Las altas y míticas cumbres del Tíbet fueron uno de los máximos puntos de interés de las SS y de nada menos que el Reichsführer Heinrich Himmler en los años previos a la Segunda Guerra Mundial. La razón fue que la mitología nacionalsocialista pensaba en que el Himalaya podía dar con los orígenes del hombre ario con el que poder sostener las teorías raciales del Tercer Reich, algo que llevó a los alemanes a organizar dos grandes expediciones lideradas por Ernst Schäfer y Heinrich Harrer.
1ª Expedición
El Partido Nacionalsocialista de los Trabajadores Alemanes (NSDAP) había bebido de muchas fuentes ideológicas, de las que además habían surgido muchas corrientes dentro del propio movimiento, siendo una de las más aceptadas aquella que defendía la construcción de una élite racial y cultural germánica, cuyo pensamiento pagano y esotérico basado en el amor a la Naturaleza debía dar lugar a una especie de «Hombre Nuevo». El Instituto de la Herencia Ancestral o «Ahnenerbe» que dependía de las SS, no dudó en inspirarse en la filosofía del Asia Oriental para dar cabida a este tipo de tesis y más en concreto a las antiguas civilizaciones del Himalaya, algo que condujo al Reichsführer Heinrich Himmler a interesarse por el tema y organizar una serie de expediciones al Tíbet destinadas exclusivamente a encontrar el origen del pueblo ario.
La primera expedición al Tíbet estuvo al mando del zoólogo Ernst Schäfer, quién tenía el grado de teniente de las SS y había estudiado en la Universidad de Gotinga, así como por un equipo compuesto por el arqueólogo Bruno Beger, el geógrafo Karl Wienert, el botánico Ernst Krause y el etmólogo Edmund Geer. Los cinco miembros partieron del puerto de Génova en Italia el 21 de Abril de 1938, atravesando a bordo del acorazado alemán Gneisenau el Canal de Suez y el Golfo de Adén hasta la capital de Colombo en Ceilán, donde subieron a otra embarcación que los llevó hasta Madras en la India. A pesar de que las autoridades británicas les pusieron infinidad de problemas al pensar que eran agentes de la Gestapo que venían a impulsar el nacionalismo indio en la frontera septentrional contra el Raj, al final lograron convencerles de viajar en tren unos 600 kilómetros hasta Calcuta y desde ahí continuar hasta el otro lado del Río Teesta. Después de una larga aventura el 21 de Junio accedieron al Himalaya por el Pasillo de Sikkim y posteriormente ascendieron por angostos caminos hasta los 4.265 metros de altitud, entrando en el Tíbet por el paso de Paso de Nathu.
Al poco de asentarse en la comarca de Sikkim dentro del Tíbet y contratar a unos guías nativos en el Valle del Río Chumbi, los expedicionarios fueron conducidos a la capital de Lasha el 19 de Enero de 1939, donde recientemente acababa de fallecer el Dalai Lama Trinle Gyatso. Afortunadamente como el Regente Jamphel Yeshe Gyaltsen se sintió muy interesado con aquellos extranjeros, les invitó a hospedarse en la ciudad y concederles todo tipo de facilidades, en parte porque los inquilinos trajeron consigo medicinas y conocimientos terapéuticos con los que curaron docenas de enfermos, especialmente realizando operaciones de cataratas en los ojos, además de subsanar problemas en la dentadura de muchos tibetanos gracias a prácticas odontológicas.
Mientras el equipo del teniente Ernst Schäfer estuvo en el Tíbet realizó una magnífico trabajo científico tomando muestras y analizando la cultura tibetana a nivel antropológico, además de realizar visitas a Gyantse, las ruinas de Jalung Phodrang o la antigua Shigatse de los «Panchen Lama». Como cabía esperar los expedicionarios trataron de buscar el origen del pueblo ario en aquella civilización, estudiando las cruces gamadas de los templos que se mostraban en sentido levógiro, o en todo caso realizando mediciones faciales antropométricas en los cráneos y fisionomías de la población autóctona. También aprovecharon la estancia para recopilar la máxima información posible sobre la flora, las aves y la fauna, e incluso a descubrir que la famosa leyenda del Yeti en realidad se trataba de una subespecie de oso pardo local conocido como «ursus arctos pruinosus».
A raíz de la crisis en Checoslovaquia y la amenaza de guerra por la cuestión de Polonia, el equipo del teniente Ernst Schäfer abandonó el Tíbet y regresó a la India para asentarse en Calcuta, donde tras sortear a las autoridades inglesas que continuaban pensando que eran agentes de la Gestapo, consiguieron subir a un avión civil que los llevó hasta Irak. Una vez en Mesopotamia un aparato de la Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe) los recogió con todo el material y los condujo hasta Alemania, aterrizando en Munich el 4 de Agosto de 1939 para ser recibidos por nada menos que el mismo Reichsführer Heinrich Himmler.
El resultado de la primera expedición al Tíbet fue un éxito porque los hombres de Ernst Schäfer realizaron 42.000 fotografías, filmaron 18.000 metros de película en 16 milímetros, fabricaron 400 moldes antropométricos en yeso de distintas personas tibetanas (cara, manos y pies), recogieron 2.000 objetos etnográficos y recopilaron infinidad de muestras animales, vegetales, helechos, hongos, semillas, etcétera. Una vez separado y analizado todo el material, el director Hans Albert Lettow estrenó en 1943 una película documental titulada El Enigma del Tíbet (Geheimnis Tibet), en cuya obra se mostraba la vida cotidiana de ese país, las danzas populares, ceremonias rituales, el tiro con arco, los pueblos en los bancales de la cordillera, los templos enclavados en las montañas o los lugares prohibidos de la capital de Lasha.
2ª Expedición
La segunda expedición promovida por el Instituto de la Herencia Ancestral o «Ahnenerbe» estuvo dirigida por Heinrich Harrer, un alpinista austríaco que se había hecho famoso por destacar entre la élite deportiva de las SS y por escalar la cumbre del Monte Eiger en Suiza, una hazaña por la cual había sido felicitado por el mismo Adolf Hitler. A diferencia de la primera expedición, en esta participaría un equipo más numeroso de veintiséis personas, entre las que se encontraban seis alpinistas y veinte voluntarios de las Allgemeine-SS, cuya función era encontrar los antepasados arios en el Tíbet y de paso rastrear la existencia de un supuesto objeto de poder ilimitado perteneciente a la Thule Hiperbórea.
Oficialmente la segunda expedición de las SS al Tíbet comenzó en Agosto de 1939, muy poco tiempo después de haber concluido la primera organizada por el teniente Ernst Schäfer, cuando los hombres de Heinrich Harrer que aguardaban en Karachi obtuvieron permiso para entrar en el Tíbet y llevar a cabo una serie de investigaciones en los alrededores de Nanga Parbat. Según las filmaciones y documentos, los expertos estudiaron los orígenes de la raza nórdica mediante la revisión de cráneos tibetanos, runas de origen histórico en ruinas abandonadas u otro tipo de manifestaciones antiguas. De hecho los investigadores recogieron decenas de objetos antropológicos y tecnológicos que enviaron a Berlín, siendo el principal descubrimiento un documento llamado Tantra de Kalachakra que se refería a la existencia de un pueblo guerrero de rama budista muy similar a las viejas culturas germánicas.
Al iniciarse la Segunda Guerra Mundial el 1 de Septiembre de 1939, la segunda expedición al Tíbet quedó completamente frustrada porque las tropas anglo-indias arrestaron a todos los investigadores en la frontera, incluyendo al propio Heinrich Harrer que encarcelaron en un campo de concentración de la India. No obstante en el año 1942, Harrer consiguió fugarse del recinto y escapar hacia el Tíbet, en donde fue admitido como refugiado y nombrado consejero del mismo Dalai Lama, por ese entonces un niño llamado Tenzyn Gyatso. A partir de entonces comenzó una nueva aventura de siete años en el «Techo del Mundo» hasta que en 1950 las tropas de la República Popular de China invadieron el país por orden de Mao Tse-Tung, por lo que tanto el Dalai Lama como Harrer tuvieron que abandonar Lasha, el primero hacia el exilio y el segundo de vuelta a Austria.
Curiosamente Heinrich Harrer y el Dalai Lama Tenzyn Gyatso mantuvieron una gran amistad a lo largo de toda su vida, hasta el punto de que en 1997 se filmó una película con excesivas licencias titulada Siete Años en el Tíbet, en cuyo largometraje el alpinista de las SS fue interpretado por el actor Brad Pitt. Sin embargo como figura histórica la expedición de Harrer no tuvo ningún impacto académico, todo lo opuesto a la primera organizada por el teniente Ernst Schäfer que sí aportó grandes conocimientos a nivel de fauna, flora, arqueología, historia y antropología a la ciencia, además de conseguir despertar el interés del mundo por un lugar tan fascinante como el Tíbet.
Bibliografía:
-Julián López, Así transcurrieron los verdaderos siete años en el Tíbet, Más Allá Monográfico (2001), p.60-61
-Fernando del Castillo Durán, La Desaparición de Hitler, Mitos, Falacias y Fraudes, «Expedición al Tíbet», Sekotia (2024),p.95-101
-David Rodríguez Luján, Expedición de las SS al Tíbet, WW2GP Magazine Nº8 (2015), p.12-13