Conjuntamente con el Holocausto, el mayor crimen cometido por Alemania durante la Segunda Guerra Mundial fue el exterminio de millones de prisioneros del Ejército Rojo cuando en Junio de 1941 se puso en marcha la «Operación Barbarroja» contra la Unión Soviética. A partir de esta fecha, la brutalidad mostrada contra los más de 5 millones de cautivos soviéticos en forma de «marchas de la muerte», ejecuciones y trabajo esclavo en campos de concentración, dejó un terrible saldo de más de 3 millones de fallecidos.
«Marchas de la Muerte»
A inicios de la «Operación Barbarroja» las fuerzas del Eje hicieron unos 5 millones de prisioneros a la Unión Soviética en Ucrania, Bielorrúsia, los Países Bálticos, Rusia Occidental y el Cáucaso. La eficaz «Guerra Relámpago» o «Blitzkrieg» y las absurdas órdenes de Iósif Stalin de mantener las posiciones en lugar de aplicar una retirada táctica, facilitaron el embolsamiento y destrucción de ejércitos soviéticos enteros con la consiguiente rendición de millones de soldados, muchos de ellos apenas sin haber tenido ocasión de empuñar las armas.

Millares de prisioneros hechos al Ejército Rojo en las fases iniciales de la «Operación Barbarroja».
Jamás las potencias del Eje planificaron que fuesen a capturar tantos prisioneros al Ejército Rojo en un espacio tan reducido de tiempo, por lo que las previsiones de alimentación básica y asistencia sanitaria fueron mínimas y en algunos casos inexistentes, tal y como demostraron los medios disponibles por la agencia del general Hermann Reinecke que había sido nombrado responsable en todo lo referente a las tropas enemigas apresadas. No obstante y a pesar de esta carencia de visión, lo cierto fue que el mismo Adolf Hitler nunca se preocupó en ningún momento por el destino de los cautivos e incluso potenció su eliminación sistemática para evitar tener «más bocas que alimentar».
«Marchas de la Muerte» fue la denominación que se otorgó a los largos trayectos que los cientos de miles de prisioneros soviéticos hechos al Ejército Rojo tanto por el Ejército Alemán (Wehrmacht) como por las Waffen-SS tuvieron que recorrer, a veces en distancias de 1.000 kilómetros a pie hasta los campos de concentración situados en el centro de Europa. Apenas sin comida ni medicamentos para los enfermos, los cautivos caminaron hasta desfallecer, abatidos por el hambre o asesinados por los propios guardias que en seguida mataban a los rezagados o a los heridos. Especialmente la inanición se convirtió en el principal problema para sobrevivir porque los reos únicamente recibieron de 300 a 700 calorías diarias, mientras que a la población civil que se acercaba a las columnas de sus compatriotas se les prohibió entregarles comida.
Los prisioneros soviéticos que viajaron a Alemania en tren o en convoyes ferroviarios tampoco tuvieron tanta suerte porque normalmente fueron alojados en vagones de carga que se cerraban herméticamente durante días, por lo que decenas de soldados se desplomaban en el interior de hambre e incluso a veces asfixiados por la falta de oxígeno. Solamente en los trenes que transportaron a cautivos rusos de los Países Bálticos, murieron entre el 25% y 70% de los pasajeros dependiendo de que el punto de partida fuese Estonia, Letonia o Lituania.
Aproximadamente las «Marchas de la Muerte» en la URSS acabaron con la vida de 5.000 prisioneros soviéticos diarios por inanición. A esta terrible cifra, además hubo que añadir los que fallecieron por enfermedades, epidemias, agotamiento, las palizas de los guardias o los fusilamientos de las SS sobre el terreno, lo que elevó el saldo de víctimas a más de 2 millones de muertos.
Campos de Trabajo
A comienzos de 1942 la mayor parte de los prisioneros hechos al Ejército Rojo que habían sobrevivido a las «Marchas de la Muerte», alcanzaron sus destinos en Alemania, Austria y Polonia. A partir de entonces, los supervivientes se convertirían en mano de obra esclava para trabajos forzados que contribuyeran al esfuerzo bélico del Tercer Reich.
Bautizados los recintos para los cautivos del Ejército Rojo como «Russelanger» o «Campos para Rusos», nada tuvieron que ver con las instalaciones orientadas a los prisioneros hechos al Ejército Británico, al Ejército Francés o al Ejército Estadounidense, entre otras fuerzas armadas del bando de los Aliados Occidentales. A diferencia del resto, los soviéticos convivieron en simples perímetros rodeados de alambradas y torres de vigilancia, alojados en ocasiones en barracones, otras en refugios de chapas metálicas y a veces en simples agujeros excavados en el suelo con sus propias manos para protegerse del frío (lo que generó muchas muertes por congelación). Aunque las raciones les fueron aumentadas a 2.200 calorías al día (sopas, macarrones secos o patatas crudas), los trabajos eran tan duros que muchos desfallecían por el cansancio o por los brotes de epidemias surgidos como el tifus, la disentería, fiebres, etcétera.
Los «Russelanger» estuvieron repartidos en «Stalags» por diversos puntos de Alemania, Polonia e incluso Letonia. Algunos de los más mortales fueron los siguientes: el Stalag VI-K de Westfalia dejó 60.000 muertos por causas diversas, el Stalag 350 de Riga con 43.000 fallecidos por congelación en invierno, el Stalag 353 de Lublin con 26.000 víctimas mortales (6.000 afectados por disentería y 20.000 ejecutados), el Stalag XI-C de Bergen con 14.000 por frío, el Stalag III-C de Neumark con 12.000 por malnutrución, el Stalag IV-B de Sajonia con 3.279 por las malas condiciones, el Stalag III-A de Brandenburgo con 2.500 afectados por tifus, el Stalag VI-C de Emsland con 2.000 por epidemias y el Stalag IV-H en Mühlberg con 1.000 fusilados por la Gestapo.
Otro gran número de prisioneros soviéticos fueron enviados a los campos de exterminio del Tercer Reich que habían sido reservados a la comunidad judía durante la Solución Final. Por ejemplo en Auschwitz perdieron la vida 15.000 cautivos rusos, de los que 600 tuvieron la particularidad de ser las primeras víctimas asesinadas en una cámara de gas mediante Zyklon B (lo que llevó a las SS a elegir dicho método para los judíos durante la Conferencia de Wannsee en la que se aprobó el Holocausto). También 5.000 soviéticos murieron en el campo de exterminio de Madjanek, así como otros cientos en Chelmno y Sóbibor, aunque de este último un buen número efectuó una fuga con la que pudieron salvar la vida.

Heinrich Himmler visitando un campo de prisioneros con soldados soviéticos que le observan desde el otro lado de la alambrada.
Los campos de concentración fueron otro de los métodos de eliminación de prisioneros de guerra del Ejército Rojo a partir de 1943. Solamente en Sachsenhausen hubo 9.090 soviéticos ejecutados mediante pelotones de fusilamiento (entre ellos Yákov Stalin, hijo de Iósif Stalin), en Buchenwald otros 8.483 reos tiroteados, en Mathausen un total de 2.843 muertos por trabajo esclavo, en Flössenburg se quemaron a unos 1.000 dentro de sus barracones, en Dachau se fusilaron a 500, en Neuengamme fallecieron 200 y en Hinzert murieron por experimentos médicos 70 veteranos rusos. Incluso como consecuencia de una negligencia en la alimentación, en el campo de Gross-Rossen más de 60.000 soviéticos fueron envenenados masivamente tras ingerir una serie de comidas elaboradas a base de pasto, agua y sal.
Cuando desde finales de 1943 la industria de Alemania precisaba de mano de obra, la Organización del Trabajo «Todt» se apropió de un total de 1.400.000 prisioneros soviéticos para trabajar como esclavos en las cadenas de montaje bélicas. De entre todos estos reos, entre 1944 y 1945 fallecerían un total de 26.638 en las minas del Ruhr a cargo de la Compañía Krupp y la Compañía Daimler-Benz; aunque también otros 2.000 picando piedra en las Minas de Carbón de Bélgica.
Conclusión
Terminada la Segunda Guerra Mundial en 1945, el infierno no acabó para los prisioneros de guerra soviéticos porque tras su liberación por el Ejército Rojo, fueron catalogados como «traidores a la patria» por Iósif Stalin por el mero hecho de haberse rendido al enemigo durante el conflicto. Fue entonces cuando desde el Kremlin se les castigó a seguir en cautividad, esta vez siendo deportados a campos de concentración y gulags de Siberia, donde durante ocho años permanecerían trabajando como esclavos y muchos perderían la vida, por lo menos hasta su puesta en libertad tras la caída del estalinismo en 1953.
El exterminio de prisioneros soviéticos por parte del Tercer Reich durante la Segunda Guerra Mundial dejó un total de 3 millones de muertos, aproximadamente el 57% de los militares capturados entre 1941 y 1945. Su reconocimiento al sufrimiento que padecieron durante la Segunda Guerra Mundial y su injusto cautiverio posterior en los primeros años de la Guerra Fría hasta 1953, finalmente hizo que el Gobierno de Rusia decretara su rehabilitación en 1994.
Bibliografía:
-Álvaro Lozano, Prisioneros de Guerra Soviéticos. El Holocausto Olvidado, Revista La Aventura de la Historia Nº228 (2015), p.24-29
-https://en.wikipedia.org/wiki/German_mistreatment_of_Soviet_prisoners_of_war