Deportación de ucranianos de Volhynia

Al terminar la Segunda Guerra Mundial en 1945 y caer la Europa del Este bajo la órbita de la Unión Soviética, el conflicto interétnico entre Ucrania y Polonia estaba en su máximo apogeo sobre Volhynia. A pesar de que las autoridades del Kremlin actuaron siempre en beneficio de la población ucraniana, en ciertas ocasiones autorizaron a la República Popular Polaca a castigar a los ucranianos de los territorios limítrofes y deportarles hacia las provincias occidentales de Pomerania y Silesia.

El racismo de la República Popular Polaca hacia los asentamientos polacos de Volhynia comenzó desde finales de 1945 con el asalto y el saqueo a determinadas aldeas. Sin embargo la mayor expresión de este odio tuvo lugar el 25 de Enero de 1946 cuando 120 soldados del 34º Regimiento de Infantería Polaco irrumpieron en el pueblo de Zawadka Morochowska y asesinaron salvajemente a 78 vecinos ucranianos a base de golpes de culata de fusil, destripamientos, incineraciones en vivo e incluso con torturas a las mujeres a quienes arrancaron los senos y sacaron los ojos.

Bajo el nombre de «Operación Vístula», un total de 20.000 efectivos del Ejército Popular Polaco y la Policía del Ministerio de Seguridad Pública, desencadenaron en la madrugada del 28 de Abril de 1947 una redada contra todos los asentamientos ucranianos en Volhynia, así como aquellas minorías rusas de la etnia lemko, boiko y hutsule. Así fue como durante los siguientes tres meses, hasta Julio, miles de familias ucranianas fueron sacadas de sus casas con escasos minutos para recoger el equipaje y llevarse a sus animales de ganado, antes de ser conducidas a los puntos de reunión, donde después de obtener un número de registro y esperar varias semanas durmiendo a la intemperie, subían a un tren (aproximadamente cuatro familias por vagón) y eran enviadas al oeste de Polonia para ser reasentadas en las propiedades de las provincias que anteriormente había pertenecido a Alemania.

Deportación de ucranianos durante la «Operación Vístula».

Muchos ucranianos de Volhynia no tuvieron tanta suerte porque durante la deportación fueron asaltados por bandas de polacos furiosos que les lincharon, les desvalijaron sus pertenencias y en algunos casos les mataron. A otros incluso a los que se acusó de haber colaborado con el Ejército Insurgente Ucraniano (UPA) y por tanto fueron encerrados en campos de concentración como el de Jaworzno, en cuyo interior perdieron la vida 168 civiles ucranianos.

La vida de los ucranianos en Pomerania o Silesia fue un infierno en muchos sentidos porque las propiedades que les entregaron a costa de la población alemana expulsada estaba en su mayor parte destruida o previamente había sido saqueada por las turbas. A estos problemas, también se añadió que muchas familias fueron separadas entre sí para evitar el surgimiento de la cultura ucraniana, prohibiéndose en muchos casos hablar su lengua, vestir las ropas tradicionales o celebrar sus festividades, además de obligar a muchos a abandonar la religión cristiana ortodoxa en favor de la católica.

Nuevamente en 1951, cuando la Unión Soviética se anexionó unas minas de carbón junto al Río San a cambio de ceder a Polonia una pequeña región limítrofe, la población ucraniana de esta última sufrió el mismo destino que los de la «Operación Vístula» porque fue deportada a Pomerania. Afortunadamente aquel fue el último trasvase de ucranianos porque hasta la fecha 141.000 civiles habían sido expulsados de sus hogares, en lo que sin duda constituyó uno más de los muchos tristes episodios de la Historia de Ucrania en el siglo XX.

 

Bibliografía:

-Jesús Hernández, Grandes Atrocidades de la Segunda Guerra Mundial, «Operación Vístula», Almuzara (2018), p.166-169