El campo de exterminio de Belzec fue uno de los seis complejos de muerte presentes en Polonia durante la Segunda Guerra Mundial que estuvo operativo entre los años 1942 y 1943. A pesar de que por sus cámaras de gas pasaron menos víctimas que en otras instalaciones mucho más letales como las de Auschwitz o Treblinka, el recinto jugó un papel muy importante a la hora de liquidar a la población hebrea del Gobierno General y en especial a la de la Reserva de Lublin dentro del marco de la denominada «Acción Reinhard».
Originalmente el campo de concentración de Belzec, situado en el distrito de Lublinia, fue un diminuto centro penitenciario inaugurado en 1940 para albergar a todos aquellos judíos considerados «delincuentes» que residieran confinados dentro de la Reserva de Lublin. La vida de estos internos convertidos en esclavos, usualmente por haber incumplido alguna norma, no fue sencilla debido a que tuvieron que trabajar en unas condiciones muy duras que implicaban dormir en barracones carentes de ventanas, siempre unos encima de otros, y en muchas ocasiones sin disponer de ropa o zapatos, lo que a medio plazo derivó en una gran mortandad para la población reclusa.
Justo unos meses antes de comenzar la Solución Final, a fecha de 13 de Octubre de 1941, el Tercer Reich aprobó que el pequeño centro penitenciario de Belzec se ampliase para convertirse en un campo de concentración de nueve hectáreas de tamaño, iniciándose las obras el 1 de Noviembre bajo la supervisión del capitán Christian Wirth de las SS, un hombre de 56 años que había pasado de ser carpintero a veterano de la Primera Guerra Mundial y miembro del Partido Nacionalsocialista (NSDAP) como experto en los programas de eugenesia. De hecho este oficial ya había experimentado ese año con el asesinato de algunos prisioneros a los que introdujo en dos pequeñas chozas herméticas conectadas a motores que vertían monóxido de carbono, un invento de poca fiabilidad que terminó siendo desmantelado por Adolf Eichmann, uno de los artífices de la Solución Final.
Cuando después de la Conferencia de Wansee celebrada en Enero de 1942 se aprobó la puesta en marcha del Holocausto, las autoridades del Tercer Reich decidieron convertir a Belzec en un centro de exterminio sistemático siguiendo los modelos de Auschwitz, Sóbibor o Treblinka. Así fue como el recinto fue reacondicionado en el Campo I que albergaba la estación de ferrocarril, los vestuarios para desnudar a las víctimas y los barracones de los judíos colaboracionistas del «Sonderkommando»; y en el Campo II que contenía el Búnker I con las cámaras de gas, cuya ubicación permanecía disimulada al estar precedida por un pasillo adornado de plantas y ramajes que los funcionarios bautizaron como «El Tubo». Respecto al personal encargado de la vigilancia estuvo compuesto por 120 hombres entre 20 militares alemanes de las SS y 100 guardias auxiliares de los Batallones de Defensa Ucranianos, los cuales se alojaron en casas requisadas en los pueblos de alrededor, incluyendo en la propia aldea de Belzec.
La Solución Final en Belzec comenzó en Marzo de 1942 cuando 13.000 judíos procedentes de Izbica fueron deportados al campo, siendo 11.000 liquidados en las cámaras de gas y otros 2.000 convertidos en esclavos. A partir de entonces fueron llegando una media de dos trenes con veinte vagones diarios que depositaban a los deportados en la estación de ferrocarril para acto seguido procederse a su gaseamiento, procediendo la mayoría de estas víctimas de la Reserva de Lublin y de la ciudad de Lvov al oeste de Ucrania. Ante tal cantidad de personas asesinadas, muy pronto las instalaciones quedaron saturadas, por lo que en Junio de 1942 el Búnker I sufrió una avería que obligó a los responsables del centro a tener que llevar a cabo nuevas obras y construir salas anexas para el vertido de gas que fueron alojadas en el Búnker II.
Curiosamente no todas las víctimas de Belzec fallecieron en las cámaras de gas debido a que las SS emplearon muchos otros métodos, como por ejemplo hacer uso de los guardias ucranianos para tirotear a docenas de personas en cuanto bajaban de los trenes, mientras otras muchas víctimas prefirieron quitarse la vida al arrojarse contra las verjas electrificadas que rodeaban el recinto. Incluso el capitán del campo, Christian Wirth, destacó por su crueldad porque solía matar a judíos con sus propias manos e incluso golpeaba a las mujeres para disfrute propio, un comportamiento que le valió el apodo de «El Salvaje».
A comienzos de la primavera de 1943 fueron eliminados en Belzec un total 13.500 judíos que vinieron de diversas parte del Gobierno General de Polonia como Izbica, Zamosc, Piaski, Cracovia y Szczebrzeszyn, así como de la provincia de Galitzia en Ucrania y también de Rumanía a partir del mes de Mayo. A lo largo de toda esta fase denominada «Aktion Reinhardt» o «Acción Reinhardt» en honor a Reinhard Heydrich, uno de los máximos responsables de la Solución Final que había sido asesinado por guerrilleros en Checoslovaquia, el número de personas exterminadas en Belzec alcanzó la cifra de 75.000 víctimas.
Los Aliados Occidentales no tardaron en saber acerca de la existencia de Belzec gracias a un desinfectador químico llamado Kurt Gerstein, quién tras vender 100 kilogramos de gas Zyklon-B a los empleados alemanes y ucranianos del recinto, a donde él mismo se desplazó, quedó tan afectado por las escenas que contempló que inmediatamente se puso en contacto con el diplomático sueco Göran Von Otter. Sin embargo como por ese entonces Suecia era un país neutral que a nivel geográfico se encontraba rodeado por potencias del Eje, tardó demasiado en proporcionar la información a Estados Unidos y Gran Bretaña, las cuales pese a encontrarse en guerra contra Alemania, no sólo no denunciaron nada de lo que estaba sucediendo, sino que incluso pusieron en duda las verdaderas funciones de Belzec.
Oficialmente en Junio de 1943 se dio por concluida la «Acción Reinhard» tras la liquidación de la mayor parte de los judíos de Polonia Oriental y Galitzia, por el que el campo de exterminio de Belzec fue clausurado por las SS, no sin que antes los guardias quemaran todos los documentos, destruyeran con explosivos las instalaciones y echaran tierra al suelo para dejar que creciese el bosque y que los campesinos polacos plantaran un bonito huerto. Aquellas medidas obviamente no impidieron que el reciento fuera descubierto al término de la Segunda Guerra Mundial en 1945, contabilizándose según los estudios posteriores un total de 434.508 judíos asesinados durante la época del Holocausto.
Bibliografía:
-Saul Friedländer, El Tercer Reich y los judíos (1939-1945) Los años del Exterminio, Galaxia Gutenberg (2007), p.225-644
-Lawrence Rees, Auschwitz, los nazis y la Solución Final, Planeta DeAgostini (2005), p.215-222