Primera Guerra Mundial

La mañana del 28 de Junio de 1914, un terrorista serbo-bosnio llamado Gavrilio Princip que pertenecía al grupo clandestino de «la Mano Negra», cuyos miembros trabajaban para el Ejército Serbio, protagonizó el denominado Atentado de Sarajevo cuando en plena capital de Bosnia-Herzegovina asesinó a tiros de su pistola al Archiduque Francisco Fernando y su esposa embarazada Sofia Chotek, ambos herederos al trono del Imperio Austro-Húngaro. Aquellas víctimas de la familia real de la Casa Habsburgo se convertirían sin saberlo en las primeros fallecidos de los muchos millones de víctimas mortales que hasta 1918 dejaría un conflicto que pasaría a la Historia por el término de Gran Guerra.

Asesinato del Archiduque Francisco Fernando y la Archiduquesa Sofia Chotek de Austria-Hungría durante el Atentado de Sarajevo el 28 de Junio de 1914.

Año 1914

Austria-Hungría cargó todas las culpas de lo sucedido en el Atentado de Sarajevo a Serbia, pues los pistoleros de la «Mano Negra» trabajaban para el Gobierno de Belgrado, por lo que Emperador Francisco José exigió a las autoridades del país vecino una disculpa oficial y una serie de compensaciones. Aunque en un principio los serbios cumplieron todo lo solicitado por el Imperio Habsburgo, se negaron en rotundo a extraditar a los responsables del magnicidio por ser contrario a la Constitución, algo que obviamente los austro-húngaros no iban a aceptar, motivo por el cual la Corte de Viena envió un ultimátum a Serbia el 26 de Julio de 1914 para que se procediera a la inmediata entrega de los culpables del asesinato, o de lo contrario el Imperio Austro-Húngaro lo consideraría un «causus belli».

Movilizaciones y despedidas del Ejército Austro-Húngaro en Praga.

El 28 de Julio de 1914, expirado el plazo concedido al Rey Pedro I, las piezas de artillería del Ejército Austro-Húngaro bombardearon la capital de Belgrado desde el otro lado del Río Drina como preludio a la declaración de guerra del Imperio Austro-Húngaro a Serbia. Acto seguido se activó la red de coaliciones a través de toda Europa, pues como Serbia tenía un tratado de defensa mutua con Rusia, en seguida el Zar Nicolás II movilizó al Ejército Ruso para enviar a las primeras tropas junto a la frontera de Austria-Hungría con Galitzia. Al mismo tiempo como Alemania sostenía un pacto con la Corte de Viena en la denominada Triple Alianza a la que también pertenecía Italia (que optaría por la neutralidad), el Káiser Guillermo II decretó la movilización del Ejército Alemán contra el Imperio Ruso y también contra Europa Occidental, ya que éste último era socio de Francia y Gran Bretaña en el bloque de la Triple Entente, también conocido como el bando de los Aliados.

Tropas del Ejército Serbio desplegadas junto al Río Danubio junto a Belgrado en 1914.

Alemania y Austria-Hungría entraron en guerra con Rusia el 1 de Agosto de 1914 mientras la Marina Real Británica sacaba sus buques al Mar del Norte y el Ejército Francés se movilizaba junto a la demarcación de Alsacia y Lorena por orden del Presidente Raymond Poincaré. Al cabo de dos días, el 3, Alemania declaró hostilidades a Francia y el Ejército Alemán cruzó la frontera con Bélgica alegando un «permiso de paso» para atacar el territorio galo desde el norte con la pretensión de alcanzar con mayor facilidad la capital de París. Sin embargo como el Rey Alberto I se negó en rotundo a obedecer al Káiser Guillermo II, en seguida el Gobierno de Bruselas activó la Alianza Anglo-Belga, por lo que a las veinticuatro horas, el 4 de Agosto, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda declaró la guerra al Segundo Reich junto a los demás países sometidos a la Corona Británica del Rey Jorge V entre los que estuvieron Canadá, Australia, Nueza Zelanda, Sudáfrica y Terranova.

El Ejército Alemán cruzando la frontera con Bélgica.

La invasión de Bélgica empezó con una la ocupación y anexión previa del Ducado de Luxemburgo y la puesta en marcha del denominado «Plan Schlieffen» que preveía atravesar el territorio neutral de los belgas para caer desde el norte hacia París. No obstante y contra todo lo previsto por el Estado Mayor Alemán, las tropas del Ejército Belga plantaron una fiera resistencia después de cruzar los germanos la demarcación por Gemmerich y superar el cauce del Río Mosa, ya que las guarniciones de la grandes ciudades se defendieron hasta ser reducidas a cenizas, a veces con artillería pesada de raíl, tal y como ocurrió en las denominadas «plazas fuertes» de Lieja y Namur. Neutralizados estos objetivos y ocupada la capital de Bruselas, las fuerzas supervivientes se replegaron a Amberes, último bastión del territorio nacional al que bautizaron como «Reducto Nacional Belga».

Obús del Ejército Alemán durante el asedio a Lieja.

La Batalla de las Fronteras comenzó inmediatamente después a la conquista de Bélgica, aunque previamente las tropas alemanas en el Sarre rechazaron una ofensiva del Ejército Francés sobre Alsacia y Lorena en el conocido como «Plan XVI», castigando duramente a los galos en la Batalla de Mulhause. Simultáneamente el Ejército Alemán que acababa de dejar atrás el Bosque de las Ardenas, atacó la demarcación franco-belga junto al Río Sambre, aplastando al Ejército Francés en las Batallas de Charleroi y Rossignol, así como al Cuerpo Expedicionario Británico en la Batalla de Le Mons, por lo que acto seguido los germanos procedieron a la invasión de Francia, arrollando a las fuerzas de la Entente en diversos choques como Etain, Le Catau o San Quintín hasta amenazar París y abarcar un extenso frente desde Amiens hasta Verdún.

Carga del Ejército Francés durante la Batalla de las Fronteras.

París fue declarada «Ciudad Abierta» justo después de sufrir los bombardeos de la artillería ferroviaria de largo alcance y los zepelines, hasta que inesperadamente el I Ejército Alemán del general Alexander Von Kluck que era el encargado de tomar la capital, desobedeció a sus superiores y torció hacia el Río Ourcq para tratar de acabar los restos del Ejército Francés. A causa de esta maniobra que retrasó el avance sobre la ciudad, el general Joseph Joffre del Estado Mayor Francés llamó a la defensa y movilizó a todas sus reservas, incluyendo a los taxis urbanos que condujeron tropas hasta la primera línea del frente en el Río Marne, motivo por el cual fueron apodados los «Taxis del Marne». Gracias a este descuido por parte de los invasores, las tropas franco-británicas al mando del general Joseph Gallieni pudieron reorganizarse y preparar la siguiente batalla desde una posición mucho más favorable en lo que sería recordado como el «Milagro del Marne»..

Tropas del Ejército Alemán durante la Batalla del Marne.

El «Milagro del Marne», también conocido como la Primera Batalla del Marne, consistió en un contraataque contra el ala derecha del I Ejército Alemán sobre el Río Ourcq que protagonizaron las tropas territoriales de la guarnición de París, a las que muy pronto se unió el grueso del Ejército Francés encabezado por el general Joseph Joffre y el Cuerpo Expedicionario Británico del general Sir John French. El choque a campo abierto y a merced de la artillería entre todas las agrupaciones que iban afluyendo sobre un frente de 250 kilómetros desde el Río Ourq, los Ríos Grand y Petit Morin, las Marismas de Saint-Gond y el eje de Vitry-le-François hasta Verdún, fue el enfrentamiento más sangriento de toda la contienda en ratio de bajas/días, pues a veces se superaron las 50.000 diarias. Gracias a esta maniobra por parte de la Entente, los germanos fueron obligados a renunciar a París y a emprender la retirada 80 kilómetros más al norte en el Río Aisne, salvándose Francia de la que iba a ser su debacle definitiva en la Gran Guerra.

Tropas coloniales de África del Ejército Francés durante la Primera Batalla del Marne.

Galitiza en Ucrania Occidental era una provincia de los Cárpatos sometida a la Corona de Hungría que marcó la apertura del Frente Oriental cuando el Ejército Zarista desencadenó su gran ofensiva contra el Ejército Austro-Húngaro, logrando éste último frenar la acometida de los rusos en la Batalla de Krásnik, pero siendo posteriormente superado por las mucho mayores en número fuerzas eslavas en diversos choques como las Batallas de Komarów, Gnila Lipa y Rawa. El revés de las divisiones austro-húngaras fue de tanta gravedad que el Imperio Habsburgo tuvo que ceder la mitad grandes espacios del este galitiziano y prácticamente toda la Bukovina, además de la histórica capital de Lemberg que cayó en manos del Imperio Ruso.

Trinchera del Ejército Austro-Húngaro en Galitzia.

Al norte del Frente Ruso también el Ejército Zarista desarrolló una ofensiva contra Prusia Oriental a sabiendas de que el Segundo Reich disponía de escasas divisiones en la zona debido a que la mayoría se hallaban combatiendo en Francia. Así fue como las tropas rusas se adentraron en territorio prusiano y conquistaron algunas plazas de importancia como Gumbinnen, por lo menos hasta que los alemanes reaccionaron enviado a unidades de refuerzo a través de su eficaz línea ferroviaria, pudiendo concentrar una importante agrupación liderada por el mariscal Paul Von Hindenburg que tendió a los rusos una trampa sobre un área boscosa y pantanosa para luego caer por los flancos y aniquilar en una brillante maniobra a los I y II Ejércitos Rusos durante la Batalla de Tannenberg, lo que supuso la primera gran catástrofe militar encajada por el Zar Nicolás II.

Soldados del Ejército Ruso en la Batalla de Tannenberg sobre un bosque de Prusia Oriental.

Serbia fue invadida por el Imperio Austro-Húngaro cuando las tropas al servicio de la Casa Habsburgo se expandieron más allá del Río Drina para abrir el Frente de los Balcanes, al que de forma inmediata se sumó el Reino de Montenegro tras adherirse a la causa de la Entente. Aunque la superioridad de los agresores era favorable al Ejército Austro-Húngaro, los soldados del Ejército Serbio conocían tan bien el terreno y gozaban de un entorno natural cargado de montañas y valles serpenteantes que sin mayores dificultades emboscaron y rechazaron a la primera oleada invasora en las alturas del Monte Cer; como también sucedió más tarde en la Batalla de Kolubara que concluyó en una humillante derrota de los austro-húngaros, lo que permitió en algunos casos a las fuerzas serbias y montenegrinas amenazar su despliegue en el Río Sava y cruzar la frontera de Hungría por varios puntos sobre la región de Syrmia, arrebatando incluso a los magiares la ciudad de Zemun.

Tropas del Ejército Serbio defendiéndose de la agresión de Austria-Hungría.

A nivel marítimo la Primera Guerra Mundial se extendió a los cinco continentes porque en cuanto la Marina Real Británica decretó el bloqueo comercial a los puertos de Alemania, los corsarios y submarinos «U-Boote» de la Marina Imperial Alemana respondieron lanzando la «guerra submarina sin restricciones» contra todos los cargueros, mercantes y hasta transatlánticos en dirección a Gran Bretaña, hundiendo a cientos de embarcaciones sobre el Mar del Norte y más tarde a lo largo y ancho del Océano Atlántico, a veces en latitudes tan alejadas como Norteamérica, el Mar del Caribe o las costas de Brasil. A pesar de este tipo de tácticas, también se produjeron enfrentamientos entre los grandes buques de superficie como cuando los navíos de guerra británicos hundieron a tres cruceros germanos en la Batalla de Heligoland o como cuando el submarino alemán U-9 echó a pique en solitario a otros tres cruceros pesados ingleses junto a las costas de la neutral Holanda.

Submarino alemán U-Boote durante la Gran Guerra.

Japón entró en la Gran Guerra declarando hostilidades a Alemania y sumándose a la Entente con la intención de apoderarse de las posesiones germanas en Asia y el Lejano Oriente. Así fue como la Marina Imperial Japonesa puso bajo asedio la colonia alemana de Tsingtao en China, desembarcando en territorio neutral a un contingente terrestre con el que lanzó una ofensiva a la Península de Kioachou pese a las protestas del Gobierno de Pekín. Contra todo lo esperado los soldados alemanes y austro-húngaros rechazaron a los japoneses en los fuertes e incluso un destructor hundió a un crucero japonés, por lo menos hasta que las tropas niponas quebraron la línea defensiva y las embarcaciones de los Imperios Centrales se vieron forzadas a barrenarse en la rada, incluyendo un crucero de la Marina Austro-Húngara, por lo que finalmente la guarnición se rindió después de tres meses de resistencia y entregó la plaza al Imperio Japonés.

Batería de artillería japonesa durante la Batalla de Tsingtao en 1914.

El Imperio Japonés emprendió la conquista de los dominios del Segundo Reich en el Océano Pacífico ocupando sin pegar un sólo tiro la Micronesia, las Islas Salomón, las Islas Carolinas, las Islas Palau y las Islas Marianas con Saipán y Tinian; al mismo tiempo en que Australia hacía lo propio con la Isla de Nauru y la Isla de Yap; y Nueva Zelanda con las Islas Samoa. Mientras tanto las tropas del Ejército Australiano desembarcaron en Nueva Guinea, en donde tuvieron que luchar y derrotar a los soldados alemanes y melanesios que defendieron el enclave selvático de Rabaul. Al mismo tiempo el crucero alemán Emden emprendió una cacería sobre el Océano Índico en la que destruiría a una veintena de cargueros, bombardearía las refinerías de Madras sobre la India y hundiría a un crucero ruso y un destructor francés en la Batalla de Penang sobre Malasia, antes de resultar echado a pique a manos de un crucero australiano en la Batalla de las Islas Cocos.

Tropas de la División Neozelandesa izando la bandera de la Unión Jack sobre las Islas Samoa tras habérselas arrebatado al Segundo Reich.

Las aguas del Océano Pacífico fueron otro escenario de la Primera Guerra Mundial en 1914 porque los cruceros alemanes del Escuadrón Naval de Asia Oriental se dedicaron a causar estragos navegando entre la Polinesia Francesa e incluso bombardeando el puerto militar galo de Pappete en la Isla de Tahití. Al poco tiempo los germanos alcanzaron las costas de Chile para librar cerca de Valparaíso la Batalla de Coronel, donde hundieron a dos cruceros pesados de la Marina Real Británica. Lamentablemente la aventura de los incursores se acabó al bordear Sudamérica por el Cabo de Hornos y retar a los ingleses en la Batalla de las Islas Malvinas, ya que en esta ocasión los germanos perdieron cuatro cruceros en la que fue la mayor derrota naval de la Historia de Alemania, sin obviar con un quinto sería cazado y destruido en la Batalla de Más a Tierra.

El Escuadrón Naval Alemán del Asia Oriental ante Valparaíso en Chile tras la Batalla de Coronel.

La fallida ofensiva del Ejército Alemán sobre París trastocó las operaciones del Frente Occidental porque tras desarticular una ofensiva del Ejército Anglo-Francés en la Batalla del Aisne, los alemanes trataron de envolver la costa del Canal de la Mancha para arrebatar a la Fuerza Expedicionaria Británica todos aquellos puertos en donde estaba desembarcando a los contingentes ingleses, escoceses, irlandeses, canadienses, indios, australianos, neozelandeses, sudafricanos o terranovenses que afluían desde Inglaterra. Así fue como las tropas germanas vencieron a la última guarnición de los belgas tras un complicado asedio que acabó en la conquista de la plaza de Amberes, pero encajaron de igual manera un sonado revés durante la denominada «Carrera hacia el Mar» a la hora de aproximarse a las ciudades portuarias de Nieuport, Calais o Dunkerque debido a que los alemanes fueron frenados en seco por las últimas divisiones belgas en la Batalla del Yser gracias a que los ingenieros abrieron las esclusas de agua e hicieron impracticable el tránsito por Flandes. Tampoco los germanos fueron capaces de bordear las tierras anegadas porque en la Primera Batalla de Yprés fueron detenidos por las últimas reservas franco-británicas, muriendo miles de alumnos alemanes recién reclutados en lo que se conoció como «kindermond» o «matanza de los inocentes», pero también miles de viejos reservistas ingleses en lo que fue bautizado como «cementerio antiguo del Ejército Británico».

Artillería del Ejército Belga durante la defensa de la ciudad de Amberes.

Ninguno de los bandos de la Gran Guerra fue capaz de progresar en el Frente Occidental desde finales de 1914 porque tras desangrarse tanto el Ejército Alemán como el Ejército Anglo-Francés y el Ejército Belga en los últimos choques durante la Batalla de Artoris y Batalla de Arras, el teatro de operaciones quedó en una situación de «tablas» sobre Francia. A partir de aquel instante los soldados alemanes y de la Entente no tuvieron más remedio que cavar trincheras sobre una larga línea que se extendió desde el Mar del Norte hasta la neutral Suiza, donde las tropas se hacinaron en el barro y la mugre conviviendo con las ratas, la lluvia, las enfermedades y los bombardeos constantes de la artillería en un nuevo tipo de guerra estática e infernal que pasó a ser conocida con el término de «guerra de trincheras» o «guerra de posiciones».

Dos soldados del Ejército Británico viviendo la guerra de trincheras del Frente Occidental.

El Frente Oriental se continuó moviendo algún tiempo a diferencia del Frente Occidental, pues el Ejército Alemán expulsó definitivamente al Ejército Zarista de Prusia tras la Primera Batalla de los Lagos Masurianos y frenó una nueva acometida enemiga sobre la ciudad polaca de Lodz. Algo más de suerte tuvo el Imperio Ruso sobre el Río Vístula porque amplió unos pocos kilómetros sus conquistas en Galitzia y Polonia, aunque por escaso tiempo gracias a que el Ejército Austro-Húngaro consiguió frenar hasta tres ofensivas rusas sobre Krzywoploty, Limanova y Lowczóweck. A partir de entonces la línea de aquel vasto escenario que se extendía desde el Mar Báltico hasta los Cárpatos se convirtió en otra «guerra de trincheras», donde los principales focos de virulencia y de mayor saturación de fuego artillero se concentraron fundamentalmente en los sitios de Przemyśl y la Fortaleza de Osowiec.

Soldados del Ejército Zarista pasan por delante de un grupo de prisioneros austro-húngaros capturados en Przemyśl.

África se vio salpicada por la Gran Guerra desde el mismo instante en que la Entente y Alemania se disputaron sus dominios coloniales, siendo el primero en caer el enclave germano de Togolandia tras una complicada invasión anglo-francesa que acabó con la toma de la capital de Kamina. Algo menos de suerte tuvieron los Aliados en el Camerún Alemán porque después de conquistar a costa de muchas bajas el puerto de Duala, fueron incapaces de progresar más allá de las fronteras colindantes con Nigeria, Congo o el Chad. Respecto al África Sudoccidental Alemana en Namibia, las fuerzas germanas invadieron el norte de Sudáfrica y derrotaron al Ejército Sudafricano en la Batalla de Sandfontein, aprovechando que los rebeldes «bóers» de origen holandés se sublevaron contra las autoridades pro-británicas en una especie de «guerra civil» que fue conocida como Rebelión Maritz. Mientras tanto en el Marruecos Francés los bereberes se sublevaron contra Francia en la Guerra Zayán que se desató sobre la Cordillera del Atlas, logrando los insurrectos aniquilar a una columna de tropas francesas en la Batalla de El Herri.

Caballería Bóer proclive a los Imperios Centrales marcha a las afueras de Upington en Sudáfrica libran su guerra civil con el Ejército Sudafricano.

Tanzania se convertiría en la colonia de África donde más afectaría la Primera Guerra Mundial debido a que el general Paul Von Lettow y sus tropas tanzanas «askaris», encargadas de defender el África Oriental Alemana, no dejaron de causar problemas a los Aliados porque al principio arrebataron a los británicos el puerto de Taveta en Kenya; antes de defender con éxito su propio terreno, ya que vencieron por tierra a un contingente anglo-africano entre la sabana y las alturas del Monte Kilimanjaro, además de aniquilar durante un desembarco anfibio a una fuerza anglo-india entera durante la Batalla de Tanga, en donde para espantar a los invasores se emplearon una especie autóctona de «abejas asesinas». Al mismo tiempo se produjeron acciones navales en las costas del Océano Índico cuando los alemanes hundieron a un crucero inglés en la Isla de Zanzíbar o los británicos a un crucero germano en el Delta del Rufiji, sin obviar las escaramuzas entre cañoneros en entornos lacustres interiores como el Lago Tanganyika.

Tropas africanas «askaris» del Ejército Alemán cargando durante la Batalla de Tanga en Tanzania.

Turquía se vio tentada a unirse a los Imperios Centrales poco después de que los cruceros alemanes Goeben y Breslau que se habían quedado atrapados en el Mar Mediterráneo e incluso habían bombardeado las instalaciones francesas de los puertos de Bona y Philippville en Argelia, se presentaran en el Estrecho de los Dardanelos y anclaran en Constantinopla, donde el Káiser Guillermo II se los regaló a la Flota Turca. A causa de este gesto y de los contratos del Gobierno de los Jóvenes Turcos con Alemania por el Ferrocarril Berlín-Bagdad, la escuadra otomana dejó atrás el Bósforo y se intentó en el Mar Negro para bombardear los puertos rusos de Odessa, Sevastopol, Yalta, Feodosia y Novorossisyk, en cuyos diques hundieron a numerosas embarcaciones de la Flota Rusa, lo que implicó la declaración de guerra del país a los Aliados y la llamada del Sultán Mehmet V a la «Yihad» o «Guerra Santa».

Cruceros germano-turcos Yavuz y Midille (antiguos Goeben y Breslau) atacando a Rusia desde el Mar Negro.

La entrada del Imperio Otomano en la Primera Guerra Mundial arrastró el conflicto al Oriente Medio porque en seguida el Imperio Británico trató de llevar a cabo una serie de operaciones preventivas, algunas exitosas como por ejemplo el desembarco en el puerto de Bassora y la conquista de la vecina Qurna con las que se abrió el Frente de Mesopotamia entre el sur de Irak y el Golfo Pérsico; pero otras misiones fallidas como la destrucción de unas baterías turcas en el Estrecho de Bab El-Mandeb sobre el neutral Yemen, algo que forzó a este «estado chií» a decantarse por la causa de Turquía y la «Yihad». Sorprendentemente ni tan siquiera fue respetada Persia porque después de que la caballería cosaca del Ejército Ruso cruzara ilegalmente el país hasta el Lago Urmia y la guarnición inglesa se movilizase en las refinerías petrolíferas de Abadán, el Ejército Turco hizo lo propio desplegando sus fuerzas en la provincia de Tabriz con la complicidad del Ejército Persa.

Movilización del Ejército Turco sobre Oriente Medio en la Gran Guerra.

El Frente del Cáucaso se inauguró a finales de 1914 cuando el Ejército Ruso desencadenó sobre la Transcaucasia la «Ofensiva Bergmann» que acabó en un desastre militar porque los zaristas fueron rechazados con decenas de miles de bajas ante el enclave de Köprüköy. No obstante y contra todo lo previsto, el Imperio Otomano se confió tanto con la victoria que el Ministro de la Guerra Enver Pachá puso en marcha una ofensiva en pleno invierno sobre la Cordillera Caucásica que aunque en las fases iniciales permitió a los turcos apoderarse del puerto georgiano de Ardahán y de la plaza de Oltu, en seguida los soldados otomanos quedaron atascados en medio de la nieve y la gélida ventisca, antes de ser rodeados por un contraataque de las tropas rusas y aniquilados en la Batalla de Sarikamis. Los escasos supervivientes encima regresaron a sus líneas afectados por todo tipo de enfermedades como el tifus o la malaria que se transmitieron a la población civil con más de 150.000 personas fallecidas en lo que se conoció como la Epidemia de Anatolia Oriental.

Esquiadores del Ejército Turco en la Batalla de Sarikamis.

Año 1915

La derrota del Ejército Turco en la Batalla de Sarikamis condujo al Gobierno de los Jóvenes Turcos a culpar a los armenios de lo ocurrido debido a que por aquel entonces una guerrilla operaba en la Transcaucasia a favor del Ejército Ruso. Así fue como se perpetró el episodio más terrible de toda la Gran Guerra cuando las autoridades del Sultanato iniciaron el Genocidio Armenio que comenzó con el arresto y ejecución tanto en Constantinopla como en las grandes ciudades de Turquía de todas las élites políticas, intelectuales y religiosas de los armenios, así como la pérdida de todos sus derechos civiles y la clausura de sus medios de comunicación. A continuación las tropas turcas y la caballería kurda irrumpieron en los pueblos y aldeas de Anatolia Oriental, Cilicia y la denominada Armenia Otomana, asesinando a todos sus habitantes, violando a sus mujeres y quemando sus propiedades, a veces en escenas muy cruentas con torturas y mutilaciones de las víctimas. Sin embargo lo peor de esta limpieza étnica programada ocurrió en su fase final, pues un millón de armenios fueron deportados en «marchas de la muerte» sobre el calor del Desierto Sirio hasta los campos de concentración en Mesopotamia como los Dayr Al-Zur, Mossul, Urfa o Ras Al-Ayn, falleciendo durante el trayecto unos 700.000 individuos entre varones, mujeres y niños, pese a que la cifra total del Genocidio Armenio alcanzó el millón y medio de personas en lo que fue considerado el primer Crimen contra la Humanidad de la Historia.

Civiles armenios conducidos por tropas del Ejército Otomano para ser ejecutados a las afueras de Kharput durante el Genocidio Armenio de 1915.

El Genocidio Armenio afectó a las operaciones sobre el Frente del Cáucaso porque los ciudadanos armenios no tuvieron más remedio que organizarse en guerrilleras y cooperar con el Imperio Ruso que había comenzado la invasión de Anatolia, retomando el control del puerto de Ardahán en el Mar Negro. Precisamente eso mismo ocurrió durante la Revuelta de Van porque las milicias armenias sitiaron a la guarnición otomana en el castillo de la ciudad hasta que después de rechazar varios contraataques enemigos fueron relevados por la caballería cosaca enviada por Rusia. De hecho los otomanos fracasaron en la mayor parte de sus acciones sobre la Transcaucasia, ya que salvo por derrotar en un choque menor al Ejército Ruso en la Batalla de Manzikert, en seguida el Ejército Zarista infligió un grave revés al Ejército Turco en la Batalla de Kara Killisse, obligando a los turcos a retroceder más allá del Lago Van y refugiarse en las plazas de Trebizonda y Erzurum.

Guerrilleros armenios en una trinchera durante la Revuelta de Van de 1915.

El Canal de Suez fue otro objetivo de importancia para el Ejército Turco del general Cemal Pachá porque a inicios de 1915 atravesó sin ser detectado los desiertos de la Península del Sinaí y desembarcó a un conglomerado de tropas turco-árabes en Egipto, justo a las afueras de Ismailía, las cuales en seguida fueron interceptadas por las fuerzas anglo-egipcias que no tardaron en contraatacar con fuego de artillería y en expulsar a los otomanos de África. Algo más de suerte tuvo el Ejército Turco durante su ataque hacia el Adén, pues pese a que los otomanos no conquistaron el puerto al tener que abandonar el lugar tras toparse con una ardua resistencia de fuerzas anglo-indias en la Batalla de Shaykh Uthman, los turcos sí que arrebataron a los ingleses mediante un audaz golpe de mano el Sultanato de Lahej.

Batería del Ejército Británico durante la Batalla de Shaykh Uthman sobre el borde fronterizo entre Yemen y Omán.

Las dificultades del Imperio Británico en el Próximo Oriente se explicaron por el Motín de Singapur que protagonizaron nacionalistas indios y marineros alemanes en aquel enclave del Sudeste Asiático, ya que arrebataron a los ingleses la colonia y cerraron el Estrecho de Malaca durante un tiempo hasta que los sublevados hindús fueron aplastados mediante una operación conjunta de fuerzas militares de Reino Unido, Francia, Rusia y Japón. Algo similar ocurrió cuando agentes germanos azuzaron levantamientos de las Tribus Kachin y Kukin que el Ejército Británico tuvo que sofocar en Birmania; sin obviar con que la «Yihad» proclamada por Turquía rebeló a las milicias afganas del Valle de Tochi sobre la India que los ingleses se vieron obligados a reprimir en Waziristán. Incluso en Australia dos inmigrantes musulmanes influenciados por la «Yihad» cometieron el primer atentado islámico de la Historia de Occidente al matar a cuatro personas en un tren durante el Incidente de Broken Hill.

Rebeldes y nacionalistas indios durante el Motín de Singapur contra la Corona Inglesa en 1915.

La «guerra de trincheras» en el Frente Occidental se volvió una pesadilla desde el año 1915 porque ningún bando avanzaba ni retrocedía debido a que todos los asaltos a la bayoneta sobre la «tierra de nadie» solían acabar en una auténtica matanza ante las piezas de la artillería y las ametralladoras del rival. Eso mismo le ocurrió al Ejército Francés durante su contraofensiva en Champaña y a la Fuerza Expedicionaria Británica en la Batalla de Artois y la Batalla de Neuve Chapelle, sin obviar el desgaste sufrido por las tropas francesas durante la brutal campaña de los Vosgos. Obviamente este estancamiento condujo a los dos bandos a idear nuevas alternativas como la «guerra química», tal y como puso en práctica el Ejército Alemán con éxito al liberar una nube de gas cloro con la que asfixió a miles de tropas francesas y marroquís en la Segunda Batalla de Yprés.

Liberación del gas cloro por el Ejército Alemán durante la Batalla de Yprés.

Al otro lado de Europa sobre el Frente Oriental, el Ejército Austro-Húngaro y el Ejército Ruso se desangraron en los Cárpatos con cientos de miles de bajas, pero con ventaja para los zaristas que tomaron que sobre Galitzia tomaron las plazas de Przemyśl, Stanislav y Kolomea, fracasando tan sólo ante los defensores austríacos y magiares en Rafajlowa y ante los voluntarios de la Legión Polaca al servicio de la Casa Habsburgo en los choques de Konary y Rokitna. Lamentablemente cada vez que los rusos se enfrentaban al Ejército Alemán eran contundentemente derrotados, como en la Segunda Batalla de los Lagos Masurianos sobre la demarcación de Prusia o en la Batalla de Bolimov sobre Polonia. Así fue como más rápido de lo previsto aquel teatro de operaciones fue mejorando notablemente para los Imperios Centrales, sobretodo tras el lanzamiento de la gran ofensiva sobre Gorlice y Tárnow que supuso un gran retroceso para el Ejército Zarista y unas pérdidas imposibles de asumir, lo que permitió a los austro-húngaros reconquistar amplias zonas del suelo galitziano más allá del Paso de Dukla e incluso retomar la capital de Lemberg.

Soldados del Ejército Austro-Húngaro reconquistan Lemberg durante su contraofensiva en Galitzia.

La apertura de un nuevo frente en Europa se volvió esencial para los Aliados, por lo que el Primer Lord del Almirantazgo Winston Churchill propuso forzar el Estrecho de los Dardanelos para bombardear Constantinopla, sacar a Turquía de la guerra y establecer una vía de comunicación con Rusia. Lamentablemente en cuanto la Flota Aliada se presentó en el Mar Egeo las baterías costeras otomanas hundieron a tres acorazados anglo-franceses durante la Batalla de las Dardanelos. A raíz de este fracaso se optó por efectuar un desembarco que se materializó en la Batalla de Gallípoli cuando fueron depositadas tropas francesas en Kum Kalé sobre Asia Menor y varias divisiones británicas, australianas y neozelandesas en la Península de Gallípoli sobre la Turquía Europea. Lamentablemente y contra todo lo previsto, los invasores fueron incapaces de superar los acantilados junto a las playas, ya que desde la cima fueron masacrados por los soldados turcos y desbaratados todos sus asaltos sobre el sector del Cabo Helles durante las Primeras, Segunda y Terceras Batallas de Krithia.

Desembarco de los soldados del Cuerpo Australiano-Neozelandés en la Cala del ANZAC sobre Turquía durante la Batalla de Gallípoli.

Italia traicionó su membresía con la Triple Alianza a mediados de 1915 y se unió a la Triple Entente con una declaración de guerra que sorprendió a los Imperios Centrales. Con efecto inmediato a la entrada de este país en la contienda se abrió el Frente Italiano o Frente de los Alpes que abarcó un terreno de alta montaña desde la frontera con la neutral Suiza sobre el Trentino, pasando por Carintia junto a los bordes de Austria, hasta finalizar en el Carso a orillas del Mar Adriático. En el extremo más oriental de este dispositivo se libraría una feroz campaña sobre el Río Isonzo, siendo el enfrentamiento inicial la Primera Batalla del Isonzo que tan sólo concluyó con la minúscula ganancia de Gorizia para el Ejército Italiano, ya que en la Segunda, Tercera y Cuartas Batallas del Isonzo las tropas italianas fueron rechazadas sobre la demarcación con Eslovenia y masacradas con el doble de bajas que el Imperio Austro-Húngaro.

Tropas del Ejército Italiano sobre las montañas del Carso en la Segunda Batalla del Isonzo.

En el Mar Mediterráneo la guerra naval se extendió por todas las costas del «Marenostrum» con pérdidas en ambos bandos, pues la Marina Francesa hundió un crucero austro-húngaro, mientras la Marina Imperial Austro-Húngara echó a pique un acorazado a la Marina Italiana, además de registrarse acciones sobre el litoral del Adriático como un combate en Durazzo en el que resultaron hundidas varias embarcaciones de los dos contendientes o un bombardeo contra el puerto de Ancona. Respecto al Océano Atlántico hubo enfrentamientos entre las flotas de superficie como la Batalla de Dogger Bank, pero con diferencia predominó la «guerra submarina sin restricciones» porque cientos de barcos mercantes fueron cazados por los sumergibles germanos en el Mar del Norte o el Caribe, siendo a veces las víctimas barcos neutrales de España, Holanda o naciones de América, como fue el caso del torpedeamiento y hundimiento del transatlántico RMS Lusitania en el que fallecieron varios ciudadanos norteamericanos, lo que evidentemente provocó fuertes críticas de Estados Unidos a Alemania y aumentó el apoyo comercial y material de este último país a la Entente.

Hundimiento del crucero alemán Blücher durante la Batalla de Dogger Bank.

Bulgaria entró en la Gran Guerra del lado de los Imperios Centrales en el otoño de 1915 desbordando completamente el Frente de los Balcanes porque como el Ejército Serbio y el Ejército Montenegrino estaban concentrados en la frontera con Bosnia peleando contra el Imperio Austro-Húngaro, todo el dispositivo balcánico se vino abajo debido a que el Ejército Búlgaro lanzó una ofensiva por la espalda desde el Río Morava. A partir de entonces la retirada de los serbios se convirtió en desbandada para evitar quedar embolsados por los búlgaros en el sur o capturados por sus perseguidores austro-húngaros en el norte, los cuales entraron triunfales en la capital de Belgrado. Una vez toda Serbia quedó repartida entre Bulgaria y Austria-Hungría, los soldados del Ejército Búlgaro conquistaron la ciudad de Nîs, destrozaron a los restos del Ejército Serbio en la Batalla de Ovce Pole y se anexionaron la totalidad de Kosovo tras la caída de Pristina, no sin antes aniquilar a dos divisiones de ayuda enviada por el Ejército Francés que fueron destruidas en la Batalla de Krivolac junto a los bordes de Macedonia.

Caballería del Ejército Búlgaro entrando en Kumanovo tras la victoria sobre el Ejército Serbio en la Batalla de Ovce Pole.

El estancamiento del Frente Occidental continuó aquel otoño de 1915 con su habitual infierno de sangre, trincheras, barro e incluso ataque con gases tóxicos por parte de ambos bandos, ya no sólo con el habitual cloro asfixiante, sino con otras sustancias como productos químicos paralizantes y hasta ulcerantes como el gas mostaza. Curiosamente la iniciativa la llevaron los Aliados por todos los intentos de ruptura planteados por la Entente, en especial por el mariscal francés Joseph Joffre y el mariscal inglés Douglas Haig, quienes fueron incapaces de lograr avances porque se malgastaron miles de vidas sobre «tierra de nadie» a cambio de nada o de unas ganancias mínimas que en ocasiones se contaban por algún que otro kilómetro. Contrariamente el Ejército Alemán se mantuvo a la defensiva casi todo el año por orden del general Erich Von Falkenhayn, lo que le permitió desgastar mucho más a sus rivales durante la «Ofensiva de Otoño» lanzada sin éxito por el Ejército Francés sobre Champaña, además de desarticular a la Fuerza Expedicionaria Británica en un choque menor sobre Artois y algo más tarde provocar a los ingleses una matanza en la sangrienta Batalla de Loos.

Tropas escocesas del Ejército Británico avanzando por una trinchera durante la Batalla de Loos en el Frente Occidental.

La denominada «guerra aérea» que se estrenó durante la Primera Guerra Mundial se consolidó como una doctrina bélica más aquel 1915, pues desde entonces el cielo también se convirtió en un campo de batalla al igual que la tierra o el mar. Así fue como la aviación de evolucionó de ser un simple arma de reconocimiento o de dirección de la artillería para dedicarse a la destrucción de objetivos, sobretodo cuando los pilotos dejaron de defenderse con pistolas para instalar ametralladoras sincronizadas con la hélice en el morro, facilitando de este modo el derribo de otros aparatos o de globos de observación, además de volverse estos biplanos una seria amenaza para las fuerzas terrestres al poder disparar a ras del suelo o arrojar bombas sobre sus cabezas. A partir de entonces las nubes se llenaron con enjambres de aviones combatiendo y derribándose unos con otros, destacando en este tipo de lucha la figura del «as», entre los cuales el más famoso fue el piloto alemán Manfred Freiherr Von Richthofen del Escuadrón «Jasta 11» por abatir nada menos que a 80 cazas anglo-franceses, algo que le valió el apodo de «Barón Rojo».

Aviones de caza alemanes Albatros del Escuadrón «Jasta 11».

Sobre el Estrecho de los Dardanelos la Batalla de Gallípoli se volvió estática para la Entente porque las tropas de británicas y francesas vivieron un auténtico infierno dentro de las trincheras escarpadas sobre los acantilados, en donde sufrieron el fuego incesante de la artillería otomana, la aviación alemana y el acoso de las reservas que constantemente enviaba el general Otto Liman Von Sanders, sin obviar con que a causa de los submarinos germanos y la embarcaciones turcas que operaban en el Mar Egeo fueron hundidos cuatro acorazados anglo-franceses, varios cargueros y otras embarcaciones menores de todo tipo. De nada sirvió un segundo desembarco del Cuerpo Australiano-Neozelandés en la Bahía de Suvla situada más al norte, pues los Aliados fueron incapaces de cortar la Península de Gallípoli en dos tal y como pretendió el Lord del Almirantazgo Winston Churchill, ya que las tropas otomanas rechazaron todos los asaltos e incluso protagonizaron exitosos contraataques locales como los que lideró magistralmente el general Mustafá Kemal Atatürk. A raíz de esta baño de sangre innecesario y las pésimas condiciones higiénicas y sanitarias en las playas que contribuyeron a la extensión de las enfermedades y las epidemias, al final se decretó la evacuación de la fuerza expedicionaria anglo-francesa que abandonó la Península de Gallípoli con más de 252.000 bajas, lo que supuso la mayor victoria militar del Imperio Otomano en la Gran Guerra.

Soldados británicos y auxiliares egipcios en la Bahía de Suvla durante la Batalla de Gallípoli.

Las cosas en el Frente Oriental se deterioraron muy gravemente para Rusia cuando Alemania y Austria-Hungría desencadenaron una inesperada ofensiva de gran magnitud que abarcó desde Prusia Oriental hasta la frontera con Rumanía. El esfuerzo principal fue en los extremos porque en el norte el Ejército Alemán entró en Lituania pasando el Río Niemen y ocupó todo el país con las ciudades de Libau y Kaunas, aunque algunas de sus puntas de avance accedieron a Letonia y se apoderaron de Daugavpils; mientras que en el sur el Ejército Austro-Húngaro pasó al contraataque sobre Galitzia recuperando el enclave de Przemýsl y arrebatando a los zaristas las plazas de Tarnopol y Kovel. Completada esta maniobra de cerco, se efectuó un movimiento de pinza que rodeó a la totalidad de Polonia, por lo que el Ejército Ruso se desintegró a medida que las tropas germanas fueron haciéndose con la Fortaleza de Osowiec, Lublin, Chelmno y la capital de Varsovia, en donde se rindieron cientos de miles de prisioneros. Tal fue impacto de esta catástrofe para el Ejército Zarista que las bajas rusas se contabilizaron en 2 millones, sin obviar con que las vanguardias alemanas dejaron atrás Polonia y traspasaron los límites con Bielorrusia tras conquistar la Fortaleza de Brest-Litovsk y las ciudades de Rovno y Pinsk.

El Ejército Alemán avanza junto al Río Vístulo en Lituania haciendo millares de prisioneros al Ejército Ruso.

En África los Aliados lanzaron su ofensiva sobre el Camerún, donde avanzaron muy lentamente debido a la fiera resistencia de las fuerzas germano-camerunesas que fueron cediendo terreno en la jungla y cediendo plazas como la de Garua. Respecto al África Sudoccidental Alemana las fuerzas germanas y bóers arrebataron Upington a la Unión Sudafricana, hasta que Portugal entró en la guerra del lado de la Entente y atacó Namibia por el norte desde su colonia con Angola. Como consecuencia de esta pinza las fuerzas del Ejército Sudafricano invadieron el África Sudoccidental por el Desierto del Kalahari, por lo que incapaces los alemanes y los bóers de aguantar la acometida perdieron la capital de Windhoek y capitularon la totalidad de Namibia. Bastante mejor le fueron las cosas a los «askaris» del general Paul Von Lettow en Tanzania porque derrotaron al Ejército Británico en la Batalla de Jassin; mientras que en Libia estalló la Revuelta Sannusi contra Italia que arrebató a los latinos toda Tripolitania y concluyó con la aniquilación de un contingente italiano en la Batalla de Qasr Abu Hadi, además de agredir a los británicos en Egipto e incluso arrebatar al Ejército Francés la plaza de Dehiba en Túnez.

Cañón del Ejército Británico ante el Fuerte Dachang durante la campaña en la jungla del Camerún Alemán.

La campaña de Persia de 1915 se desarrolló desfavorablemente para los Imperios Centrales porque después de organizarse una coalición en suelo iraní de fuerzas rusas y armenias que derrotaron a los turco-persas en la Batalla de Dillman y posteriormente en la Batalla de Kermanshah, el Ejército Británico también irrumpió en el país para sostener numerosos enfrentamientos con los que desbarató al Ejército Persa. Mientras tanto en el Frente de Mesopotamia las fuerzas anglo-india ampliaron sus conquistas siguiendo el curso de los Ríos Tigris y Eúfrates, en parte por revueltas internas de árabes anti-otomanos como por ejemplo sucedió durante la Insurrección de Kerbala. Así fue como después de rechazar los británicos una contraofensiva de soldados turcos y guerreros árabes en Shaibah, emprendieron la conquista de grandes espacios hasta Amara, Nasiyirah, Der Es Sinn y Kut, por lo menos hasta que su avance quedó frenado por los otomanos en la Batalla de Ctesifonte.

Columna del Batallón Armenio del Ejército Ruso durante la Batalla de Dilman en el Frente de Persia.

Año 1916

Nada más comenzar el año 1916 se cerró el Frente de los Balcanes porque las divisiones supervivientes del Ejército Serbio se refugiaron en la neutral Grecia poco después de que el Ejército Búlgaro conquistase la totalidad de Macedonia. Al mismo tiempo el Imperio Austro-Húngaro destruyó al Ejército Montenegrino tras una última resistencia en el Monte Lovcen y se apoderó de todo el Reino de Montenegro que salió de la Primera Guerra Mundial; no sin que antes las tropas austro-húngaras penetrasen en el Principado de Albania que por ser un «estado satélite» de la Corte de Viena se adhirió a los Imperios Centrales, llegando las fuerzas albanesas a combatir contra un contingente de soldados franceses e italianos en Korçe y la Cordillera del Epiro. A raíz de esta catástrofe al sureste de Europa, la Flota Aliada violó las fronteras neutrales de Grecia y desembarcó a cientos de miles efectivos franco-británicos y tropas coloniales africanas e indochinas en Salónica, algo que costó a la Entente una reprimenda por parte del Gobierno de Atenas, pero con cuya estrategia al menos se mantuvo distraídas a incontables divisiones enemigas en lo que se denominó el Frente de Macedonia.

Tiradores del Ejército Montenegrino defendiendo el Monte Lovcen en Montenegro.

La zona de Mesopotamia fue otro escenario en que los Aliados entraron en una profunda crisis porque al empezar el año 1916 el Ejército Turco que hasta entonces había descuidado esta región del Próximo Oriente, pasó a la contraofensiva para sorpresa de la Entente, logrando en seguida desbordar sus líneas y embolsar a una división india en la ciudad de Kut. A partir de entonces comenzó un largo asedio en medio de aquel enclave sobre el desierto, donde los ingleses e indios vivieron un verdadero infierno a causa de las privaciones de comida, los bombardeos de la artillería turca, los ataques de la aviación alemana y las cargas frontales de los otomanos. De nada sirvieron las tres expediciones de socorro que partieron de Bassora para ayudar a los sitiados, pues los soldados turcos aniquilaron a los componentes del Cuerpo Anglo-Indio primero en el Río Wadi, luego en el Desfiladero de Hanna y por último en Duhaila, perdiendo además al único vapor con el que intentaron remontar el Río Tigris. Como consecuencia de estos reveses al final los escasos supervivientes se vieron obligados a capitular al Ejército Turco y poner fin a la Batalla de Kut, haciendo que el Imperio Otomano ganase la iniciativa estratégica en el Oriente Medio.

Tropas del VI Ejército Turco estrechando el asedio de Kut.

La Cordillera del Cáucaso experimentó grandes cambios los meses de Enero y Febrero de 1916 porque el denominado Ejército Ruso del Cáucaso al mando del general Nikolai Yudenich lanzó a sus mejores tropas contra el suroeste de la Transcaucasia, tomando a las guarniciones otomanas completamente por sorpresa en el este de Anatolia. La primera ofensiva fue la más demoledora porque tras romper la línea del frente por Köprüköy el Río Aras, los soldados rusos embolsaron a un cuerpo turco entero que resultó completamente aniquilado en Erzurum. Una vez ocupado este nudo estratégico clave de Anatolia, las fuerzas zaristas avanzaron en paralelo al litoral del Mar Negro y ocuparon el puerto de Trebizonda, no sin que antes el resto de divisiones se expandieran sobre el territorio anatolio aplastando a los destacamentos turcos y kurdos que se organizaban a toda prisa, a los cuales volvieron a infligir derrotas muy graves en las Batallas de Erzincan y Bitlis. Como consecuencia de esta debacle en Anatolia, las guerrillas armenias aumentaron en intensidad a la retaguardia y también las de otras minorías como los griegos pónticos o los asirios, por lo que a modo de represalia los turcos respondieron masacrando a 250.000 cristianos en lo que se conoció como el Genocidio Asirio.

Caballería Cosaca del Ejército Ruso entrando en la ciudad de Erzurum sobre la Anatolia Oriental.

A principios del año 1916 las acciones del Frente Occidental se redujeron a pequeñas operaciones locales para ganar objetivos muy limitados, normalmente en el sector de Flandes. Por ejemplo en el área de Calais los ingleses tuvieron éxito a la hora de coronar la Colina de Bluff y limpiar de enemigos el Reducto Hohenzollern, aunque los alemanes en las inmediaciones de Yprés se apoderaron del Cráter de Saint-Eloi y los bávaros del Saliente Kink, no sin que antes ambos bandos fracasaran en un ataque simultáneo con gas sobre el Monte Sorrel y los británicos fueron vencidos en la Batalla de la Cota Vimy. Como estos enfrentamientos de poco sirvieron, el general Erich Von Falkenhayn ideó probar algo nuevo organizando una gran ofensiva a escala sobre un punto muy diminuto del frente que se redujo a Verdún, no con la finalidad de provocar una ruptura por la que colarse a través de la brecha, sino con la intención de desgastar y desangrar en lo máximo posible al Ejército Francés. Contrariamente también el general Douglas Haig preparó una ofensiva similar que se desarrollaría algo más tarde con la pretensión de hacer retroceder la línea del frente empleando a las mejores divisiones del Imperio Británico, la cual en este caso se pondría en marcha sobre el margen del Río Somme.

Dotación de ametralladora alemana con una máscara antigás en una trinchera en el Frente Occidental.

La Batalla de Verdún comenzó el 21 de Febrero de 1916 con un devastador bombardeo preliminar de 2.000 piezas de artillería del Ejército Alemán que arrojaron más de 2 millones de proyectiles que sepultaron los atrincheramientos de vanguardia del Ejército Francés. Acto seguido las tropas alemanas irrumpieron sobre «tierra de nadie» e hicieron a miles de prisioneros galos prácticamente sin encontrar resistencia, salvo por un grupo de rezagadas que fueron reducidos con fogonazos de los equipos de lanzallamas en el Bosque de Caures. Durante las jornadas siguientes cayó con facilidad la ciudad de Louvemont y también el Fuerte Doaumount que capituló sin sufrir los alemanes una sola baja, aunque a los pocos días el avance se ralentizó para convertirse la operación en una habitual «guerra de desgaste» para ambos bandos que se desangraron sobre los campos de cráteres que rodeaban a la Colina del Hombre Muerto y entre las arboledas del Bosque de los Cuervos. A pesar de todo el Ejército Alemán consiguió reanudar la marcha y después de un duro asedio conquistar el Fuerte Vaux, además de desangrar al Ejército Francés en un sector bautizado como «Cuatro Chimeneas» e incluso arrebatarles los pueblos de Chapelle y Sainte-Fine. Lamentablemente a partir de este punto los alemanes fueron rechazados en su intento por desalojar el Fuerte Souville y quedaron completamente paralizados en las típicas redes de trincheras que caracterizaban al Frente Occidental.

Muerte por disparo de un soldado del Ejército Francés durante la Batalla de Verdún.

El año 1916 se caracterizó por librarse la Batalla Naval de Jutlandia, considerado el enfrentamiento naval de superficie más grande del siglo XX. La protagonista fue la Marina Imperial Alemana que intentó forzar el bloqueo de la Entente con una salida al Mar del Norte con nada menos que 98 navíos entre entre 21 acorazados, 16 cruceros y 61 destructores capitaneados por el almirante Reinchard Scheer, aunque nada más zarpar del puerto de Wilhelmashaven el Almirantazgo en el Reino Unido supo de la operación y movilizó a la Marina Real Británica con 151 buques entre 45 acorzados, 34 cruceros, 78 destructores, 1 dragaminas y 1 portahidroaviones al mando del almirante David Beatty. El encuentro tuvo lugar la tarde del 31 de Mayo de 1916 con diversas escuadras cayendo las unas sobre las otras, resolviéndose la mayor parte de los combates favorables a los alemanes porque a costa de perder pocas embarcaciones hundieron grandes unidades enemigas e incluso sobrevivieron a una «cabalgata de la muerte» contra un número muy superior de acorazados y cruceros enemigos. Como al caer la noche los germanos no quisieron estropear el triunfo optaron por retirarse a sus bases, no sin que antes algunos de sus barcos fueran hundidos en emboscadas por los destructores ingleses y las minas propias de la Bahía de Jase. Concluido el duelo naval el 1 de Junio, la Marina Real Británica perdió 14 naves entre 1 acorazado, 6 cruceros y 8 destructores; mientras que la Marina Imperial Alemana otras 11 naves entre 1 acorazado, 6 cruceros y 5 destructores.

Buques de la Marina Imperial Alemana durante la Batalla de Jutlandia.

La retirada de la Marina Real Británica y la Marina Imperial Alemana a sus respetivas bases tras la Batalla de Jutlandia propició que la «guerra marítima» continuase con su habitual normalidad, ya que los submarinos y corsarios alemanas prosiguieron con sus habituales cacerías por el Océano Atlántico y las aguas de Norteamérica, llegando hasta despachar algunos mercantes ante Rhode Island. También se produjeron algunos choques entre las flotas de superficie como ocurrió con unas lanchas torpederas junto a la costa de los Países Bajos o un cañoneo naval sobre la costa inglesa de Yarmouth, pero también algunos duelos de intensidad como la Segunda Batalla de Dogger Bank o un enfrentamiento entre un crucero alemán y un crucero británico que se hundieron mutuamente en el Mar del Norte. En el caso del Mar Mediterráneo los Aliados se llevaron la peor parte porque 415 mercantes resultaron hundidos con más de 1 millón de toneladas, entre estos el barco hospital Britanic (gemelo del famoso Titanic accidentado en 1912) que se perdió en el Mar Egeo. Lamentablemente aquellas cifras no sirvieron para paliar el durísimo bloqueo económico de la Entente sobre los Imperios Centrales, pues en Alemania se vivió una pequeña hambruna que sería conocida como el «Invierno del Nabo».

Submarino alemán U-56 cerca de Rhode Island en 1916.

El 4 de Junio de 1916 el Frente Oriental se vio sacudido por un tremendo bombardeo de más de 2.000 piezas de artillería del Ejército Zarista que barrieron los más de 500 kilómetros de la línea de Galitizia entre las Marismas del Prípet y Bukovina. A continuación más de 2 millones de soldados del Ejército Ruso se abalanzaron contra medio millón del Ejército Austro-Húngaro en lo que se conoció como la «Ofensiva Brusilov» en honor al general Alexei Brusilov. La arremetida fue tan devastadora que los soldados que no habían muerto sepultados por los proyectiles se rindieron sorprendidos a las tropas rusas, las cuales rompieron el dispositivo por varios sectores en el Río Styr hasta avanzar más de 100 kilómetros dentro del territorio galitziano para hacerse con las plazas de Dubno y Czernowitz, además de embolsar y aniquilar a una agrupación enemiga que capituló con 200.000 hombres en Lutsk. Los combates especialmente fueron feroces sobre los nudos en dirección a Kovel y Lemberg, aunque con el paso de los semanas los rusos acabaron por ser frenados gracias a la llegada de refuerzos del Ejército Alemán, así como por una exitosa contracarga de la caballería de la Legión Polaca que rechazó a los zaristas en la Batalla de Kostiuchnówka. Curiosamente aquella fue la victoria más letal en la Historia de Rusia porque pese a encajar este país más de 1 millón bajas, causaron a sus rivales algo más de otro millón de bajas, la mayoría austro-húngaros, lo que supuso un contratiempo para los Imperios Centrales porque a partir de ese instante Austria-Hungría tuvo que depender militarmente muchísimo más de Alemania.

Soldados del Ejército Ruso durante la «Ofensiva Brusilov» en las inmediaciones del Río Styr sobre Galitzia.

La Batalla del Somme en Francia se inició al amanecer del 1 de Julio de 1916 con una barrera de artillería de 2.000 cañones y morteros que arrojaron 1.700.000 proyectiles sobre las líneas del Ejército Alemán, sin obviar las minas excavadas bajo el suelo que detonaron para arrojar toneladas de tierra y abrir cráteres que en algún caso alcanzaron los 91 metros de diámetro. A pesar de que con este castigo los alemanes debían haber sido aniquilados, en realidad la mayoría sobrevivieron y pronto ocuparon los espacios del paisaje lunar para esperar con sus automáticas la inminente ofensiva de sus rivales, por lo que una vez que Ejército Británico se puso en marcha con sus soldados caminando tranquilamente por «tierra de nadie», en seguida las ametralladoras germanas segaron una a una a las hileras de tropas inglesas, escocesas, galesas, irlandesas, francesas y terranovensas, a las que provocaron en tan sólo veinticuatro horas una orgía de sangre jamás vista en la Historia, pues los Aliados encajaron la escalofriante cifra de 20.000 bajas a costa de unas ganancias mínimas a la hora de ocupar los diminutos pueblos de Mametz y Glatz. La escandalosa cantidad de muertos sobre el Valle del Río Somme en el primer día de la ofensiva desató una crisis en el Gobierno de Londres e incluso entre los mandos del Ejército Británico, así como fuertes críticas por parte de la opinión pública que calificó a aquella jornada como «el día en que Inglaterra perdió a lo mejor de su juventud».

Carga de soldados del Ejército Británico durante la Batalla del Somme.

El Frente Italiano transcurrió estático el año 1916 porque todas las operaciones lanzadas por ambos bandos fracasaron sobre la Cordillera de los Alpes, salvo por la excepción de ciertos éxitos locales como la Batalla de Asiago, donde el Ejército Austro-Húngaro abrió una brecha y arañó 30 kilómetros a los italianos al arrebatarles la propia ciudad de Asiago. En el caso de las ofensivas protagonizadas por el Ejército Italiano, la Quinta Batalla del Isonzo fracasó estrepitosamente ante Tolmin, la Sexta Batalla del Isonzo al menos consiguió expulsar a los austro-húngaros del Lago Doberdò y el distrito de San Michele, la Séptima Batalla del Isonzo rindió una diminuta guarnición enemiga en Nova Bas, la Octava Batalla del Isonzo concluyó en otro revés para los latinos en Monfalcone y la Novena Batalla del Isonzo se resolvió con una derrota italiana similar en el Carso. Curiosamente en uno de los combates sobre los Dolomitas los proyectiles de ambos bandos detonaron en el Glaciar de Marmolada, por lo que inesperadamente se desató una avalancha de nieve que sepultó y mató a 9.000 soldados italianos y austro-húngaros en lo que se conoció como el «Viernes Blanco».

Tropas del Ejército Italiano en la Sexta Batalla del Isonzo sobre los Alpes.

Rumanía entró en la Primera Guerra Mundial del bando de la Entente el 15 de Agosto de 1916 con la idea de recuperar Transilvania a costa de Hungría, por lo que aquella jornada el Ejército Rumano invadió el territorio magiar por el Río Mures ocupando importantes enclaves transilvanos como Petrosani y Brasov, así como Orsova y las Puertas del Hierro en el Banato. Sin embargo los éxitos serían efímeros porque en seguida Bulgaria atacó desde su frontera septentrional y el Ejército Búlgaro arrebató a los rumanos la Fortaleza de Turtucaia, por lo que ante la amenaza búlgara en Dobrudja, las fuerzas rumanas pasaron a la defensiva para atender los límites del Río Danubio. Aquel parón fue aprovechado por Austria-Hungría y Alemania que pasaron a la contraofensiva contra unas divisiones rumanas que se disolvieron y fueron expulsadas con facilidad de Transilvania y el Banato. No obstante lo peor no acabó ahí porque el Ejército Austro-Húngaro y el Ejército Alemán invadieron la nación desde el oeste y el Ejército Búlgaro y el Ejército Turco desde sur, en una maniobra de pinza sobre los Cárpatos con la que cayeron en «efecto dominó» ciudades como Tergovitse o Târgu Jiu, el puerto de Constanza, la provincia de Valaquia o los pozos petrolíferos de Ploiesti, antes de que las fuerzas de los Imperios Centrales aniquilasen a la práctica totalidad del Ejército Rumano y conquistaran la capital de Bucarest, incluyendo más de dos terceras partes de Rumanía.

Soldados del Ejército Rumano invadiendo los bosques de Transilvania en el verano de 1916.

El corazón de África volvió a ser testigo de numerosos enfrentamientos en 1916 como al producirse la caída definitiva del Camerún Alemán en manos de la Entente con la capitulación de la capital de Yaundé y la última resistencia de los germanos en el Monte Mora. Simultáneamente en Tanzania, los Aliados liderados por el general sudafricano Jan Smuts lanzaron su gran ofensiva contra la costa que privó del Océano Índico al África Oriental Alemana con la caída de Dar es Salaam, pero que por el contrario facilitó al general Paul Von Lettow llevar a cabo una guerrilla en la jungla con sus fuerzas «askaris». Así fue como poco después de invadir las tropas inglesas, sudafricanas, rhodesias, kenyatas e indias la colonia germana desde el norte superando el Monte Kilimanjaro, como también hicieron los contingentes belgas y congoleños desde el oeste del Lago Tanganyika sobre Tabora, los guerrilleros tanzanos tendieron emboscadas a sus oponentes como las del Monte Salaita, Kondoa Irangi, Matamondo y Kilosa, lo que sumado a las enfermedades tropicales y a los rigores de la selva, provocó una derrota sin paliativos con decenas de miles de bajas entre las fuerzas del Imperio Británico.

Tropas del Ejército Belga y la Fuerza Pública Congoleña justo después de la Batalla de Tabora.

La Península del Sinaí bajo dominio del Imperio Otomano fue invadida desde Egipto por un contingente de la Caballería Real Británica que fue emboscado por las fuerzas turco-árabes y destruido en la Batalla de Katia. En cuanto el Ejército Turco retomó la iniciativa tras esta victoria, no dudó en lanzar una ofensiva para intentar alcanzar el Norte de África, pero el ataque se interrumpió a tan sólo 30 kilómetros del Canal de Suez porque los otomanos fueron frenados en seco por el Cuerpo Australiano-Neozelandés en la Batalla de Romani. Después de aquel revés los Aliados pasaron a la ofensiva con la que poco a poco irían expulsando a los turcos de la región después de cruentos choques en El Arish, Madghaba y Rafah, sometiendo a la totalidad de la Península del Sinaí y preparándose para entrar en el Oriente Medio.

Jinetes de la División de Caballería Australiana en la Batalla de Romani sobre el desierto de la Península del Sinaí.

Al norte de África la Tribu Sanussi que en Libia había fundado la República de Tripolitania con ayuda material enviada por submarinos desde Alemania y Turquía, arrinconó a las guarniciones del Ejército Italiano en puertos como los de Trípoli y Bengasi, sin obviar con que conquistó importantes ciudades de Cirenaica como Sollum, Mersa Matruh y el Oasis de Siwa, además de invadir una buena parte de Egipto hasta los límites del Oasis de Kharga a tan sólo 160 kilómetros del Río Nilo. De hecho en este país se organizó una Expedición Anglo-Egipcia que desde el Sudán arremetió contra los rebeldes islámicos del Movimiento Dervish, este último apoyado con armas y voluntarios venidos de Etiopía y el Imperio Otomano, a los que disolvió en muchos de sus campamentos cerca de Somalia e incluso combatió invadiendo el Sultanato de Darfour. Mientras tanto en Marruecos el Imperio Francés infligió una derrota a los bereberes sobre el Valle de Moulouya con el que se decidió el resultado de la Guerra Zayán; aunque los franceses también hubieron de suprimir otras levantamientos islámicos como la Revuelta Kaocen en Níger o la Rebelión Volta-Bani en Mali y Burkina Fasso.

Guerreros de la Tribu Sanussi cruzando la frontera de Libia con Egipto.

Las revueltas anticoloniales de la Entente se contagiaron a Europa porque aquel año 1916 se sucedió el Alzamiento de Pascua en Irlanda con la pretensión de obtener la independencia del Imperio Británico con ayuda económica y material de Alemania. Los protagonistas fueron miles de nacionalistas irlandeses del Movimiento Sinn Fein que se sublevaron contra las autoridades del Reino Unido y tomaron importantes edificios de la capital de Dublín, así como otros enclaves del este al país tras la proclamación el nacimiento de la República de Irlanda. Como era de esperar el Ejército Británico intervino con contundencia, librando violentos choques contra los secesionistas en Dublín y otras ciudades como Meath, Galway, Cork, Louth o Wexford, por lo que al final los ingleses consiguieron restaurar el orden, aplastar a los sublevados y volver a someter a Irlanda a la Corona Británica.

Rebeldes irlandeses del «Sinn Fein» durante el Alzamiento de Pascua en Dublín.

Justo en el corazón de Asia Central a mediados de 1919 tuvo lugar la Sublevación del Turkestán Ruso cuando las poblaciones musulmanas autóctonas de Kazakhistán, Uzbekistán, Kirguizistán, Tayikistán y Turmenistán se negaron a enrolarse en el Ejército Zarista. A partir de entonces los turkestanos se agruparon en milicias y tras proclamar la «Guerra Santa» combatieron en una guerra de guerrillas al Ejército Ruso sobre la Estepa Kazaka, el Valle de Ferganá, el curso del Río Syr Daria, las llanuras de Transcanspia e incluso en el interior de la capital uzbeka de Tashkent. Como las tropas zaristas y la caballería cosaca se impusieron a sus oponentes, a veces con brutales métodos como por ejemplo la despoblación de Jizzakh, al final los turkestanos no tuvieron más remedio que emprender un éxodo masivo sobre la peligrosa Cordillera del Tien-Shan hasta refugiarse en la neutral China.

Caballería del Ejército Ruso entrando en la Estepa de los Kazajos para aplastar la Sublevación del Turkestán.

Inesperadamente en la Península Arábiga se desarrollaría la mayor rebelión de la Gran Guerra con la Revuelta Árabe encaminada a la independencia de Arabia del Imperio Otomano. El artífice fue el Príncipe Feisal y guerreros de distintos clanes, la mayoría de las Tribus Hachemita, Wahabi, Howeitat o Al-Fatah, que de forma repentina y sin nadie esperarlo se alzaron en armas contra las guarniciones turcas a las que redujeron tras violentos combates en el centro religioso de la La Meca y luego sobre el puerto de Jiddah, en parte gracias a la ayuda de una batería anglo-egipcia prestada por el Ejército Británico. A continuación los rebeldes árabes combatieron varias semanas contra los destacamentos otomanos hasta apoderarse de prácticamente toda la costa del Mar Rojo con los muelles de Yanbu, Rabegh y Wejh, además de provocar ataques contra los trenes y bases de suministro en la vía férrea del Hejaz, estando los saboteadores árabes comandados por el oficial británico Thomas Edward Lawrence, un experto arabista y organizador de guerrillas que se haría famoso por el título de «Lawrence de Arabia». Curiosamente tan sólo la simbólica ciudad islámica de Medina permaneció fiel al Sultanato de Turquía, ya que las fuerzas insurrectas fueron incapaces de desalojar a la guarnición otomana que se atrincheró tras muros y rechazó a los asaltantes, rindiéndose únicamente después de terminada la Primera Guerra Mundial en el año 1919.

La Revuelta Árabe contra el Imperio Otomano en la Península Arábiga.

Las áreas al oeste de Persia fueron sacudidas por toda la agitación en el Oriente Medio, pero sobretodo cuando la caballería cosaca que descendía del Cáucaso enlazó con las tropas anglo-indias atrincheradas en Mesopotamia muy cerca de Kharind. Como esta maniobra dejaba expuesto todo el flanco oriental del Imperio Otomano, en seguida el Ejército Turco, el Ejército Persa y algunas baterías de artillería del Ejército Alemán desplegadas en la provincia iraní de Tabriz, lanzaron una ofensiva hacia el corazón del país para bloquear las columnas de comunicación entre los Imperio Ruso y Británico. La operación fue un éxito porque las fuerzas turco-persas vencieron en todos los choques al Ejército Zarista, expulsando a los rusos y cosacos hasta los límites del Azerbayán Persa y asegurando importantes ciudades como Kermanshah o Hamadan, algo que facilitó de manera definitiva situar al Gobierno de Teherán en favor de los Imperios Centrales y comprometerse en la lucha contra la Entente.

Oficiales y soldados del Ejército Ruso, entre ellos un oficial inglés y el general Nikolai Balatov, durante la ofensiva en Kermanshah.

Sobre el Frente Occidental, la Batalla del Somme que había empezado fatal para la Entente continuó en la misma tendencia porque los británicos experimentaron nuevas matanzas en Ovillers o Guillemont al que bautizaron como «Valle de la Muerte», como también los sudafricanos en el Bosque de Delville, los franceses en Rancourt, los australianos en el «Reducto Pan de Azúcar» o los neozelandeses en el Bosque Alto. Sin embargo en algunos puntos se produjeron determinados avances como cuando la caballería anglo-india se apoderó de Bazentin-le-Petit y Carnoy, los ingleses de los enclaves de La Boisselle y Gudecourt, los australianos de Pozières y los franceses de Bouchavesnes. De hecho en el Somme se emplearon por primera vez tanques del modelo Mark I con los que los soldados canadienses tomaron la localidad de Thiepval y los británicos el sector de Beaumont-Hamel, haciendo en este último a 400 prisioneros que se rindieron asustados al ver a los vehículos blindados. No obstante y salvo por estas logros limitados, pronto los Aliados se desangraron sobre las líneas de trincheras que bordeaban la Sierra de Transaloy, por lo que a últimos de otoño de 1916 se suspendió definitivamente la Batalla del Somme en la que tan sólo se lograron ganar 10 kilómetros a los alemanes, quienes se retiraron a la seguridad de las fortificaciones de la «Línea Hindenburg», contabilizándose las bajas en ambos bandos en 1.085.000 sumando a 620.000 soldados de la Entente y 465.000 germanos, siendo la mitad fallecidos, lo que situó a este enfrentamiento en el más sangriento de la Primera Guerra Mundial.

Soldados de la División Neozelandesa en la Batalla del Somme.

Al igual que en la Batalla del Somme, la Batalla de Verdún se alargó hasta finales de 1916 porque contra todo lo imaginado por el general Von Erich Falkenhayn que había previsto desangrar en lo máximo posible al Ejército Francés, también el Ejército Alemán se desangró en la misma medida tras verse envuelto en una despiadada «guerra de trincheras». La razón de este fracaso fue por el nombramiento del general Philippe Pétain al mando del Ejército Francés, quién elaboró una excelente red logística consistente en una carretera de 75 kilómetros bautizada como «Vía Sagrada» o «Voie Sacrée», a través de cuyo asfalto cientos de vehículos y camiones afluyeron con refuerzos, municiones y suministros constantes a las tropas situadas en la primera línea de Verdún, las cuales también fueron sustituidas cada cierto tiempo por un sistema de rotación para mantener a los veteranos frescos y combativos. Gracias a esta estrategia los franceses y las fuerzas coloniales marroquís rechazaron todas las acometidas alemanas en las «Cuatro Chimeneas» y en el pueblo de Fleury que cambió hasta dieciséis veces de dueño, además de poner en marcha una exitosa contraofensiva con la que recuperaron el control del Fuerte Douaumont y el Fuerte Vaux, poniendo de este modo fin a la Batalla de Verdún que costó 542.000 bajas al Ejército Francés y 434.000 al Ejército Alemán, lo que la convirtió en la segunda más sangrienta de la Gran Guerra por detrás de la Batalla del Somme.

Tropas del Ejército Francés en una trinchera durante la Batalla de Verdún.

Gran Bretaña también se convirtió en un escenario bélico en 1916 cuando los zepelines del Segundo Reich emprendieron una campaña de bombarderos aéreos contras diversos puntos de Inglaterra. Los raids de estos dirigibles siempre se hacían de noche para evitar a los cazas británicos y a los vigías de las costas del Canal de la Mancha, siendo los primeros objetivos los enclaves de Great Yarmouth, Snettishham y Kings Lynn, así como más tarde en Ramsgate, Dover y Kent. Sin embargo los principales ataques desde el aire tuvieron lugar sobre la capital de Londres, donde causaron el pánico entre la población civil que experimentó el terror de ver como las bombas caían sobre su ciudad, devastaban sus barrios y provocaban la muerte entre los londinenses. Aunque los efectos de estas incursiones fueron escasos en términos humanos porque tan sólo mataron a 564 personas y se perdieron diecisiete zepelines alemanes, los daños en infraestructuras y el impacto psicológico inauguraron por primera vez en la Historia la doctrina del «bombardeo estratégico».

Zeppelín alemán siendo iluminado por reflectores en la ciudad de Londres.

Año 1917

La Revolución Rusa de Febrero de 1917 trastocó la causa de la Entente en la Gran Guerra porque el elevado número de bajas sufridas por el Ejército Ruso en el Frente Oriental, la miseria en la retaguardia y el hecho de que la contienda situó a la población al borde de la hambruna, propició un levantamiento popular en Petrogrado que acabó con la abdicación del Zar Nicolás II y la proclamación de la República Rusa. Lamentablemente el Gobierno Provisional de corte liberal y democrático que estuvo liderado por el Príncipe Georgi Lvov y más tarde por el Ministro de Guerra Alexander Kerensky cometió el mismo error que la Dinastía Romanov, ya que para obtener el favor internacional de la Entente optó por que el país continuara peleando en la Primera Guerra Mundial, algo que causó un profundo descontento en la ciudadanía que comenzó a crear un «poder paralelo» organizándose en Sóviets de Obreros y Soldados e incluso a simpatizar con el Partido Bolchevique de Vladimir Lenin, quién desde su exilio en Suiza se había presentado en Petrogrado con mucho dinero gracias a la ayuda prestada por el Ejército Alemán.

Manifestantes de Petrogrado en la Revolución Rusa de Febrero de 1917.

Estados Unidos permaneció neutral desde el comienzo de la Gran Guerra porque ya vivía un conflicto muy próximo con México, en donde estaba teniendo una guerra civil conocida como la Revolución Mexicana entre las fuerzas del Presidente Venustiano Carranza que curiosamente apoyaba Alemania con oficiales y armamento enviados al Ejército Mexicano, pero también los constitucionalistas y diversas facciones que en ocasiones provocaron altercados con sus vecinos del norte como el Incidente de Parral en Chihuahua. Sin embargo lo peor ocurrió cuando las fuerzas mexicanas del rebelde Pancho Villa invadieron el territorio de Estados Unidos y mataron a varios ciudadanos en la Batalla de Columbus, lo que propició la intervención militar del Ejército Estadounidense que cruzó la frontera con México. Aunque el objetivo eran los rebeldes villistas, el Ejército Mexicano consideró el acto una agresión, por lo que a inicios de 1917 ambos bandos libraron la Batalla de Carrizal que se saldó con una victoria mexicana y la retirada de los norteamericanos a su demarcación en Nuevo México.

El General Pancho Villa durante la Revolución Mexicana que se desarrolló durante la Primera Guerra Mundial dentro de México.

La presencia de oficiales alemanes en el Ejército Mexicano durante la Expedición Estadounidense de México provocó enérgicas quejas del Gobierno de Washington hacia el Gobierno de Berlín, como también el hecho de que el Káiser Guillermo II autorizase a los sumergibles a torpedear de manera inmisericorde a cualquier barco neutral dentro de la «guerra submarina sin restricciones», resultando hundidos un gran número de buques con bandera norteamericana en el Océano Atlántico. No obstante el detonante de las hostilidades entre ambas potencias fue el «Telegrama Zimmerman» enviado por el Ministerio de Exteriores Alemán a México para atraer a esta nación a los Imperios Centrales, algo que despertó la ira de Norteamérica porque el Presidente Woodrow Wilson convocó al Congreso y al Senado el 6 de Abril de 1917, anunciando su adhesión a la Entente y declarando la guerra a Alemania y demás miembros de la Triple Alianza, exactamente igual que hicieron otros países dentro de la «Doctrina Monroe» en Latinoamérica entre los que estuvieron Brasil, Cuba, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá y Haití, así como también en Asia las Filipinas y la Isla de Guam en donde tuvo lugar el primer incidente armado con un mercante germano en el puerto de Apa.

Celebración de la entrada de Estados Unidos en la Primera Guerra Mundial por parte de los «Boys Scouts» en la V Avenida de Nueva York.

Grecia entró en la Gran Guerra del bando de la Entente poco después de que el Ejército Anglo-Francés desplegado en Salónica forzase a la abdicación del Rey Constantino I y pusiera en el poder al aliadófilo Primer Ministro Eleftheiros Venizelos. A continuación el Ejército Griego reunido en Tracia mantuvo choques fronterizos contra el Ejército Búlgaro en torno al Río Struma, antes de que los contingentes búlgaros penetrasen en territorio heleno conquistando los márgenes del Río Mesta y las ciudades de Drama y Serres. A la izquierda de este dispositivo también las fuerzas búlgaras, alemanas, austro-húngaras y turcas que operaban en el Frente de Macedonia rechazaron a los anglo-franceses y serbios en diversos enfrentamientos como la Batalla de Monastir. Respecto a la retaguardia en la Serbia ocupada por el Imperio Austro-Húngaros, surgió una guerrilla por parte de las milicias chetniks sobre amplias zonas de los Balcanes, las cuales protagonizaron el Levantamiento de Toplica que acabó siendo sofocado con unas represalias brutales que dejaron 20.000 civiles fallecidos.

El Primer Ministro Eleftheiros Venizelos pasando revista al Ejército Griego tras la entrada de Grecia en la Gran Guerra.

En el Frente Occidental el Ejército Británico y el Cuerpo Australiano-Neozelandés efectuaron una maniobra en pleno invierno sobre el sector entre el Valle de Ancre, Artois, Miraumont y el Río Somme con el que se pudieron arañar algunos kilómetros al enemigo y capturar unos pocos prisioneros en las localidades de Thilloys e Irlés. Sin embargo la operación principal la protagonizó en primavera el Ejército Francés y algunas divisiones del Imperio Británico durante la ofensiva de Nivelle que derivó en una habitual «guerra de desgaste» frente a las trincheras del Ejército Alemán en brutales enfrentamientos como la Batalla de San Quintín y la Batalla de Chemin Des Dames, además del desproporcionado derramamiento de sangre ante los atrincheramientos germanos en el área pantanosa de Champaña. Aquel desastre franco-británico costó 352.000 bajas a los Aliados por unas 163.000 del Segundo Reich, algo que condujo al Motín Francés de 1917 y a una crisis política sin precedentes en el Gobierno de París, ya que se rebelaron 30.000 soldados contra sus mandos que pronto se convirtieron en muchos más, llegando las insubordinaciones a afectar a 113 divisiones, aproximadamente al 43% de las Fuerzas Armadas Francesas. Solamente la intervención del mariscal Philippe Pétain mejorando las condiciones de vida y el trato hacia la tropa, así como el nombramiento del nuevo Presidente Georges Clemenceau, resolvieron una peligrosa situación que a punto estuvo de hacer colapsar al Frente Occidental.

Soldados del Ejército Francés en la ofensiva de Nivelle.

Al extremo del Frente Occidental sobre el «Saliente de Bélgica, por aquel entonces la única zona no ocupada de este país por el Segundo Reich, se reunieron más de medio millón de efectivos del Ejército Británico y un número menor del Ejército Belga y el Ejército Francés para continuar ejerciendo la presión contra Alemania. Aunque en un principio se arrebató a los germanos un pequeño saliente en la Batalla de Messiness, pronto la ofensiva principal sobre otro de los salientes en Yprés naufragó de manera estrepitosa en la terrible Batalla de Passchendaele. Durante esta campaña las tropas británicas, canadienses, australianas, neozelandesas, sudafricanas, indias, terranovesas, rhodesias, belgas y francesas quedaron empantanadas sobre extensas llanuras cargadas de toneladas de barro y cráteres rellenos de agua estancada, en donde vivieron un auténtico infierno bajo el fuego de las ametralladoras y las piezas de artillería enemigas a costa de unas ganancias mínimas en el Bosque de Oppy, Westhoek y en determinados puntos del Langemacrk, ya que repelidas de la Carretera de Menin, el Bosque de Polygon, Peolcappelle, Broodseinde o Gheluvelt con unas bajas de 448.000 en el bando de la Entente y 400.000 en el Ejército Alemán.

Soldado británico en yba trinchera anegada durante la Batalla de Messsines.

El Frente Alpino permaneció inalterado a mediados de 1917 porque el Ejército Italiano tan sólo protagonizó algún progreso durante la Décima Batalla del Isonzo al avanzar 23 kilómetros hasta la ciudad de Duino, ya que posteriormente se desangró con enormes pérdidas en la Batalla de Ortigara y tan sólo arañó a los austro-húngaros el pueblo de Bainsizza y el Monte Santo durante la Úndecima Batalla del Isonzo. Al mismo tiempo en el Mar Adriático una escuadra de la Marina Imperial Austro-Húngara al mando del almirante Miklós Horthy atacó a un convoy de la Entente en la Batalla del Estrecho de Otranto, hundiendo nada menos que dieciséis barcos enemigos entre dos destructores y catorce cargueros; aunque en seguida los italianos se vengaron porque lanchas torpederas dejaron fuera de combate a un acorazado austríaco en Trieste.

Soldados del Ejército Austro-Húngaro en la Undécima Batalla del Isonzo.

La paralización del Frente de Mesopotamia se desatascó en 1917 porque tras recibir el Ejército-Anglo-Indio importantes refuerzos desde la India, en seguida remontó el Río Tigris para resarcirse de la derrota del año anterior y tomar la ciudad de Kut. La superioridad numérica y material de las tropas de la Entente fue tal que el Ejército Turco se desmoronó a los primeros choques y emprendió la retirada hacia el corazón de Irak, por lo que en seguida los soldados británicos conquistaron la capital de Bagdad. Una vez esta importante ciudad del Califato estuvo en manos de la Corona Británica, los invasores sin tiempo que perder prosiguieron su ofensiva hacia Samarra, rompiendo nuevamente las líneas otomanas y apoderándose de Fallujah, antes de ser frenados por un contingente turco-árabe en el Monte Hamrin. Como superar esta elevación fue imposible los anglo-indios bordearon la región más oriental cerca de la frontera con Persia y con los guerreros nepalís «gurkhas» en cabeza ocuparon el enclave de Istabulat, por lo menos hasta que otra vez fueron retenidos en la ciudad de Ramadi que vivió un asedio de muchos meses con numerosas bajas en ambos bandos hasta que finalmente capituló al Imperio Británico.

Tropas del Ejército Anglo-Indio entrando en Bagdad.

El fenómeno guerrillero surgido en la Península Arábiga por parte de «Lawrence de Arabia» y los rebeldes árabes se convirtió en un problema muy grave para Turquía aquel año 1917 porque decenas de trenes fueron descarrillados a manos de los beduinos sobre la Vía Férrea del Hejaz que a lo largo de 1.300 kilómetros conectaba Medina con Damasco, siendo además atacadas numerosas estaciones, postes telefónicos y guarniciones aisladas sobre la inmensidad del Desierto Arábigo. De hecho en una ocasión las fuerzas árabes al galope de sus camellos y caballos atravesaron las tórridas arenas del Desierto del Gran Nefudh y rindieron al asalto las baterías otomanas emplazadas en el puerto de Aqaba, lo otorgó a la Entente el control absoluto del Mar Rojo. Sorprendentemente y pese a la ayuda prestada por la Revuelta Árabe, tanto Gran Bretaña como Francia pactaron repartirse el Oriente Medio al término de la Gran Guerra según lo firmado en los Acuerdos de Sykes-Picot, los cuales deterioraron la alianza debido a que muchas tribus abandonaron la causa del Príncipe Feisal e incluso volvieron al campo de los Imperios Centrales.

Carga de los árabes a camello de Lawrence de Arabia al puerto de Aqaba junto al Mar Rojo.

Nuevamente en 1917 las fuerzas del Imperio Británico, la Unión Sudafricana y el Congo Belga volvieron a lanzar una gigantesca ofensiva hacia el corazón del África Oriental Alemana empleando al mayor número de efectivos hasta la fecha y logrando por primera vez desde el inicio de la Gran Guerra destruir a una columna germana del general Paul Von Lettow en la Batalla de Kilwa. No obstante dicho revés fue efímero porque en seguida los «askaris» se reorganizaron y provocaron una debacle mucho mayor a los Aliados en la Batalla de Mahiwa, pudiendo reorganizarse en la mitad sur de Tanzania e incluso lanzarse a invadir el África Oriental Portuguesa cruzando el Río Rovuma. Aquella inesperada campaña sobre Mozambique condujo a las tropas germano-tanzanas a derrotar a las tropas luso-mozambiqueñas en la Batalla de Ngomano y arrebatar a los portugueses diversas bases de suministros en Medo, Nakoti, Nhamacurra y Numarroe con las que conquistaron nada menos que tres cuartas partes de la colonia para exasperación de Portugal y la Entente.

Ametralladora del Ejército Portugués en el Río Rovuma sobre Mozambique.

China se vio sacudida por la Restauración Manchú de los guerreros del Señor de la Guerra Zhang Xu, quién en 1917 pretendió volver a entronizar al derrocado Emperador Pu-Yi que por aquel entonces era un niño y estaba recluido en la Ciudad Prohibida, aunque su aventura terminó en una derrota militar en Pekín y Tianjin frente a los republicanos de las Camarillas de Fengtian, Anhui y Zhili. Como curiosamente el Reino Unido y Japón apoyaron en el conflicto interno a la República de China, este país no tuvo más remedio que sumarse a la contienda y declarar la guerra a los Imperios Centrales; algo que en Asia también hizo el Reino de Siam que se adhirió a la Entente e incluso envió al Cuerpo Siamés al Frente Occidental de Francia. De hecho en la vecina Indochina Francesa estalló la Rebelión de Thai Nguyên dentro del corazón de Vietnam, donde un grupo de vietnamitas trataron de obtener la independencia sin éxito para terminar siendo aplastados por el Ejército Francés.

Fuerzas de la República de China accediendo a la Ciudad Prohibida durante el fallido intento de la Restauración Manchú.

Persia fue el país que más sufrió en la Primera Guerra Mundial debido a los continuos choques que sobre suelo iraní mantuvieron los Aliados y los Imperios Centrales, pero sobretodo por las abusivas requisas de grano y el esquilmamiento de ganado y todo tipo de alimentos que practicaron el Imperio Ruso y el Imperio Británico sobre las provincias de Jorasán, Kuzestán, Sistán y el Azerbayán Persa, algo que sumado a la presencia del Imperio Otomano en Tabriz, sin obviar con que la Revolución Rusa provocó la deserción de miles de soldados rusos y cosacos que se dedicaron a saquear las inmediaciones de Qazvin, situó a la nación al borde de la tragedia y la inanición. Así fue como se desató la conocida como Hambruna Persa de 1917 que azotó vastos espacios en donde murieron cientos de miles de seres humanos sin nada de comer, incluyendo en la capital de Teherán que se quedó sin reservas de pan y otras áreas del interior en las que se agotó el trigo y la totalidad de los productos agrícolas. A dicha desnutrición, a las bajas calorías y a los miles de cadáveres abandonados a la intemperie, se añadieron la proliferación de enfermedades como la cólera, la disentería, el tifus, las fiebres y las gripes que acabaron con la vida de muchos millares más de ciudadanos, siendo la cifra total de muertos en la Hambruna Persa de más de 2 millones de personas contabilizadas (aunque la cifra real fue mayor, incluso el doble), lo que convirtió a este país en el contendiente que más víctimas mortales padeció de la Gran Guerra.

Cadáveres de civiles iranís durante la Hambruna Persa de 1917-1918.

El Océano Atlántico alcanzó su punto álgido en la «guerra submarina sin restricciones» porque con la entrada en la contienda de Estados Unidos o Brasil las presas a torpedear eran muchas más como les ocurrió a tres transatlánticos en espacio de pocos días, llegándose a contabilizar entre 860.000 y 500.000 toneladas hundidas mensualmente, unas cantidades que obligaron a reducir las raciones drásticamente en Inglaterra. Los raids alcanzaron latitudes tan lejanas como el Ártico o el Océano Pacífico, en este caso por parte de los corsarios que despacharon algunos barcos en la Polinesia Francesa; mientras que en el Mar Mediterráneo los submarinos germanos y austro-húngaros echaron a pique en tan sólo un mes a 94 embarcaciones inglesas, italianas, francesas, griegas y japonesas, la mayoría sobre la ruta marítima en dirección a la Isla de Malta. A pesar de todo de vez en cuando se registraron enfrentamientos de superficie como el de las Islas Shetland en el Mar del Norte, donde dos cruceros alemanes hundieron de golpe a un convoy de once navíos británicos contando a dos destructores y nueve cargueros a medio camino entre Escocia y Noruega.

Carguero británico SS Maplewood hundido por el submarino alemán U-35 ante la costa de Cerdeña.

La «Ofensiva Kerensky» lanzada por Rusia en el Frente Oriental fue un intento político del Gobierno Provisional y del Ministro de Guerra Alexander por demostrar el compromiso de su nación con la Entente. La operación que comenzó con el asalto del Ejército Ruso sobre dos agrupaciones del Ejército Austro-Húngaro y una del Ejército Alemán fracasó en el sector central de Galitizia y en el norte sólo obtuvo ganancias en Koniujy y Zolochiv, pues los rusos y los voluntarios de la Legión Checa fueron rechazados con grandes bajas en la Batalla de Zborov. Solamente en el sector sur una de las agrupaciones rusas del general Lavr Kornilov ocupó un considerable espacio de terreno al tomar la ciudad de Stanislav y cruzar el Río Lomnista, además de destacar en una maniobra de distracción sobre la vertiente septentrional las mujeres del Batallón Femenino de la Muerte. Desgraciadamente la situación era tan precaria y los agentes bolcheviques tan numerosos en el Ejército Ruso que en seguida comenzaron los motines, primero en las unidades pequeñas, luego en las divisiones e incluso hasta cuerpos de ejércitos enteros. Aquellas rebeliones internas fueron aprovechadas por los Ejércitos Alemán y Austro-Húngaro que pasaron a la contraofensiva para recuperar el terreno perdido en Stanislav, Koniujy y Zolochiv, antes de cruzar la frontera de la Ucrania Rusa e invadir el territorio nacional en un fugaz avance que culminó con la conquista de Tarnopol y Czernowitz, llegando en algunos puntos las vanguardias de los Imperios Centrales a superar Bukovina y el Río Dniéster.

Atrincheramiento del Ejército Ruso en la «Ofensiva Kerensky».

El desastre la «Ofensiva Kerensky» no acabó Galitzia porque las demás agrupaciones del Ejército Ruso se vieron contagiadas en Moldavia, Bielorrusia y los Países Bálticos, cuyas divisiones se disolvieron en medio de amotinamientos, asesinatos a oficiales y asaltos a cuarteles y depósitos de armamento. Así fue como la práctica totalidad de las Fuerzas Armadas Rusas se desintegraron sobre el Frente Oriental con más de 2 millones de desertores que comenzaron a vagar por los campos y llanuras provocando el caos en la retaguardia, saqueando aldeas, tomando fincas, ocupando propiedades, violando campesinas y matando a judíos en pogromos antisemitas. Las autoridades fueron incapaces de restaurar el orden porque hasta en Petrogrado hubo una violenta manifestación obrera que fue repelida a tiros en los llamados «Días de Julio», un episodio que aumentó el prestigio de los Sóviets y desacreditó al Gobierno Provisional, sobretodo tras un fracasado intento de golpe de Estado por parte del general Lavr Kornilov que en parte fue desarticulado por los fusileros de la Guardia Roja del Partido Bolchevique.

Golpe del general Lavr Kornilov en Rusia.

La manifiesta debilidad de Rusia fue aprovechada por Alemania en algunos sectores del Frente Oriental a sabiendas de que la mayor parte del Ejército Ruso se había amotinado contra el Gobierno Provisional, por lo que el Ejército Alemán desplegado en Letonia lanzó una ofensiva hacia el norte atravesando el Río Daugava y el Río Mazâ Jugla, para converger sobre la capital de Riga que se rindió a los germanos tras virulentos ataques con gases. Después de huir los supervivientes rusos a la vecina Estonia y ser desarbolada la Flota del Báltico con el hundimiento de un acorazado y otros barcos menores a manos de la Marina Imperial Alemana durante la «Operación Albión» sobre las Islas Moondsund, la joven democracia rusa quedó en una posición de tal vulnerabilidad que en seguida la coyuntura sería aprovechada por los revolucionarios de Vladmir Lenin.

Soldados del Ejército Alemán con barcazas durante la Batalla de Riga en Letonia.

A las 21:45 horas del 7 de Noviembre de 1917, miles de revolucionarios organizados en Sóviets de obreros, soldados, ferroviarios y campesinos, así como los miembros de la Guardia Roja y los marineros de la Base Naval de Kronstadt, se echaron a las calles de Petrogrado y asaltaron el Palacio del Invierno bajo el soporte artillero del crucero Aurora anclado en el Río Neva. Aquel acontecimiento que sería conocido como la Revolución Bolchevique concluyó con la toma por los marxistas tanto del edificio gubernamental como también de toda la ciudad, además de muchas otras muchas en todo el país como Moscú o Kharkov, lo que supuso la huida al exilio del Primer Ministro Alexander Kerensky y la disolución del Gobierno Provisional, más la instauración de un régimen comunista liderado por Vladimir Lenin, quién no tardó en aplicar una terrible persecución política denominada «Terror Rojo» y en entablar negociaciones con los Imperios Centrales para sacar a Rusia de la Primera Guerra Mundial.

Vladimir Lenin en Petrogrado durante la Revolución Bolchevique.

Moldavia que era el único sector del Frente Oriental que se había mantenido estable con la Revolución Bolchevique, por el momento resistió las ofensivas del Imperio Austro-Húngaro gracias a que el Ejército Rumano se mantuvo firme en sus posiciones rechazando a alemanes, austríacos y húngaros en la Batalla de Mârâsti junto al Río Putna y en la Batalla de Mârâsesti sobre el Valle de Oituz. Lamentablemente al producirse la disolución del Ejército Ruso y acceder el Ejército Alemán a Ucrania, las fuerzas rumanas quedaron embolsadas y no tuvieron más remedio que negociar con los Imperios Centrales, firmando el Tratado de Bucarest mediante el cual Rumanía salió derrotada de la Primera Guerra Mundial, cedió la provincia de Dobrudja a Bulgaria y transfirió los derechos de los pozos petrolíferos de Ploiesti a Alemania, aunque al menos se permitió al país anexionarse la provincia de Besarabia a costa de Rusia.

Batería del Ejército Rumano en la Batalla de Mârästi en Moldavia.

Las trincheras de Francia volvieron a ser testigo de nuevas campañas a finales de 1917 como la operación del Ejército Francés con la que se pudo arrebatar algunos kilómetros al Segundo Reich en la Batalla de Malmaison, aunque sin duda la campaña más sorprendente fue la que puso en marcha el Ejército Británico en la famosa Batalla de Cambrai. Durante esta acción un regimiento de más de 300 tanques, por aquel entonces la mayor agrupación blindada reunida en la Gran Guerra, arremetieron contra las posiciones enemigas haciendo que los alemanes se rindieran o huyeran despavoridos al comprobar como aquellos carros de acero aplastaban con sus cadenas las trincheras sin que las granadas o ametralladoras pudiesen hacer nada para inmovilizarlos. Aunque los británicos aprovecharon la punta acorazada para avanzar 9 kilómetros hasta Gonnelieu, a los pocos días el Ejército Alemán pasó a la contraofensiva empleando piezas de artillería a modo de armas anticarro, por lo que en seguida los germanos recuperaron el terreno perdido sobre Cambrai y destruyeron a nada menos que 180 tanques, haciendo fracasar la misión a la Entente.

Tanque británico Mark I en una trinchera durante la Batalla de Cambrai.

La Cordillera de los Alpes fue sacudida en el otoño de 1917 por un violento bombardeo de 3.000 piezas de artillería que con proyectiles y gases barrieron la vasta extensión del Frente Italiano, poco antes de que el grueso del Ejército Austro-Húngaro y una agrupación del Ejército Alemán se abalanzaran con una masa de hombres jamás concentrada en este teatro de operaciones con el que se emprendió la Batalla de Caporetto. Las tropas alemanas llevaron el peso de la campaña porque en seguida abrieron brecha por la Sierra de Kolovrat entre Tolmino y Plezzo, al mismo tiempo en que tropas de montaña bávaras desarticulaban las posiciones fijas de los latinos en diversos puntos como el Monte Matajur. Simultáneamente sobre el litoral del Mar Adriático los austro-húngaros aprovecharon la descomposición del Ejército Italiano más arriba para tomar en la costa las ciudades de Palmanova y Latisana, como también hicieron otras divisiones partiendo desde Eslovenia y el Trentino. Una vez roto el Frente Alpino tras la ocupación del enclave de Caporetto, el Ejército Italiano se desintegró ante la superioridad táctica de sus oponentes, aunque el golpe de gracia lo propinó un destacamento germano liderado por el oficial Erwin Rommel que a espaldas de las fuerzas latinas capturó a un gran número de prisioneros y cerró el paso al resto de contingentes en Longarone. A raíz de este descomunal desastre con el que se infligió 360.000 bajas a los soldados italianos entre la frontera y el Río Piave, los supervivientes encima se amotinaron, desertaron en masa e incluso proclamaron la «revolución socialista» mientras las tropas de los Imperios Centrales conquistaban la mayor parte del noreste de Italia e incluso cruzaban el Río Tagliamento para quedarse a escasos kilómetros de Venecia.

Retirada del Ejército Italiano sobre los Alpes tras la Batalla de Caporetto.

Gaza era la plaza situada entre África y Asia que separaba la Península del Sinaí del Creciente Fértil, por lo que aquel 1917 se convirtió en el principal objetivo a tomar dentro del Frente de Oriente Medio por las fuerzas del Imperio Británico al mando del general Sir Edmund Allenby. Lamentablemente para los atacantes las campañas iniciales fueron desastrosas porque en la Primera Batalla de Gaza los defensores del Ejército Turco liderados por el general Cemal Pachá, quién acababa de recibir la ayuda de los voluntarios del Cuerpo Asiático-Alemán «Asien Korps» del general Friedrich Von Kressentein, dejaron fuera de combate a una división galesa entera; mientras que en la Segunda Batalla de Gaza los otomanos volvieron a resistir un ataque con gases, tanques y un número mayor de efectivos, provocando una nueva derrota a sus rivales. Las cosas cambiaron en la Tercera Batalla de Gaza porque la caballería del Cuerpo Australiano-Neozelandés desbordó a las tropas turcas en la ciudad hasta que la propia Gaza fue conquistada; al mismo tiempo en que en el extremo más oriental del dispositivo otras unidades del Ejército Británico aplastaron a los turcos en la Batalla de Beersheva. Hecho esto, el contingente expedicionario emprendió la persecución de las divisiones otomanas en retirada sobre Palestina, tomando con rapidez las ciudades de Hebrón, Belén y Jaffa, antes de entrar triunfales las vanguardias de los Aliados en la «Ciudad Santa» de Jerusalén.

Tropas del Ejército Turco detrás de una duna durante la Segunda Batalla de Gaza.

El «bombardeo estratégico» que Alemania emprendió contra Gran Bretaña con los zepelines fue siendo gradualmente cancelado en 1917 ante la pérdida de un buen puñado de dirigibles que primero eran iluminados por los focos reflectores en la noche y luego incendiados a manos de las armas antiaéreas, por lo que en seguida estos globos fueron sustituidos por grandes formaciones de decenas de bombarderos del tipo Gotha. Estos aviones germanos que atacaban durante el día causaron grandes destrozos en la capital de Londres y otras ciudades de Inglaterra, perdiéndose tan sólo 24 de estos aparatos en toda la guerra y causando a la población civil británica más de 2.000 bajas, incluyendo 832 muertos. Curiosamente también la Fuerza Aérea Francesa empleó en menor medida las incursiones desde el aire sobre zonas industriales del Segundo Reich en el Ruhr; exactamente igual que hicieron cazas equipados con bombas del Cuerpo Aéreo Real Británico, los cuales despegaban de Grecia para arrojar su mortífera carga en la capital turca de Constantinopla.

Bombarderos Gotha en Bélgica antes de lanzar un bombardeo sobre Londres.

Año 1918

El comienzo del año 1918 se caracterizó por el inicio de la Guerra Civil Rusa entre la Rusia Soviética que dominaba las tierras occidentales hasta los Montes Urales contra un conglomerado de republicanos, zaristas, mencheviques, etcétera, de la Rusia Blanca que se extendían sobre parte las regiones meridionales y Siberia. Aquella lucha fratricida que dejaría cientos de miles de muertos en ambos bandos y el asesinato del Zar Nicolás II junto a toda la Dinastía Romanov, obligó al Ejército Rojo a centrar su atención exclusivamente en los combates contra el Ejército Blanco, por lo que Vladimir Lenin no tuvo más remedio que enviar como representante a León Trotsky para negociar los términos de la rendición con los Imperios Centrales. Así fue como el 3 de Marzo se firmó el Tratado de Brest-Litvosk mediante el cual Rusia salió derrotada de la Primera Guerra Mundial, teniendo que pagar una gran reparación económica a los vencedores y ceder a Alemania y Austria-Hungría un gigantesco territorio que incluyó los Países Bálticos, Finlandia, Bielorrusia, Ucrania, Crimea y el Kubán, además de entregar a Turquía el control del Cáucaso.

Tropas del Ejército Austro-Húngaro entrando en la ciudad medieval de Kamenets-Podolsky durante la «Operación Fautschlag» en Ucrania.

La desintegración del Imperio Ruso que supuso la Revolución Bolchevique implicó que el Ejército Alemán y el Ejército Austro-Húngaro ocupasen todo el espacio cedido por Rusia en la denominada «Operación Faustlacht» hasta la línea fijada con la Rusia Occidental en el Tratado de Brest-Litvosk, haciéndolo sin pegar un sólo tiro salvo por una breve escaramuza contra la Legión Checa en la Batalla de Bakhmach que se hubo de replegar a Siberia. Una vez completada esta vasta ocupación, los Imperios Centrales se aprovecharon de la población autóctona no-rusa para otorgar la independencia a determinados países que se convertirían en sus «estados satélites» como fue el caso del Reino de Polonia bajo el patronazgo de Austria-Hungría o Ucrania; o el Reino de Ucrania, la República Popular de Bielorrusia y el Reino de Lituania bajo la tutela de Alemania, además de conceder el Káiser Guillermo II un «micro-estado» a los alemanes étnicos del Mar Báltico en el Ducado de Curlandia y Semigalia que más tarde se unificó en el Ducado del Báltico Unido sobre Letonia y Estonia. Más complicado fue el caso de Finlandia porque al estallar la Guerra Civil Finlandesa entre la Guardia Roja y la Guardia Blanca, el Segundo Reich desembarcó un contingente militar a las afueras de Heilsinki hasta que se aplastó a los revolucionarios y el país quedó bajo la órbita del Gobierno de Berlín.

Miembros de la Guardia Blanca Finesa y soldados alemanes en Finlandia a las afueras de la ciudad de Mikkala en la Guerra Civil Finlandesa.

La fragmentación del Cáucaso con el Tratado de Brest Litovsk derivó en la independencia de Georgia, Azerbayán y la República Montañesa del Cáucaso Norte, está última sobre Chechenia y toda la Ciscaucasia, las cuales se unieron a la coalición de los Imperios Centrales y declararon la guerra a la Entente; mientras que Armenia también se separó de Rusia para adherirse en solitario al bando de los Aliados. Precisamente esta última nación corrió un peligro extremo al verse rodeada en todas sus fronteras de enemigos y especialmente en cuanto el Ejército Turco se lanzó a la contraofensiva, expulsando en cruentos choques a las fuerzas armenias de Erzurum, Batumi y Sarikamis, exactamente igual que hizo el Ejército Persa desde el este arrebatando a los armenios Makú y Khoi. Después de perder la República de Armenia las históricas ciudades de Van, Kars y Alexandropol, en cuanto los otomanos amenazaron la capital de Erevan, cayeron en una trampa porque desde las montañas adyacentes al Río Aras, el Ejército Armenio lanzó una contraofensiva con la que cortó al Ejército Turco en tres contingentes menores que fueron destruidos de manera aislada en las Batallas de Sardarabad, Karakliss y Bash. A causa de dicho revés, el Imperio Otomano firmó el Tratado de Batumi con Armenia, reconociendo a este país en la Armenia Rusa, pero no en la Armenia Otomana. Gracias a este acuerdo con Turquía la República de Armenia pudo atender sus otros conflictos con Azerbayán en la Guerra Armenio-Azerí por la que se disputaron el Nagorno-Karabaj, pero también con Georgia en la Guerra de Lori durante la cual el Ejército Georgiano recibió ayuda de la Fuerza Expedicionaria Alemana desembarcada en Poti.

Caballería del Ejército Georgiano al servicio de los Imperios Centrales durante su conflicto armado contra la República de Armenia leal a la Entente.

Palestina centró la atención de las operaciones en el Oriente Medio porque el general Sir Edmund Allenby desencadenó una gran ofensiva con miles de tropas anglo-indias, australianas, neozelandesas, sudafricanas y egipcio-sudanesas del Imperio Británico, más cuerpos menores de franceses e italianos, que sobre el Creciente Fértil quebraron en algunos puntos de las defensas otomanas sobre la ciudad de Jericó, el enclave de Tel Asur y el Valle del Río Jordán. No obstante pronto el Ejército Turco que contaba con la ayuda de los soldados alemanes y austro-húngaros del «Asien Korps», pudo frenar la acometida de los Aliados en la región de Ammán, como también en otras dos ocasiones sobre los sectores transjordanos de Es Salt y Shunet Nimrin. Ni tan siquiera en esta ocasión los rebeldes árabes de «Lawrence de Arabia» tuvieron mucho éxito porque tras una breve insurrección en Tafila fueron rechazados en la Batalla de Ma’an sobre Transjordania; mientras que en el Frente de Mesopotamia las ganancias del Imperio Británico fueron mínimas con el asedio y toma de las ciudades de Najaf, Baghdadi y Sharqat. Solamente en las costas del Mar Mediterráneo los otomanos encajaron un grave revés porque parte de la Flota Turca fue desarbolada por la Flota Aliada en la Batalla de Imbros que tuvo lugar junto a las costas de Grecia.

Prisioneros del Ejército Turco a manos de la Caballería Australiana al producirse la caída de Jericó en Palestina.

La guerra naval en el Océano Atlántico alcanzó su punto decisivo en 1918 porque los submarinos alemanes despacharon cientos de miles de toneladas en mercantes estadounidenses y británicos todos los meses, incluyendo a sus escoltas como sucedió durante el hundimiento del acorazado norteamericano USS San Diego o del acorazado inglés HMS Brittania en Cabo Trafalgar. De hecho a veces se sucedieron increíbles hazañas como la del sumergible U-156 que accedió a la rada de Orleans en Massachusetts y sin ser detectado echó a pique a tres embarcaciones dentro del propio territorio de los Estados Unidos; sin obviar con que el U-151 se infiltró en la Bahía de Cheasepeak cortando los cables telegráficos con Nueva York y hundiendo a 23 mercantes en las inmediaciones de Nueva Jersey. La desesperación de los Aliados con los submarinos fue de tal nivel que intentaron neutralizarlos en sus propias bases de Bélgica lanzando una serie de raids contra Zeebruge y Ostende que terminaron en un desastre para los ingleses, además de llevar a cabo un ataque aéreo sobre Tondern con aparatos a bordo del primer portaaviones de la Historia que fue el HMS Furious. Lamentablemente para los Imperios Centrales la superioridad industrial de sus rivales era ya tan enorme, así como también las escoltas de los cargueros que comenzaron a organizarse en convoyes para minimizar las pérdidas y garantizar una mejor protección, que los sumergibles germano-austríacos ya no pudieron soportar las bajas propias y mucho menos competir estos dos países en el plano económico con los Aliados.

Portaaviones británico HMS Furious con un avión Sopwith Camel, el único barco de este tipo en la Primera Guerra Mundial que bombardeó la base de Tondern.

A las 4:40 horas del 21 de Marzo de 1918 comenzó la «Ofensiva de Primavera» del Ejército Alemán mediante un bombardeo previo de más de 6.000 piezas de artillería que arrojaron 3’2 millones de proyectiles y gases venenosos como el cloro o el mostaza sobre las sorprendidas posiciones de los Aliados. Aquella operación que fue bautizada como la «Kaiserlacht» o «Batalla de los Káiseres» por el general Erich Ludendorff del Estado Mayor Imperial, buscaba aprovecharse del potencial de todas aquellas divisiones liberadas del Frente Oriental tras la salida de la contienda de Rusia, para una vez en Francia poder romper las líneas enemigas con la finalidad de tomar París antes de que el poderío militar e industrial de Estados Unidos decantase el conflicto en favor de la Entente. Como era de esperarse la campaña pronto demostró ser un éxito porque en seguida las tropas de élite «Stosstruppen» se infiltraron en las trincheras enemigas y provocaron el caos a su retaguardia, momento que aprovecharon más de 1 millón de soldados alemanas para abalanzarse contra un conglomerado de 1 millón de defensores franceses, británicos, estadounidenses, italianos, portugueses, belgas, canadienses, australianos, neozelandeses y siameses.

Tanque alemán A7V sobre la ciudad francesa de Roye en Marzo de 1918 durante la «Kaiserlacht».

La «Ofensiva de Primavera» se dividió en varias fases según el sector del Frente Occidental, recayendo el punto de gravedad en la «Operación Michel» porque en seguida las fuerzas de los «Stosstruppen» abrieron brecha en el Río Oise, a través de la cual se colaron las divisiones germanas superando el Canal de San Quintín, expulsando a los británicos del Río Somme, venciendo a tropas franco-irlandesas en Bapaume y empujando a ingleses, neozelandeses y estadounidense por el Saliente de Flesquieres hasta quedarse los invasiones a 15 kilómetros del nudo de Amiens. Algo más al norte en el Saliente de Yprés se lanzó la «Operación Georgette» con el que se aplastó al Cuerpo Portugués sobre el Valle de Lys, además de arrebatarse a los británicos las ciudades de Kemmelberg y Scherpenger. Simultáneamente en la «Operación Blücher-York» se abrió una brecha de 20 kilómetros entre el Río Aisne y la localidad de Verle con la que se machacó al Ejército Francés y se alcanzaron las orillas del Río Marne, por lo menos hasta que los germanos se vieron frenados por el Ejército Estadounidense en la Batalla del Bosque de Belleau. También hubo otras maniobras menores como la «Operación Gneisenau» que fracasó porque los alemanes fueron incapaces de acercarse a Compiègne o la Batalla de Le Hamel, cuyo pueblo cambió de dueño dos veces hasta quedar en el lado del Ejército Anglo-Estadounidense.

Tropas del Ejército Alemán cargando contra una trinchera sobre Flesquières durante la «Ofensiva de Primavera».

La Segunda Batalla del Marne decidiría el resultado de la «Ofensiva de Primavera» porque después de provocar el Ejército Alemán varias rupturas sobre el Frente Occidental, de nuevo se cruzaron las orillas del Río Marne como en el año 1914 y las vanguardias se situaron a escasos kilómetros de la capital de París. Acto seguido el 15 de Julio de 1918, las tropas alemanas arremetieron en dirección a la ciudad de Reims, aniquilando durante el trayecto a un batallón francés y otro italiano en Chaumuzy, aunque tras este éxito inicial pronto quedó patente el cada vez mayor número de tropas de la Entente que afluían desde la retaguardia, la mayoría equipadas por todo el material venido de Estados Unidos que consiguieron frenar a los invasores y desangrarlos sobre una línea en el Bosque de Coutron. A continuación los Aliados pasaron al contraataque frontalmente desde el Río Ourcq y desde los flancos con cientos de miles de tropas norteamericanas, inglesas, francesas, marroquís, italianas que desarticularon a los germanos en las Batallas de Château-Thierry, Tardenois y Soissons. Ante este estrepitoso fracaso en el que Alemania malgastó a sus últimos recursos humanos, el general Erich Ludendorff no tuvo más remedio que decretar la evacuación del Río Marne el 6 de Agosto de 1918 a sabiendas de que había perdido la Segunda Batalla del Marne y por ende la Primera Guerra Mundial.

Soldados del Ejército Estadounidense en una trinchera durante la Segunda Batalla del Marne.

A mediados del verano de 1918 los Imperios Centrales tan sólo mantuvieron la iniciativa en el Cáucaso porque las fuerzas del Imperio Otomano y Azerbayán se unificaron en el Ejército del Islam, el cual se dirigió a la capital de Bakú debido a que tras el aplastamiento de la insurrección bolchevique de la Comuná de Bakú, una coalición de fuerzas armenias, rusas blancas y pro-inglesas fundaron la Dictadura Central del Caspio. Como el Reino Unido ansiaba los pozos petrolíferos de Azerbayán, en seguida envió a una expedición de unidades anglo-indias, australianas y nepalís bautizada como «Duntersforce» que atravesó 350 kilómetros de Persia y sostuvo violentos choques con las milicias persas en Zinjan o Reshet, hasta que finalmente los invasores se apoderaron de unos botes en el Mar Caspio con los que desembarcaron en Bakú. Sin embargo la entrada en la ciudad se produjo al mismo tiempo en que el Ejército Turco y el Cuerpo Azerí la pusieron bajo asedio y bombardearon con artillería, para a continuación librarse la sangrienta Batalla de Bakú que concluyó con la derrota de los británicos y una matanza de civiles armenios, no sin que antes los supervivientes ingleses y rusos blancos se retirasen hacia el norte sin dejar de ser acosados por los guerrilleros musulmanes de la República Montañesa del Cáucaso Norte que emboscó y mató a muchos de ellos en Derbend, materializándose de este modo la última gran debacle de los Aliados en la Primera Guerra Mundial.

Batería de artillería del Ejército del Islam compuesto por turcos y azerís, bombardeando la capital y los pozos petrolíferos de Bakú en Azerbayán.

Las cosas en África marcharon bastante mal en 1918 para la República de Tripolitania porque la presión del Ejército Británico desde Egipto y la del Ejército Italiano en Trípoli, hizo que los libios fueran siendo expulsados de los oasis del Desierto del Sáhara y a la vez aplastados en diferentes choques sobre el triángulo comprendido entre Sollum, Mersa Matruh y el Paso de Halfaya, siendo finalmente expulsados de la Cirenaica y las costas del Mar Mediterráneo para refugiarse en las profundidades de El Fezzan al sur de Libia. Solamente el destino le fue favorable al general Paul Von Lettow en África Oriental, pues después de su aventura en Mozambique y volver sobre sus pasos a Tanzania, invadió la colonia de la Rhodesia Británica, donde tras cruzar la frontera por el Lago Nyasa y derrotar de manera humillante a las fuerzas del Imperio Británico, los soldados alemanes conquistaron al importancia ciudad de Kasema e incluso se infiltraron en los bordes de Nysalandia, por lo que estos veteranos se convirtieron en las únicos combatientes de los Imperios Centrales en estar ganando sobre un teatro de operaciones cuando les sorprendió más tarde el final de la Primera Guerra Mundial.

Avance por la selva de las tropas germano-tanzanas cerca de Lioma en el Mozambique Portugués.

En los Balcanes los Aliados pasaron a la contraofensiva en el verano de 1918 con una concentración de medios que incluyó más de 700.000 franceses, británicos, griegos, serbios e italianos que apenas tardaron en abrir una brecha de 35 kilómetros sobre el Macizo de Moglena. Una vez roto el frente las fuerzas anglo-griegas fueron masacradas y derrotadas por el Ejército Búlgaro en la Batalla de Dorian, aunque por los flancos se colaron las unidades serbias y tropas coloniales franco-africanas que tomaron Vardar, Prilep y la capital macedonia de Skopje, dejando atrapadas a un gran número de divisiones búlgaras al borde del colapso, por lo que finalmente Bulgaria solicitó la paz con la Entente y salió de la Primera Guerra Mundial firmando los Acuerdos de Salónica. Aprovechándose de esta situación tan favorable en su frontera de los Cárpatos y en que se había dejado incomunicada a Turquía en Europa, Rumanía rompió el Tratado de Bucarest y volvió a declarar la guerra a los Imperios Centrales, retomando el control del país en un hábil golpe de mano y a expulsando a los ocupantes de Craiova, donde enlazó con las vanguardias de la coalición anti-alemana que venían desde el recién invadido Kosovo. Al mismo tiempo en que todo se desmoronaba sobre la geografía balcánica, el contingente italiano que subía en paralelo a la costa del Mar Adriático desarticuló a los escasos defensores austro-albaneses para entrar en la capital de Tiranna y apoderarse de toda Albania. Fue entonces cuando el Ejército Serbio y el Ejército Anglo-Francés accedieron a Serbia para liberar en diversos choques las ciudades de Nîs, Novi Pazar y Vidin, algo que lograron gracias las deserciones masivas de los soldados de origen eslavo o balcánico del Ejército Austro-Húngaro, por lo que en cuestión de pocos días los soldados serbios volvieron a pisar triunfales su querida capital de Belgrado.

Soldados del Ejército Griego escoltan a prisioneros del Ejército Búlgaro durante la ofensiva final en los Balcanes.

La crisis de Austria-Hungría en los Balcanes y el Motín de Kotor en Montenegro que estalló poco después de que marineros eslavos se rebelasen en algunos buques de la Marina Imperial Austro-Húngara, afectaron irremediablemente al Frente Italiano que se situaba al norte de Venecia. Aunque el Ejército Austro-Húngaro mantenía la iniciativa en el noreste de Italia, en seguida sus unidades se vieron sacudidas por las rebeliones internas de origen croata y esloveno, por lo que el mariscal Armando Díaz aprovechó la situación de caos para lanzar a todo el grueso del Ejército Italiano a la ofensiva con ayuda del Ejército Anglo-Francés y el Ejército Estadounidense. Aunque inicialmente las tropas austro-húngaras resistieron a los latinos en el Monte Grapa y los rechazaron en la Cota San Mateo, en seguida toda la línea del frente colapsó en el Río Piave con la consiguiente retirada hacia el norte, siendo finalmente el grueso del Ejército Austro-Húngaro vencido de manera decisiva por el Ejército Italiano en la Batalla de Vittorio Véneto, por lo que los italianos pudieron recuperar todo el terreno perdido en la Batalla de Caporetto de 1917, alcanzar los márgenes del Río Isonzo en los Alpes e incluso desembarcar a un contingente con el que se conquistó el puerto de Trieste.

Ametralladora del Ejército Italiano durante la Batalla de Vittorio Véneto.

El ataque final de los Aliados contra Oriente Medio empezó en Septiembre de 1918 con las fuerzas del Imperio Británico aplastando las líneas del Grupo de Ejércitos Otomano «Yildirim» al norte de Palestina y tomando con sus alas importantes enclaves como Arsuf, Tulkarm, Tabsor, Afulah, Jenin, Arara, Tiberias y Samakh, más los estratégicos puertos de Haifa y Acre, además de rodear a un gran número de enemigos con la conquista de Nazaret y posteriormente de Nablus a lo largo de una campaña que pasaría a ser conocida con el nombre de la Batalla de Megiddo. Algo más hacia el interior los guerreros de la Revuelta Árabe dirigidos por «Lawrence de Arabia» salieron de su estancamiento con la neutralización de la Estación de Ma’an, el aniquilamiento de una columna turco-germana en la Matanza de Tafas y su infiltración en el Desierto Sirio. Completadas todas estas maniobras que terminaron con Palestina en manos de la Entente, en seguida se procedió a la invasión de Siria mediante un avance fugaz que condujo a los anglo-indios a asegurar Tiro y Sidón, a la vez en que los franceses se hacían con Deraa y la caballería australiana rebasaba a un contingente otomano en el Desfiladero de Barada. A continuación los rebeldes árabes del Príncipe Feisal entraron triunfales en la capital de Damasco, para acto seguido forzar las tropas británicas y francesas los Altos del Golán y acceder al Líbano que cayó con la capital de Beirut, exactamente igual que las ciudades sirias de Trípoli y Homs. Después de un breve enfrentamiento entre coches blindados británicos y alemanes en el Valle de Bekaa, los Aliados ocuparon la ciudad de Aleppo y también la de Muskimiya justo en los bordes con la Anatolia Turca.

Ocupación de Jenin por la caballería australiana sobre Palestina en su carrera hacia Siria.

La «Ofensiva de los 100 Días» constituyó la última operación del Frente Occidental cuando después de la debacle sufrida por el Segundo Reich en la Segunda Batalla del Marne los Aliados pasaron al contraataque con más de 5 millones de soldados contra algo más de 3 millones de defensores del Imperio Alemán. La arremetida inicial fue en Picardía en lo que se conoció como la Batalla de Amiens, donde las fuerzas anglo-australianas y norteamericanas hicieron decenas de miles de prisioneros; antes que las fuerzas anglo-canadienses, neozelandesas y estadounidenses arrollasen a los germanos sobre el Río Somme y atravesaran el Canal de Alberto para hacerse con Noyon y Bapaume. Al mismo tiempo los contingentes belgas empujaron sobre el Saliente de Yprés en Courtai para a las pocas semanas entrar el Rey Alberto I como liberador en la ciudad de Brujas; a la vez en que las divisiones británicas vencían en la sangrienta Batalla del Canal de San Quintín después de recibir la ayuda de los norteamericanos a la hora de desalojar a los alemanes del Túnel de Bellicourt y de los australianos que flanquearon Riqueval y Belenglise. Algo más hacia el oeste las tropas francesas superaron el Río Selle y una vez dentro del «Reducto Nacional Belga» sobre el Valle de Lys los ingleses se apoderaron de Lille y Douai, los canadienses de Valenciannes y los belgas de los estratégicos puertos de Zeebruge y Ostende, sin obviar con que en Francia las unidades neozelandesas que dejaron atrás el Río Sambre se hicieron con Le Quesnoy. Bastante más complicada fue la Batalla del Bosque del Argonne porque después de que Ejército Estadounidense y el Cuerpo de Marines al mando del general John Pershing cruzaran con éxito el Río Mosa, en seguida quedaron atrapados en medio de un infierno de arboleadas defendidas por alemanes que paralizaron su avance y provocaron decenas de miles de bajas a los norteamericanos en lo que fue su peor experiencia de la Gran Guerra.

Infantes estadounidenses del Cuerpo de Marines disparando una ametralladora durante la Batalla del Bosque de Argonne dentro del contexto de la «Ofensiva de los 100 Días».

El descalabro de los Imperios Centrales propició que el 30 de Octubre el Imperio Otomano solicitara la paz firmando con la Entente el Armisticio de Mudros con el que retiró a sus tropas de Oriente Medio y el Cáucaso. Simultáneamente la descomposición del Imperio Austro-Húngaro fue imparable porque en seguida anunció su independencia Checoslovaquia, además de separarse en los Balcanes el Reino de los Serbios, Croatas y Eslovenos (posteriormente Yugoslavia), pese a que esta última nación tuvo un breve conflicto bélico con Italia debido a que los latinos deseaban mantener la hegemonía en el Mar Adriático, por lo que en una acción de torpedos humanos no dudaron en hundir al acorazado yugoslavo Viribus Unitis en Pola. A raíz de la desmembración del Imperio Habsburgo, tanto Austria como Hungría que acababa de romper con la Monarquía Dual, salieron de la Primera Guerra Mundial poniendo ambas las rúbrica de su rendición con los Aliados en el Armisticio de Villa Giusti del 4 de Noviembre. Mientras tanto en Alemania se produjeron huelgas y manifestaciones contra la guerra, así como el Motín de Kiel por parte de los marineros de la Marina Imperial Alemana, quienes se apoderaron del puerto y extendieron la revuelta al resto del país y a la capital de Berlín en lo que se denominó la Revolución Alemana, la cual acabó con la abdicación del Káiser Guillermo II y la proclamación de la República Alemana.

Desembarco de soldados del Ejército Francés en la Isla de Mudros junto a Grecia para firmar el Armisticio de Mudros con el Imperio Otomano.

A las 5:00 horas de la madrugada del 11 de Noviembre de 1918, representes del Ejército Alemán y generales del Ejército Británico y del Ejército Francés se reunieron en la retaguardia del Frente Occidental para firmar la capitulación de Alemania que se plasmó en el Armisticio de Compiègne. A pesar de que la paz estaba prevista para las 11:00 horas, todavía se produjo una carga a la bayoneta de forma irresponsable por parte del Ejército Estadounidense sobre el Bosque del Argonne que dejó las últimas víctimas mortales de la contienda, siendo el último fallecido el soldado norteamericano Henry Gunther que cayó a las 10:59 horas a las afueras del pueblo de Chaumont-devant-Damvillers. Al cabo de un minuto de estos acontecimientos, a las 11:00 horas en punto de la mañana, las armas callaron en toda Europa y acto seguido se oficializó el final de la Primera Guerra Mundial después de cuatro años de ininterrumpidos combates y 20 millones de muertos, algo que convirtió a este conflicto en el más sangriento hasta la fecha de la Historia de la Humanidad.

Celebraciones en Estados Unidos al conocerse el Armisticio de Compiègne y el final de la Gran Guerra.