Palacio Blenheim, concretamente en el Templo Diana, a la que sería su esposa durante toda la vida: Clementine Ogilvy Hozier. Ambos se casaron el 12 de Septiembre de 1808 en la Catedral de Santa Margarita, Westminster, conformando un matrimonio del que nacerían cinco hijos: Diana, Randolph, Sara, Marigold (falleció durante su infancia) y Mary. El único varón de la familia, Randolph Churchill, curiosamente también se convertiría en miembro del Parlamento como lo había sido su padre y anteriormente su abuelo.

Gracias a su carisma y modelo de gestión, Churchill ganó las elecciones municipales por Manchester North West en 1906 y por Dundee en 1908, además de ser elegido redactor para la Constitución de la Provincia del Transvaal en la recién independizada Unión Sudafricana. A raíz de todos estos éxitos finalmente Winston terminaría siendo premiado con la cartera del Ministerio del Interior en 1910. Sin embargo su popularidad como Ministro del Interior cayó por los suelos cuando él mismo ordenó a la Policía Londinense cargar violentamente contra manifestantes anarquistas en la Calle Sidney, a los cuales acorraló en un edificio que se incendió y a cuyos bomberos ordenó no apagarlo para que se rindiesen, algo que terminó sucediendo.

Realmente como Churchill tenía más «raza» de militar que no de político, en 1911 fue ascendido por el Parlamento a Primer Lord del Almirantazgo. A partir de entonces pasó a ser el jefe supremo de la Marina Real Británica (Royal Navy), probablemente la institución más importante del Imperio Británico. Su gestión al frente fue impecable porque remoldeó la Armada con la implantación de un servicio militar marítimo, la sustitución energética del carbón por petróleo en los barcos, la instauración del Servicio Aéreo-Naval (Naval Air Service) que apostó por los aviones y la modernización tecnológica de la flota de superficie, entre otras cosas.

Al comenzar la Primera Guerra Mundial en 1914 entre los Aliados con Gran Bretaña al frente de una coalición con Francia, Rusia, Serbia y los países de la Commonwealth (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Terranova…); contra los Imperios Centrales encarnados por Alemania, Austria-Hungría, Turquía y Bulgaria; Churchill se encontró al mando absoluto de la Royal Navy. Primeramente su misión fue la de iniciar con la flota el bloqueo económico-comercial sobre Alemania desde el Mar del Norte; además de escoltar a la Fuerza Expedicionaria Británica al Frente Occidental de Francia sobre el Canal de la Mancha que desembarcó en el puerto de Amberes cuando los alemanes invadieron Bélgica. También desde ese instante Churchill tuvo que hacerse cargo de la escolta de los buques mercantes a causa de los submarinos alemanes, un arma con que los británicos no habían contado y que les estaba provocando fuertes pérdidas que a punto estuvieron de poner al país al borde de la hambruna.

Queriendo poner fin a la Gran Guerra con un golpe maestro, Churchill ideó un plan para sacar a Turquía del conflicto y acabar con el Frente de Oriente Medio mediante una operación anfibia en el Estrecho de los Dardanelos que unía Europa y Asia a través del Mar Mediterráneo y el Mar Negro. Así fue como el 25 de Abril de 1915 más de medio millón de soldados entre anglo-indios, franceses, australianos y neozelandeses, desembarcaron en la Península de Çanakkale, dando lugar a lo que se conoció como la Batalla de Gallípoli. Sin embargo la misión desde el principio resultó un fiasco para Churchill porque las tropas turcas atrincheradas en los acantilados obligaron a los soldados aliados a mantenerse a cubierto en las playas, lo que convirtió el enfrentamiento en una guerra de desgaste que poco a poco se fue decantando a favor del Imperio Otomano. Ni siquiera la Royal Navy que lideraba el mismo Churchill consiguió atravesar los Dardanelos porque las baterías turcas y las minas bajo el agua hundieron numerosos navíos. Ante aquel baño de sangre que supuso la lucha, los Aliados que a punto estuvieron de ser aniquilados por los turcos, se vieron forzados a retirarse el 9 de Enero de 1916. Aquella colosal derrota que supuso uno de los mayores desastres para los Aliados en la Primera Guerra Mundial, acabó con la injustificable cifra de 252.000 bajas y el hundimiento de incontables navíos entre los que había 7 acorazados; lo que precipitó el desprestigio total de Churchill y su dimisión después de que le apodaran «El Carnicero de Gallípoli».

Durante el resto de la Gran Guerra, Winston permaneció en un segundo plano primeramente asumiendo el mando un batallón de infantería en Francia, donde pudo recibir su bautismo de fuego contra los alemanes; y también en la retaguardia como Ministro de Armamento. De hecho el Primer Ministro Llyod George le otorgó a mitad del conflicto el Ministerio de Guerra desde donde impulsó la producción de tanques como arma de batalla de apoyo a la infantería; e incluso aprobó la intervención militar con 14.000 soldados británicos en la Guerra Civil Rusa cuando la Rusia Bolchevique firmó la paz con Alemania y amenazó con propagar la Revolución Socialista al resto del mundo.

Churchill como Primer Lord del Almirantazgo durante la Primera Guerra Mundial.

Terminada la Gran Guerra con la victoria de los Aliados en 1918, Churchill fue uno de los pocos visionarios que advirtió sobre el riesgo del Tratado de Versalles que castigó excesivamente a Alemania por su derrota, ya que según él los cláusulas pactadas en la Conferencia de Paz de París generarían un revanchismo que finalmente los europeos acabarían pagando. Al mismo tiempo alertó sobre el peligro de la ideología comunista si no se frenaba con antelación, por lo que al estallar Guerra Polaco-Soviética de 1920, no dudó en enviar armamento a Polonia que posteriormente se haría con la victoria. Otras de sus iniciativas fue la de supervisar del Tratado Anglo-Irlandés que cedió la independencia a Irlanda en 1921 y la repartición territorial de los restos del Imperio Otomano tras los Acuerdos de Sykes-Picott por los cuales el Reino Unido obtuvo la colonia de Palestina y la Costa de los Piratas, además de mantener una esfera de influencia en Irak, Arabia Saudí y Yemen. No obstante y a pesar de sus éxitos, la carrera de Churchill sufriría una parón en 1922 tras la caída del Gabinete de Llyod George y por tanto su marcha a la oposición en el Parlamento. Desde entonces perdió su escaño en las elecciones de Dundee y posteriormente en las de Leicester, lo que le llevó a plantearse cambiarse de partido.

Oficialmente en 1924, Winston Churchill abandonó el Partido Liberal para pasarse definitivamente al Partido Conservador que lo fichó por el distrito de Epping. Gracias a este traslado, Churchill ocupó el Ministro de Finanzas, un cargo en el que se ganó numerosas polémicas porque bajo su mandato aumentó la deflación y el paro como consecuencia de la vuelta al patrón oro. Por si fuera poco, su ferviente anticomunismo y también el clima violento a causa del incremento de los movimientos revolucionarios, llevó a Churchill a verse obligado a ejercer la fuerza policial para acabar con los huelguistas, marxistas y anarquistas que constantemente tomaban las calles. De hecho tras la Huelga General de 1926, Winston fundó el periódico Brittish Gazzete como contrapeso conservador de los obreros frente a la poderosa propaganda revolucionaria, mucha financiada desde la Unión Soviética.

Curiosamente durante su etapa como Ministro de Finanzas, Churchill fue uno de los miembros del Partido Conservador en volverse el principal abanderado del anticomunismo. Precisamente fue un admirador de la Italia Fascista de Benito Mussolini, a quién idolatraba afirmando que gracias a él primeramente Italia y por tanto luego Europa se habían salvado de caer bajo la órbita bolchevique. Simultáneamente por aquella época escuchó por primera vez el nombre de Adolf Hitler, aunque por aquel entonces no era más que un simple orador, al que tampoco vio con malos ojos a pesar de que una década más tarde sería su principal enemigo. De hecho tanto temía Churchill a la revolución socialista que simpatizó con la Unión de Fascistas Británicos (British Union of Fascistas) en Gran Bretaña, salvo con su líder Oswald Mosley al que calificaba de «mariposa con brillantina» debido a su sospechoso pasado izquierdista.

Al caer el Gobierno Conservador en 1929 y el Partido Laborista ganar las elecciones, Churchill decidió apartarse de la política. Desde entonces se dedicó desde los medios de comunicación a seguir advirtiendo del peligro comunista, pero también del nuevo peligro nacionalsocialista cuando Adolf Hitler ascendió al poder en Alemania en 1933 y fundó el Tercer Reich bajo el amparo de vengar el Tratado de Versalles que los británicos habían impuesto. Nadie escuchó las alertas de Churchill después de que Alemania se remilitarizase en 1935 y se anexionara países como Austria o Checoslovaquia, siendo especialmente crítico con el nuevo Primer Ministro Neville Chamberlein del Partido Conservador por los Pactos de Munich de 1938 que cedieron los Sudetes a Hitler. Curiosamente en uno de sus viajes que Churchill realizó a Alemania para intentar aplacar la tensión prebélica, tuvo ocasión de participar en una reunión entre políticos británicos y alemanes celebrada en un restaurante, sin saber que en la puerta contigua se encontraba el mismo Hitler atendiendo otros asuntos (siendo esta la ocasión en que ambos estuvieron más cerca físicamente de conocerse en persona).

Preocupado por la delicada situación en Europa a raíz de los constantes pulsos lanzados por Hitler a la comunidad internacional, Churchill insistió en la necesidad de remodelar las fuerzas armadas e incrementar sus efectivos debido a que por aquel entonces el Ejército Alemán (Wehrmacht) y la Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe) ya superaban al Reino Unido en una cifra de 3 a 1. Por desgracia para él, la política de apaciguamiento practicada por su compañero conservador Chamberlein desoyó sus advertencias en el Parlamento, por lo que el Ejército Británico y la nueva Fuerza Aérea Británica (Royal Air Force o RAF) continuaron desarrollándose como si estuvieran en plena época de paz. Fue entonces como ante esta inactividad, Churchill intentó crear un partido monárquico en torno a la figura del Rey Jorge VI que terminó fracasando por falta de apoyos mientras en el exterior Hitler ponía sus ojos en Polonia y además entraba en una coalición antinatural con la Unión Soviética. Sin duda alguna aquel fue el peor escenario imaginado por Churchill porque nacionalsocialismo y comunismo se adhirieron en un mismo pacto para aislar a las democracias occidentales.

Inesperadamente para muchos salvo para Churchill, el 1 de Septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia y propició comienzo a la Segunda Guerra Mundial. Tres días más tarde, el 3 de Septiembre, y justo después de que Chamberlein sufriese grandes presiones en el Gobierno, especialmente por parte del mismo Churchill, Gran Bretaña declaró la guerra al Tercer Reich y se sumergió en la contienda junto con Francia y los países de la Commonwealth.

Al inicio de las hostilidades de la Segunda Guerra Mundial, el Primer Ministro Chamberlein nombró a Churchill por segunda vez en su vida Primer Lord del Almirantazgo tal y como había sido en la Gran Guerra. Recién ocupado su nuevo cargo y nada más aparecer en uno de los puertos de la Royal Navy, en cuanto los marineros le reconocieron gritaron: «¡Winston ha vuelto!». Nuevamente Churchill tomó las riendas de la Marina Real Británica haciendo novedosas renovaciones en la flota de superficie con ingeniosas ideas, tácticas e investigaciones o apostando fuertemente por el radar. A pesar de todo cosechó fuertes pérdidas en mercantes a manos de los submarinos alemanes U-Boat, así como en el ataque al Estuario del Támesis tras resultar hundido el portaaviones HMS Corageous o en la base de Scapa Flow que terminó con la destrucción del acorazado HMS Royal Oak, por el cual tuvo que dar explicaciones públicas. Afortunadamente para él también obtuvo éxitos bélicos como en la Batalla del Río de la Plata que concluyó con el hundimiento del acorazado alemán Graf Spee o triunfos políticos como las presiones al Parlamento que favorecieron enviar al Cuerpo Voluntario Británico para luchar contra los rusos en Finlandia después de que la Unión Soviética atacase el país. Sin embargo pronto se sucedieron grandes fiascos como en la Campaña de Noruega de 1940 porque la Royal Navy sufrió a manos de la Marina de Guerra Alemana (Kriegsmarine) y los aviones de la Luftwaffe una serie de bajas injustificables durante las la 1ª y 2ª Batallas de Narvik, como por ejemplo el hundimiento del portaaviones HMS Glorius.

Pronto el Gabinete del Primer Ministro Neville Chamberlein cayó en el más absoluto desprestigio ante los constantes reveses frente a los alemanes, algo que le forzó irremediablemente a su dimisión. Como sucesor, propuso inicialmente a Lord Edward Halifax, quién deseando evitar responsabilidades rechazó el puesto. Fue entonces cuando pensó en Churchill que sin duda no dudó en aceptar su ofrecimiento. Así pues, el 10 de Mayo de 1940, coincidiendo con la invasión alemana de Francia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo (además de la posterior derrota de 50.000 británicos en Dunkerque y la entrada de Italia en la contienda a favor de Hitler), Winston Churchill fue nombrado Primer Ministro con un discurso que radió de la siguiente manera: «Os prometo sangre, sudor y lágrimas». De hecho su política se centraría en el único objetivo de ganar la guerra sin importar que Gran Bretaña se hubiese quedado sóla en el continente. Así lo aseguró tras la caída de Francia: «Defenderemos nuestra isla, cualquiera que sea el coste, pelearemos en las playas, pelearemos en los sitios de desembarco, pelearemos en los campos y en las calles, pelearemos en las colinas; nunca nos rendiremos.»

El famoso signo de victoria de Churchill tras producirse su investidura como Primer Ministro de Gran Bretaña en plena Segunda Guerra Mundial.

Bajo el nombre de «Operación León Marino», la Luftwaffe inició en el verano de 1940 la neutralización por aire de Gran Bretaña. Durante varios meses el aviones alemanes bombardearon las Islas Británicas atacando aeródromos, hundiendo convoyes en el Canal de la Mancha, devastando industrias y destruyendo al mando de caza en el cielo. Durante aquella etapa Churchill sintió realmente que había perdido la guerra, hasta que milagrosamente en Septiembre de 1940, la Luftwaffe abandonó objetivos militares para centrarse en el bombaedeo de ciudades como Londres, Dover, Plymouth, Southampton, Portsmouth, Birmingham, Belfast, Conventry, etcétera; lo que permitió a la Fuerza Aérea Real Británica recuperarse de sus pérdidas y contraatacar contra los aviones alemanes que pronto fueron derribados en gran número. Gracias a este error los ingleses ganaron el control del cielo y la Luftwaffe abandonó la «Operación León Marino. Tan satisfecho quedó Churchill por haber salvado a su patria en lo que se conoció como la Batalla de Inglaterra que elogió a los pilotos de caza británicos con la siguiente frase: «Jamás en la historia de los conflictos, tantos debieron tanto a tan pocos.»»

Nuevas preocupaciones asaltaron a Churchill desde mediados de 1940 con la extensión de la contienda a África y el Mar Mediterráneo. Precisamente a partir de este punto el líder británico cometió el error de atacar a la Marina Francesa en el puerto de Mers-el-Kebir y Dakar, lo que alineó a la colaboracionista Francia de Vichy al lado del Eje. A esta enemistad con los franceses se sumó la pérdida del territorio de Sidi Barrani en Egipto y la Somalia Británica en el Golfo de Adén a manos de las tropas italianas enviadas por Mussolini. No obstante, la suerte pronto cambiaría de bando cuando Churchill tomó la sabia decisión de depositar su confianza en el general Archibal Wavell, una elección que le permitió derrotar humillantemente a los italianos primero en Cirenaica y a continuación arrebatarles sus colonias de Eritrea, Etiopía y Somalia.

Todo parecía estar saliendo bien para Churchill en África hasta que el Ejército Alemán intervino en ayuda del Ejército Italiano enviando al Afrika Korps del general Erwin Rommel a Libia. Desde entonces comenzaría una pesadilla para Churchill porque las tropas germano-italianas aniquilarían a los británicos en Cirenaica, asediarían la guarnición australiana de Tobruk y volverían a cruzar la frontera con Egipto. A este revés el Primer Ministro tuvo que lidiar con la inesperada Guerra Anglo-Irakí en Oriente Medio después de que Irak se alinease con el Eje, al cual derrotaría tras una intensa campaña de lucha en Mesopotamia; así como con el aplastamiento de rebeliones árabes en Transjordania y la posterior conquista de Siria y Líbano a la Francia de Vichy. Mientras todo eso sucedía, la Fuerza Expedicionaria Británica que desembarcó sobre la Hélade en ayuda de Grecia y Yugoslavia fue derrotada primero en el Peloponeso y luego en la Isla de Creta cuando alemanes, italianos y búlgaros invadieron dichos países. Tales desastres sobre el teatro del Mediterráneo estuvieron acompañados por pérdidas muy grandes en barcos entre los que estuvo el portaaviones HMS Ark Royal, el acorazado HMS Barham y numerosos cruceros; aunque a la contra la Marina Real Italiana (Regia Marina) sufrió grandes bajas contra la Royal Navy durante la Batalla del Cabo Matapán y en el ataque de torpederos sobre Tarento.

Impensablemente cuando el Eje invadió la Unión Soviética el 22 de Junio de 1941, Londres y Moscú se vieron obligados a constituir una alianza contra Alemania en la cual Winston Churchill e Iósif Stalin abandonarían sus diferencias ideológicas para derrotar al enemigo común. De hecho uno de estos pasos de amistad fue la invasión anglo-soviética de Irán en 1941 que acabó en la derrota militar de dicho país y que de ese modo abrió una ruta logística sobre Persia desde donde el Imperio Británico comenzó a suministrar material bélico y avituallamiento a la URSS. Al mismo tiempo desde Estados Unidos, el Presidente Franklin Delano Roosevelt sería clave en el abastecimiento a la URSS y también a las propias Islas Británicas mediante la Ley de Préstamos y Arriendos que pactó pagar a cómodos plazos con Churchill en la Conferencia de Terranova y con quién también formuló la Carta del Atlántico Norte (precedente de la OTAN).

Al producirse el ataque de Japón a Estados Unidos en Pearl Harbor el 7 de Diciembre de 1941, Churchill se encontró primeramente en guerra contra Tokyo y en segundo lugar aliado con Washington tal y como expresó por telegrama a Roosevelt: «Ahora estamos en el mismo barco». Sin embargo la primera mitad de 1942 supuso uno de los instantes más negros para el Imperio Británico porque repentinamente se vino abajo a raíz de las implacables ofensivas japonesas que arrebataron a los ingleses las colonias de Hong Kong, Shangai, Borneo, Islas Gilbert, Islas Salomón, Islas Andamán-Nicobar, Birmania, Malasia y Singapur, donde más de 200.000 soldados británicos causaron baja. Tampoco la Royal Navy que Churchill había modernizado fue rival para la mucho mejor Marina Imperial Japonesa del almirante Isoroku Yamamoto porque sin causar pérdidas a los nipones dos acorazados británicos fueron hundidos en la Batalla del Golfo de Siam, el portaaviones HMS Hermes durante el Raid a Ceilán y varios cruceros en las Batallas del Mar de Java. Por si fuera poco en el teatro del Mediterráneo los italianos hundieron otros dos acorazados en el Raid de Alejandría y el Afrika Korps de Rommel invadió más de la mitad de Egipto aniquilando a 50.000 tropas anglo-sudafricanas en Tobruk tras la Batalla de Gazala. Ante aquella serie de catástrofes bélicas (especialmente la de Singapur que fue la mayor derrota militar de la Historia de Gran Bretaña), la Cámara de los Comunes pidió la dimisión de Churchill. No obstante y a pesar de la delicada situación política del Primer Ministro, Winston ofreció un discurso tan convincente a todos los representantes de la soberanía, que la reunión terminó en un Parlamento de Concentración Nacional con los votos a favor del Partido Conservador, Partido Liberal, Partido Laborista y Partido Socialista que disipó cualquier posible fractura política.

Inspección de Churchill a Egipto y al VIII Ejército Británico en retirada tras ser derrotado por el Afrika Korps de Erwin Rommel. En la imagen aparecen los primeros tanques Sherman enviados por Estados Unidos mediante la Ley de Préstamos y Arriendos. Al fondo se ven las Pirámides.

Reforzada la figura de Churchill como Primer Ministro tras haber asegurado que todas las derrotas anteriores serían pasajeras, sus esfuerzos se centraron en fortalecer la Gran Alianza entre Washington, Londres y Moscú. Por eso mismo viajó en primer lugar a Rusia para fijar una estrategia común con Stalin a través del Ministro de Asuntos Exteriores inglés Anthony Eden y el Ministro de Asuntos Exteriores soviético Vyacheslav Molotov, a quién prometió incrementar los convoyes marítimos por el Ártico y los suministros desde Persia ahora que el Ejército Rojo se encontraba librando la decisiva Batalla de Stalingrado. Posteriormente se trasladó a Estados Unidos para intentar que Roosevelt volcase más su poderío en Europa y no tanto en el Océano Pacífico, algo que el líder norteamericano descartó mientras se estuviese combatiendo en la Batalla de Guadalcanal, aunque al menos aseguró que una parte del Ejército Estadounidense abriría un segundo frente en África del Norte, donde los británicos estaban siendo arrollados por Rommel.

<<<Rommel, Rommel…>>> fue lo que obsesivamente Churchill fue susurrando mientras paseaba por el desierto tras su visita a El Cairo. A sabiendas de que el Afrika Korps estaba a punto de conquistar Egipto y cerrar el estratégico Canal de Suez, el Primer Ministro estuvo al borde de caer en la locura al pensar en las terribles consecuencias que tal cosa supondría. Por suerte tuvo la iniciativa de seleccionar a un desconocido general llamado Bernard Montgomery para el mando del VIII Octavo Ejército Británico, quién contra todo pronóstico organizó una magistral defensa de Egipto que primero frenó el avance del Afrika Korps sobre el Desierto del Sáhara en la Batalla de Alam Halfa y a continuación lo expulsó del país en la Batalla de El-Alamein. «Antes de El-Alamein todo derrotas, después de El-Alamein, todo victorias» aseguró Churchill cuando su VIII Ejército persiguió a los ítalo-germanos en Libia y posteriormente los acorraló en Túnez; al mismo tiempo que las tropas estadounidenses prometidas por Roosevelt desembarcaban en Argelia y Marruecos en lo que se conoció como «Operación Torch» y aplastaban a los soldados de Vichy que acabaron por pasarse a la Francia Libre del general Charles De Gaulle. Gracias a esa estrategia global ideada por Churchill, las tropas del Eje fueron aniquiladas en Túnez y los Aliados pudieron proyectar posteriormente la «Operación Husky» que concluyó con la invasión de Sicilia y la caída del fascismo con la consiguiente rendición de Italia.

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Conferencia de Teherán en 1943, Persia. De izquierda a derecha: Iósif Stalin (Unión Soviética), Franklin Delano Roosevelt (Estados Unidos) y Winston Churchuill (Gran Bretaña).

 

Durante 1943 la situación bélica del Ejército Británico mejoró cuando se produjo la invasión de Italia en Calabria y Tarento, aunque rápidamente las tropas de Churchill fueron paralizadas en la Batalla de Montecassino, lo que supuso el estancamiento de los Aliados en el Mediterráneo y a la contra la progresión del Ejército Rojo en el Frente Oriental. Ante este escenario de tablas, Churchill centró más su atención en la política exterior y por eso mismo participó en una serie de reuniones con los altos mandatarios que repercutirían sobre la comunidad internacional. Por ejemplo en la Conferencia de Casablanca, Churchill junto con Roosevelt y De Gaulle, reconocieron oficialmente a la Francia Libre frente a la Francia de Vichy y anunciaron que de Alemania únicamente aceptarían una rendición incondicional. A esta reunión le siguió la Conferencia de El Cairo entre Churchill y el Generalísmo Chiang Kai-Shek en representación de China para fijar la estrategia común contra Japón en el Lejano Oriente y la devolución tras la guerra de todos los territorios arrebatados por los japoneses a los chinos desde el siglo XIX. Por último estuvo la Conferencia de Teherán que presidieron Churchill, Roosevelt y Stalin, en donde los «tres grandes» debatieron sobre el reparto geográfico de Europa en zonas de influencia y en la promesa al líder ruso de que los Aliados abrirían un nuevo frente en Francia.

«Realmente lo que más temía eran los submarinos» fueron las palabras de Churchill refiriéndose al colapso económico que estaban causando los U-Boats del almirante Karl Doentiz en el Océano Atlántico. Pero por suerte para el Primer Ministro, esto también cambió aquel 1943 gracias a la inversión en mejoras tecnológicas que facilitaron detectar y hundir a los sumergibles, así como las cada vez mayores medidas de protección de convoyes que permitieron respirar más tranquilamente a Gran Bretaña y por tanto a Churchill. Sin embargo el haber salvado a las Islas Británicas se consiguió mediante la asfixia de algunas colonias de ultramar como la India. Precisamente en la «Joya de la Corona» Churchill fue el artífice de una sangrienta represión que acabó con el encarcelamiento del nacionalista Mahatma Gandhi y el responsable accidental pero consciente de la conocida como Hambruna de Bengala que dejó 3 millones de muertos. «Las peores personas del mundo después de los alemanes son los indios» se refirió el Primer Ministro cuando ordenó requisas abusivas sobre la India con la finalidad de contribuir al esfuerzo de guerra. No obstante, otro de los puntos oscuros de Churchill durante esta etapa fue la orden directa a través del mariscal del aire Sir Arthur Harris para bombardear de noche las ciudades de Alemania y otras tantas de Europa que a lo largo del conflicto causarían la muerte de cientos de civiles europeos sin conseguir generar daños militares significativos en el enemigo.

Mariscal británico Bernard Montgomery (primero por la izquierda) junto a Winston Churchill (tercero por la izquierda) sobre la Línea Sigfrido de Alemania en 1945.

Mariscal británico Bernard Montgomery (primero por la izquierda) junto a Winston Churchill (tercero por la izquierda) y al general norteamericano William Simpson (derecha) sobre la Línea Sigfrido de Alemania en 1945.

Cuando los Aliados protagonizaron el Desembarco de Normandía el 6 de Junio de 1944, Churchill se postuló como uno de los claros vencedores de la contienda. Aquel año no dudó en viajar a la primera línea de frente para comprobar los progresos del VIII Ejército Británico sobre la Línea Gótica de Italia mientras los proyectiles estallaban a su alrededor; y en tomar parte en los «Eventos de Diciembre» de Atenas después de que tras la retirada alemana de Grecia, estallase una guerra civil entre los comunistas griegos y los monárquicos por el control de la capital helena, donde el Primer Ministro dirigió personalmente las operaciones desde un avión que finalmente facilitaron la victoria del Rey Georgios II. Precisamente si Grecia se salvó de caer en la órbita comunista fue gracias a la Conferencia de Yalta que cedió la influencia del país en favor de Gran Bretaña, aunque Churchill perdió el pulso por ejercer más control sobre Europa Oriental, siendo especialmente dolorosa la cuestión de Polonia (el mismo país por el que Reino Unido había entrado en la contienda) porque los soviéticos se negaron a reconocer su independencia para instaurar un gobierno de carácter bolchevique. De hecho Churchill (que previamente había dibujado el futuro mapa de Europa en un servilleta) fracasó en todos los intentos de convencer a Roosevelt para frenar las ambiciones imperialistas de Stalin, porque con el beneplácito equivocado de Washington y debido a que el Imperio Británico fue quedando cada vez más en un segundo plano como consecuencia de sus fracasos bélicos y pérdidas coloniales a lo largo del conflicto, Moscú tuvo vía libre para absorber Rumanía, Hungría, Bulgaria, Albania, Yugoslavia y Checoslovaquia.

Tal y como antes de la Segunda Guerra Mundial, Churchill había advertido sobre el peligro que suponía Hitler y nadie le había escuchado; a punto de terminar el conflicto alertó sobre Stalin, pero también en esta ocasión todos le desoyeron. Así pues cuando Hitler se suicidó en Berlín y el Tercer Reich capituló el 8 de Mayo de 1945, Churchill salió al balcón del Parlamento para hacer su más famoso gesto con los dedos de «V» de «victoria», a sabiendas de que inmediatamente tenía que ponerse a trabajar para frenar la amenaza comunista. Primeramente participó en la creación de Naciones Unidas celebrada en San Francisco y luego tomó parte en la Conferencia de Postdam junto al nuevo Presidente norteamericano Harry Truman para intentar reducir el papel de los soviéticos. Desgraciadamente para él, aquellos acontecimientos coincidieron con la jornada electoral del Reino Unido, a las que se presentó como candidato organizando una campaña de imagen muy equivocada que se centró más en su victoria militar sobre Alemania que no en las cuestiones sociales que interesaban a la ciudadanía. Así pues, contra todo pronóstico, el 26 de Julio de 1945, Winston Churchill perdió las elecciones y Clement Atlee del Partido Laborista se convirtió en el nuevo Primer Ministro. Una vez retirado a la oposición tras la derrota en las urnas, Churchill contempló como la nueva administración continuó con su política de apaciguamiento hacia Stalin y como las bombas atómicas cayeron sobre Hiroshima y Nagasaki, forzando la rendición de Japón y por tanto el final de la Segunda Guerra Mundial el 2 de Septiembre de 1945 con Gran Bretaña entre los vencedores.

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Winston Churchill el Día VE saliendo al balcón para anunciar el triunfo sobre Alemania a las masas.

Finalizada la Segunda Guerra Mundial e iniciada la inmediata postguerra, Churchill se apartó de la política en primera línea para dedicarse a sus aficiones personales como la escritura o la pintura. Únicamente participó en algunos eventos como por ejemplo la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) en 1949 y la acuñación de la definición de «Telón de Acero» para referirse a la división política de Europa en los bloques capitalista y socialista.

Inesperadamente el segundo mandato de Winston Churchill como Primer Ministro se inició el 26 de Octubre de 1951 tras ganar las elecciones generales al Reino Unido por el Partido Conservador. Básicamente su política se centró en el ámbito exterior para evitar que Gran Bretaña se desmembrase como Imperio y en evitar la expansión del comunismo soviético como consecuencia de la Guerra Fría. Por ejemplo consiguió aplastar a la Rebelión Mau Mau de Kenya y evitar la separación de Malasia y Singapur en una serie de choques armados conocidos como la «Emergencia Malaya». También Churchill reforzó lazos con los Estados Unidos del Presidente Dwith Eisenhower aumentando su participación en la Guerra de Corea y mantuvo bajo su control la Compañía Petrolífera Anglo-Persa mediante un golpe de Estado en Irán. Sin embargo su avanzada edad de 77 años y su cada vez mayor debilidad física, forzaron a Churchill a dimitir como Primer Ministro el 7 de Abril de 1955, retirándose de la política para siempre.

Sorprendentemente si la vida política y militar de Churchill fue emocionante, igualmente lo fue su vida intelectual. Por sus libros ganó el Premio Nobel de Literatura en 1953 mediante una obra de seis volúmenes titulada La Segunda Guerra Mundial y otra similar de cuatro volúmenes que bautizó con el nombre de Historia de los pueblos de habla inglesa; todo ello sin contar con seis volúmenes más de sus propias memorias autobiográficas. También tuvo el honor de ser premiado en 1959 con el título de «Padre de la Casa» por ser el parlamentario con más años de servicio y en 1963 con la nacionalidad estadounidense.

Funeral de Winston Churchill frente a Traffalgar Square. La nación entera lloró su muerte.

Irremediablemente el 24 de Enero de 1965, Winston Churchill, falleció de trombosis cerebral a la edad de 90 años. Tal y como era de esperar su despedida fue multitudinaria porque su féretro descansó en la Abadía de Westminster (privilegio poco común entre los británicos) a donde miles de ciudadanos acudieron para llorar, llegando a hacer una cola de varias horas bajo un intenso temporal de frío y nieve. Al poco tiempo se movió el cuerpo hasta la Catedral de Saint Paul para celebrarse una misa funeral acompañada por salvas de artillería que se efectuaron en todos los rincones del Imperio Británico. Finalmente su féretro navegó en barco Río Támesis hacia bajo hasta ser enterrado definitivamente en Oxfordshire dentro del Cementerio Rural de Blandon.

Winston Churchill fue sin duda el personaje por excelencia de Gran Bretaña en el siglo XX. Primeramente de joven contribuyó a expandir el Imperio Británico que la Reina Victoria había creado y de adulto no solamente salvó a su patria en las horas más amargas de su existencia, sino que también llevó a su pueblo hacia la victoria. Ante un historial de esta magnitud, Sir Winston Spencer Churchill se ganó merecidamente el título de ser uno de los británicos más destacables de la Historia del Reino Unido.

 

Bibliografía:

-Winston Churchill, La II Guerra Mundial Volumen 1. El camino hacia el desastre, Planeta Deagostini (1959) p.27-512
-Winston Churchill, La II Guerra Mundial Volumen 2. El triunfo y la tragedia, Planeta Deagostini (1959) p.11-570
-Lluís Foix, Winston Churchill, genio político del siglo XX, Revista Historia y Vida Nº433 (2004), p.68-78
-Sergi Vich Sáez, Churchill y Gallípoli, la campaña militar que pudo costarle su carrera, Revista Historia y Vida Nº433 (2007), p.86-93
-Frans Van der Keneel, Winston Churchill prisionero, la Historia de Europa pudo cambiar en Sudáfrica, Revista Serga Nº58 (2009), p.22-23
-Abraham Alonso y Luis Otero, Winston Churchill, Muy Especial Nº68 (2005), p.28
-Juan Antonio Guerrero, Winston Churchill, el luchador incansable, Revista Muy Historia Nº45 (2013), p.50-55