Cuando Japón invadió Manchuria en 1931 y promovió la cesión de China en forma del Estado de Manchukuo al frente del Emperador Pu-Yi, muy pronto surgió un movimiento guerrillero articulado en diversas facciones paramilitares adscritas al Kuomintang, al Partido Comunista Chino o a los Señores de la Guerra. A partir de ese instante, tanto las guarniciones del Ejército Imperial Japonés, como también las del Ejército Imperial Manchú, comenzaron a ser hostigadas en la retaguardia con las consiguientes represalias por parte de las que serían las futuras fuerzas del Eje en Asia.
Inesperadamente el 15 de Septiembre de 1932, un grupo de partisanos de las Lanzas Rojas, atacaron y mataron a unos soldados japoneses cerca de las Minas de Fushun. En cuanto la guarnición que custodiaba la ruta del carbón en las inmediaciones de la comarca fue alertada de la noticia, un contingente de tropas japonesas y colaboracionistas manchús irrumpieron en la localidad de Pingdingshan y las aldeas adyacentes para secuestrar a miles de vecinos, a los que llevaron a las afueras del pueblo de Xinbin y ejecutaron de un disparo junto al borde de una fosa común excavada en la tierra de unos 80 metros de largo por 5 metros de largo. La Masacre de Pingdingshan, tal y como fue bautizado el suceso, dejó un trágico resultado de 3.217 ciudadanos chinos asesinados.
Como la lucha antiguerrillera se multiplicó en toda Manchuria, alcanzando su momento cénit en el año 1934, las venganzas de los japoneses también se incrementaron con el fusilamiento de sospechosos o la captura y torturas de aquellos simpatizantes con la causa china. Sin embargo uno de los peores sucesos tendría lugar durante la Masacre de Tulongshan, cuando tras un intento fallido de insurrección por parte de la población «han», un total de 600 aldeanos chinos fueron fusilados y todas las viviendas de pueblo incendiadas.
La pacificación de Manchuria se prolongó hasta el año 1940, enlazando con la propia Segunda Guerra Mundial. Hasta esa fecha habían muerto miles de chinos «han» masacrados por los japoneses y los auxiliares manchús, aunque por lo menos desde ese instante ya no se producirían más acciones guerrilleras ni tampoco represalias hasta el término de la contienda en 1945.
Bibliografía:
-Lawrence Rees, El Holocausto Asiático, Crítica (2009), p.17-37
-Xavier Casals, La guerra más salvaje. La invasión japonesa de China, Revista Clio Historia Nº101 (2009), p.32-34