Ataque a Pearl Harbor

El 7 de Diciembre de 1941, una jornada que sería recordada como el «Día de la Infamia», las fuerzas aéreas de la Marina Imperial Japonesa bombardearon la base naval de Pearl Harbor en las Islas Hawaii, propiciando la entrada de Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. El ataque de Japón que se desarrolló con la avión embarcada procedente portaaviones sobre una prácticamente indefensa y sorprendida Flota del Pacífico, provocó la muerte de miles de militares norteamericanos y causó unas pérdidas tremendas en acorazados y otros buques de combates hundidos en puerto, algo que sin duda despertaría la ira del pueblo estadounidense y por tanto modificaría el rumbo de la contienda, del siglo XX y en general de la Historia.

Preludio

Japón experimentó un cambio radical mediante la Revolución Meiji del siglo XIX con la que dejó atrás el feudalismo para entrar en la modernidad más avanzada, técnica e industrial del mundo, situándose como la primera potencia en Asia. Todo este proceso vino acompañado con el nacimiento del Imperio Japonés y su expansionismo territorial sobre el Lejano Oriente, obteniendo la Isla de Formosa en 1895 tras la victoria sobre China en la Primera Guerra Sino-Japonesa y posteriormente con la incorporación de Sajalín Meridional y Port Arthur tras el impresionante triunfo contra Rusia durante la Guerra Ruso-Japonesa de 1904 a 1905, además de anexionarse el Reino de Cora de 1910. A estas ganancias le siguieron vastos dominios sobre el Océano Pacífico entre el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914 y la firma del Tratado de Versalles en 1919 porque a costa de Alemania se apropió de las Islas Marianas y toda la Micronesia con las Islas Marshall, las Islas Carolinas y las Islas Palau.

El crecimiento desmedido de Japón en el Océano Pacífico derivó en un choque de intereses con Estados Unidos, principal competidor en la zona con el que tuvo que firmar el Tratado Naval de Washington para reducir el tamaño de su flota y delimitar las áreas marítimas entre los dos países. Lamentablemente durante la «Era Showa» del Emperador Hiro-Hito la situación con Norteamérica se fue deteriorando desde 1931 en adelante con la invasión del Imperio Japonés a Manchuria en 1931 y sobretodo desde el inicio de la Segunda Guerra Sino-Japonesa en 1937 cuando los japoneses se expandieron sobre vastos espacios de la China Nacionalista del Presidente Chiang Kai-Shek, uno de los principales socios de Estados Unidos en el Lejano Oriente.

Estados Unidos desde la Gran Guerra había defendido una firme neutralidad en todos los aspectos tras el fracaso de los representantes del Gobierno de Washington en las Conferencias de Paz de París de 1919, durante las cuales los norteamericanos se sintieron traicionado por los vencedores de la Primera Guerra Mundial debido a la rapiña sobre los vencidos y al peligro de actitudes revanchistas, por lo que desde entonces el país que en aquel entonces lideraba el Presidente Woodrow Wilson optó por una política de aislacionismo y de ser ajeno a cualquier otro conflicto bélico, especialmente si tenía lugar en la Vieja Europa. Esta misma postura se acrecentó tras la caída de la Bolsa de Wall Street y la Gran Depresión de 1929, pero sobretodo desde la elección del Presidente Franklin Delano Roosevelt por parte del Partido Demócrata que se desatendió completamente de la turbulenta década de 1930.

Al estallar la Segunda Guerra Mundial en Europa con la invasión de Polonia en 1939, los Estados Unidos se declararon neutrales al conflicto entre Alemania y el Reino Unido, incluso después de la caída de Francia en 1940 que pese a despertar las alarmas en el propio Presidente Franklin Delano Roosevelt ante el surgimiento de un competidor tan poderoso como el Tercer Reich, no pudo hacer nada porque la inmensa mayoría de la población norteamericana y el Congreso estaban en favor de la paz y la no intervención al sentirse muy influenciados por el Acta de Neutralidad, aunque por lo menos el Gobierno de Washington consiguió durante una votación aprobar la venta de material militar a Gran Bretaña a través de la Ley de Préstamo y Arriendos y la entrega de 49 viejos destructores a la Marina Real Británica. Las cosas sin embarco empezaron a cambiar en el otoño de 1940, primero cuando el «estado títere» pro-alemán de la Francia de Vichy autorizó al Ejército Japonés acuartelarse sobre las provincias de Vietnam y Tonkín en la Indochina Francesa para abrir un frente bélico al sur de China; pero sobretodo con la firma de una alianza entre el Imperio Japonés, la Alemania Nacionalsocialista y la Italia Fascista que conformaron el Pacto Tripartito, erigiéndose las tres como las potencias del Eje.

El nacimiento del Eje en lugar de rebajar la tensión entre Japón y Estados Unidos generó el efecto contrario porque el Presidente Franklin Delano Roosevelt contemplaba con preocupación como Alemania e Italia se hacían cada vez más fuertes con nuevas conquistas en el Norte de África y los Balcanes, ya que desde entonces muchos norteamericanos sintieron sus dos flancos marítimos amenazados tanto en el Océano Pacífico como en el Océano Atlántico. Así fue como la extensión del conflicto a otros continentes facilitó que el Congreso aprobara el servicio militar obligatorio según el Acta Selective Service Bill y la ampliación humana y material de las Fuerzas Armadas Estadounidenses con la inyección de un presupuesto de 17.000.000.000 de dólares. A pesar de que estas medidas fueron impopulares porque era una manera de romper discretamente la neutralidad, la mayoría de la población apoyó la política exterior gubernamental de ayudar al Reino Unido, siempre que el Gobierno de Washington no se excediera en sus funciones de provocar a algunos de los dos contendientes. Así fue como salvo por la población de origen italiano o irlandés, así como de los inmigrantes alemanes del «German American Bund» o por los neutralistas del Comité America-First, fue bien acogida la noticia acerca de la ampliación de las aguas territoriales de Norteamérica sobre el Hemisferio Norte mediante la ocupación de Groenlandia.

El portaaviones Akagi en las Islas Kuriles.

Mientras tanto las relaciones entre el Gobierno de Washington y la China Nacionalista se fortalecieron cuando se firmaron varios acuerdos con el Presidente Chiang Kai-Shek que incluyeron financiación para las arcas del Gobierno de Chongqing, ayuda militar para el Ejército Chino e incluso la cesión de aviones y pilotos voluntarios para la Fuerza Aérea China. Lógicamente esta postura enfureció a Japón que seguía enfrascado en la Segunda Guerra Sino-Japonesa, por lo que intuyendo un futuro conflicto con Norteamérica rápidamente el Ministro de Asuntos Exteriores Yôsuke Matsuoka, siguiendo instrucciones del Primer Ministro Fumimaro Konoe, se apresuró a firmar con Iósif Stalin el Pacto de Neutralidad Soviético-Japonés en Abril de 1941. Sin embargo y contra todo lo esperado, el 22 de Junio de 1941 el Tercer Reich invadió la Unión Soviética mediante la «Operación Barbarroja», trastocando los planes japoneses, pues los partidarios de la «expansión hacia el norte» insistieron en que era el momento de unirse a los alemanes para atacar a los rusos, mientras que los partidarios de la «expansión hacia el sur» presionaron para que se atacase a las todavía desprevenidas colonias occidentales del Reino Unido y Holanda. También para el Presidente Franklin Delano Roosevelt la noticia de las colosales derrotas de la URSS frente al Ejército Alemán supuso un dilema, pues ahora nadie querría embarcarse en ayudar al bando de los Aliados sabiendo que el régimen comunista de la totalitaria Unión Soviética formaba parte de la coalición, algo que demostró ser cierto cuando «in extremis» la Cámara de Representantes no tumbó la desmilitarización nacional por sólo la diferencia de un voto (hubo 203 favorables y 202 contrarios).

El 22 de Julio de 1941 se produjo un suceso inesperado porque Japón pasó a ocupar el resto de la Indochina Francesa y a establecer una base naval en Saigón bajo el beneplácito del Mariscal Philippe Pétain de la Francia de Vichy, quién tras ser presionado previamente por Adolf Hitler para la cesión de la Cochinchina, situó a más de 200.000 soldados japoneses muy cerca de las colonias anglo-holandesas de Indonesia, Malasia y Singapur. A raíz de este episodio la situación dio un giro radical porque a las veinticuatro horas, el 23 de Julio, el Secretario de Estado Summer Wells que representaba Norteamérica, anunció al embajador Kishisaburô Nomura la ruptura de todo tipo de acuerdos comerciales con su nación. Al cabo de dos días, el 25, las consecuencias fueron mucho peores porque tanto Estados Unidos como su dominio de las Filipinas embargaron todos los bienes japoneses y congelaron sus activos, algo a lo que se sumaron Reino Unido, Canadá y Nueva Zelanda el 26, así como los Países Bajos el 28. Sin embargo el Gobierno de Tokyo recibiría el golpe mortal el 1 de Agosto porque de manera conjunta Estados Unidos, Gran Bretaña y Holanda interrumpieron el suministro de petróleo y otros tipos de materias primas al Imperio del Sol Naciente, lo que a largo plazo sumiría al país en una profunda crisis económica y provocaría el colapso militar del Ejército Imperial Japonés que combatía en China.

Los embargos de petróleo a Japón generaron la desesperación en el Gobierno de Tokyo, pues como por aquel entonces la nación sólo disponía de 65 hectolitros de crudo, la capacidad para sostener sus campañas militares en China sólo podría alargarse entre un año y un año y medio (y eso sin contar una eventual guerra contra los Aliados que reduciría drásticamente este tiempo a la mitad). En medio de este oscuro panorama el embajador Kichisaburô Nomura fue invitado al Despacho Oval de la Casa Blanca por el Presidente Franklin Roosevelt, quién le comunicó que solamente reanudaría el flujo de combustible al Imperio Japonés si rompía su alianza con Alemania y retiraba a sus tropas tanto de la Indochina Francesa como de China. Obviamente los japoneses no podían aceptar unos términos de ese nivel, por lo que lanzaron una contraoferta basada en que se replegaría al Ejército Imperial Japonés de suelo indochino y parcialmente del chino, siempre que Norteamérica ejerciese de árbitro para negociar con el Presidente Chiang Kai-Shek. Como la propuesta fue rechazada por los estadounidenses y las dudas cundieron entre los asistentes a la Conferencia Imperial a la que asistió el Emperador Hiro-Hito el 6 de Septiembre, el Primer Ministro Fumimaro Konoe, uno de los principales artífices del nacimiento del Eje y principal responsable de la crisis diplomática, dimitió de su cargo el día 16, siendo sustituido el 17 por la figura más belicista y radical del país, el general Hideki Tôjô.

El Primer Ministro Hedeki Tôjô acumuló inmenso poder ostentado la Jefatura del Gobierno y el cargo de Ministro de Guerra, ya que rápidamente convenció a los demás miembros del gabinete y al propio Emperador Hiro-Hito de que la única manera de salvar a Japón de su colapso económico era arrebatar el petróleo y las materias primeras de los occidentales por medio de la fuerza bruta, invadiendo para ello los campos petrolíferos de las Indias Orientales Holandesas en Java y Sumatra, más del Imperio Británico al norte de Borneo y Birmania. El único problema radicaba en que Estados Unidos intervendría para defender a británicos y holandeses, por lo cual los japoneses tendrían que adelantarse atacando la Flota Americana del Pacífico y dejando a su escuadra fuera de combate, lo que les proporcionaría el tiempo suficiente para expandirse sobre el Sudeste Asiático y Oceanía.

A mediados de otoño el Primer Ministro Hideki Tôjô ya tenía muy avanzados los planes para la invasión de los dominios occidentales en Asia y el Océano Pacífico, pese a ciertas voces en contra como la del almirante Isoroku Yamamoto, jefe de la Flota Combinada, quién aunque estaba en contra de hacer la guerra a Estados Unidos y detestaba la alianza con Alemania, aceptó el encargo por ser el marino más competente y el único en haber diseñado un plan maestro para destruir a la Flota Americana del Pacífico bombardeando la base aeronaval de Pearl Harbor en las Islas Hawaii. Aún así hasta el último momento se intentó evitar la confrontación, pues los representantes nipones Saburô Kurusu y Kichisaburô Nomura se reunieron el 26 de Noviembre en Washington con el Secretario de Estado Cordell Hull, quién les presentó un documento conocido como Nota Hull consistente en que el Imperio Japonés se retirase inmediatamente de China e Indochina y en que rompiese con las potencias del Eje, a cambio de una oferta consistente en una alianza militar con Norteamérica, el Reino Unido, la Unión Soviética y Holanda de cara al inevitable enfrentamiento con el Tercer Reich, así como en privilegios económicos, reducción de tasas aduaneras y un valor mucho más equilibrado entre el yen y el dólar. Lógicamente los diplomáticos japoneses se negaron sabiendo que la Nota Hull era un insulto, pues el repliegue fugaz de los territorios ocupados no compensaría el coste en vidas y dinero invertido en la campaña china, además de que sería interpretado como un gesto de debilidad por terceros, sin obviar con que encima Japón no evitaría la guerra porque se convertiría en una nación del bando de los Aliados para luchar de modo forzoso contra la coalición Berlín-Roma. Así fue como aquel mismo día en que fracasaron las últimas negociaciones, la Marina Imperial Japonesa abandonó las Islas Kuriles rumbo a lanzar su ataque sobre Estados Unidos en Pearl Harbor.

Plan de Japón

El almirante Isoroku Yamamoto, jefe de la Flota Combinada Japonesa y veterano de la Guerra Ruso-Japonesa, fue el artífice de elaborar el ataque sobre Estados Unidos, inspirándose para ello en la incursión protagonizada por la Marina Real Británica cuando en 1940 torpederos despegados de portaaviones volaron hasta Italia y bombardearon el puerto de Tarento, hundiendo a un acorazado de la Marina Real Italiana. A partir de aquel suceso buscó repetir la operación a una escala mucho mayor contra las Islas Hawaii, una opción que encontró muchas opiniones en contra como la de los miembros del Estado Mayor General Naval y en especial del almirante Osami Nagano, quienes eran partidarios de limitarse únicamente a expulsar a los norteamericanos de las Filipinas. Sin embargo como Yamamoto hizo varios amagos de dimitir, no sin antes dejar claro que para expandirse hacia el sur iba a ser necesario acabar previamente con los portaaviones y acorazados del enemigo, al final se impuso su visión y recibió autorización para llevar a cabo su ataque sobre Pearl Harbor.

Almirante Isoruko Yamamoto de la Flota Combinada Japonesa.

Al reunir el almirante Isoroku Yamamoto a un equipo conformado por el vicealmirante Chuichi Nagumo como ejecutor de la operación, por el contraalmirante Kusaka Ryûnosuke en calidad de supervisor, por el oficial Minoru Genda como jefe de operaciones y por el oficial Mitsuo Fuchida como líder de los grupos de aéreos de Tokyo, todos recalcaron la extrema dificultad de la misión, pero al mismo tiempo su viabilidad en caso de no dejarse ningún cabo suelto. A nivel estratégico se realizó un juego de guerra en el Colegio Imperial Naval de Tokyo, en donde el resultado simulado fue catastrófico porque los norteamericanos descubrieron la escuadra y hundieron dos portaaviones japoneses; por lo que en el segundo juego los participantes modificaron la ruta de navegación y obtuvieron un éxito demoledor, hundiendo sin pérdidas a dos portaaviones estadounidenses, un acorazado y dos cruceros pesados. A raíz de esta experiencia en lugar de seguir los 5.000 kilómetros de línea recta desde Japón hasta las Islas Hawaii, se optó por un trayecto alternativo a través del Pacífico Norte que comenzaría en las Islas Kuriles y tendría que como destino el ángulo noroeste sobre la Isla de Oahu.

El camino a través de la vertiente septentrional del Océano Pacífico era mucho más largo que el Pacífico Central o el Pacífico Sur, aunque tenía la ventaja de ser tormentoso y por tanto ajeno a los aviones de observación en muchos de sus tramos, por lo que para llevarse a cabo el recorrido las naves tuvieron que ensayar muchos repostajes en alta mar y embarcar a bordo de los portaaviones ligeros unos bidones extra cargados con 200 litros de combustible. Los otros ejercicios que se practicaron de la mano de Minoru Genda o Mitsuo Fuchida fueron los ataques con torpedos primero en la Bahía de Kagoshima y más tarde lejos de miradas indiscretas en la Bahía de Hitokappu sobre las Islas Kuriles, donde los torpederos Nakajima B5N aprendieron a soltar sus artefactos a menos de 19’8 metros de la superficie y a una velocidad de 182 kilómetros por hora, lo justo para que no sumergieran más de 12 metros que era la profundidad de la rada de Pearl Harbor (algo que se consiguió añadiendo en la parte trasera unas aletas de madera).

La Flota Combinada Japonesa del almirante Isoroku Yamamoto comprendió un total de 36 navíos entre los que estaban los seis portaaviones Hiryu, Soryu, Kaga, Akagi, Zuikaku y Shôkaku, los tres acorazados Hiei, Kirishima y Nagato, los tres cruceros Tone, Chukima y Abukama, los ocho destructores Ushio, Sazanami, Akigumo, Urakaze, Isukaze, Tanikaze, Hamakaze y Akebono, los ocho submarinos I-16, I-18, I-19, I-20, I-21, I-22, I-23 y I-24 y los 8 petroleros Kyokuto Maru, Kokuyo Maru, Kenyo Maru, Akebono Maru, Shunkoku Maru, Tôhô Maru, Toei Maru y Nippon Maru. A bordo de esta escuadra viajaban un total de 423 aviones embarcados entre los que había 80 cazas Zero, 143 torpederos Nakijma B5N y 128 bombarderos en picado Aichi Val, así como 72 aparatos de reserva de todos los tipos anteriores.

El 10 de Noviembre de 1941, zarparon de los puertos de Kure e Hiroshima diferentes buques de la Marina Imperial Japonesa que a lo largo de las semanas siguientes se fueron agrupando en el archipiélago de las Islas Kuriles hasta quedar todos anclados en la Bahía de Hitokappu, una rada natural de la Isla de Etorofu la jornada del 22. Al cabo de cuatro días, a las 6:00 horas el 26 de Noviembre, justo al romperse el último intento de paz en Washington tras la lectura de la Nota Hull, el almirante Isoroku Yamamoto recibió un mensaje desde Tokyo que decía «Niitaka Yama Nobora (Escalad el Monte Niitaka)», por lo que inmediatamente la Flota Combinada Japonesa zarpó rumbo a Estados Unidos.

La travesía de trece días de la Flota Combinada Japonesa sobre el Pacífico Norte transcurrió sin incidentes hacia el este del Paralelo 43º con una una velocidad de 13 nudos y un cielo cubierto por una borrasca de nubes, manteniéndose el más absoluto silencio de radio y con los telegrafistas desembarcados en tierra para confundir al enemigo mientras seguían transmitiendo desde Japón. Después de cruzar la línea internacional el 3 de Diciembre de 1941, la escuadra se abasteció de carburante la jornada del 4, antes de virar al sureste dejando atrás la línea de la demarcación horaria y aumentar la marcha a 25 nudos mientras en una posición más retrasada permanecían a la espera los buques de apoyo y también el acorazado Nagato que era la nave insignia del almirante Isoroku Yamamoto. Adelante siguió la división de portaaviones del vicealmirante Chuichi Nagumo, a bordo de cuyos barcos iban las escuadrillas embarcadas que supervisaría el general Minoru Genda y lideraría el capitán Mitsuo Fuchida, quienes comunicaron a sus pilotos la verdadera intención de la misión consistente en bombardear Pearl Harbor, algo a lo que los aviadores respondieron entusiasmados con los gritos de «¡Banzai, banzai, banzai!»

A las 21:00 horas del 6 de Diciembre de 1941, la Flota Combinada Japonesa torció hacia el sur hasta situarse a una distancia prudencial al norte de las Islas Hawai, por suerte sin ser detectada gracias a la oscuridad de la noche y a unas nubes que cubrían el cielo por encima de los 2.000 metros de altitud. Mientras todo eso ocurría, aquel sábado la población hawaiina era ajena a todo lo que iba a suceder, pues aunque al otro lado del mundo el Ejército Alemán libraba la Batalla de Moscú para terminar de doblegar a la Unión Soviética, los habitantes de la Isla de Oahu disfrutaban del fin semana acudiendo a los bares y a las salas de baile, sin tan siquiera imaginar que muy pronto iban a verse envueltos en el mayor conflicto bélico de la Historia.

Plan de Estados Unidos

La Base Naval de Pearl Harbor se encontraba al sur de la Isla de Oahu, no muy lejos de la capital de Honolulú y aledaña a la pequeña ciudad de Pearl City. Aquel paraíso tropical convertido en acuartelamiento destacaba por ser una laguna natural, en cuyo centro sobresalía el Islote de Ford, la cual se comunicaba a través de un prolongado y serpenteante canal paralelo a los astilleros y a los depósitos de combustible de la Compañía Farm Tank hasta desembocar en una salida al Océano Pacífico por la Bahía de Mâmala. Sin embargo las instalaciones militares de la Flota Americana del Pacífico (Pacific American Fleet) no eran las únicas en el dominio insular, pues en otros puntos había algunos acantonamientos del Ejército Estadounidense (US Army), del Cuerpo de Marines (US Marine Corps) y de la Guardia Territorial de Hawaii (Hawaii Territorial Guard), así como de la Fuerza Aérea Estadounidense que disponía de un total de seis aeropuertos repartidos por todo el territorio, en concreto los cinco Aeródromos de Wheeler, Hickham, Bellow, Haleiwa y Ewa, más el Hidropuerto de Kanehoe.

El almirante Husband Kimmel, jefe de la Comandancia de la Flota del Pacífico (CINCPAC), fue el responsable de supervisar la defensa de Pearl Harbor de cara a un conflicto contra Japón, algo de lo que no supo estar a la altura, exactamente que el general Walther Short encargado de la protección de la Isla de Oahu, o que de los superiores de ambos en el Estado Mayor de Washington o en el Ministerio de Marina, pues por ejemplo los servicios de inteligencia navales que consiguieron desencriptar muchas de las transmisiones en clave del enemigo, se mostraron incapaces de ponerse de acuerdo sobre si la agresión sería en las Islas Hawaii, Filipinas o en el Canal de Panamá, entre otros puntos del Lejano Oriente. Ni siquiera cuando la Flota Combinada Japonesa desapareció de los puertos de Japón se tomaron medidas adecuadas, como tampoco se hizo el 3 de Diciembre al tenerse constancia acerca de una reunión secreta en Europa entre militares nipones con mandos alemanes e italianos para coordinarse en caso de guerra, ya que en una fecha tan lejana como el 6 de Diciembre todavía no se habían tendido las redes antitorpedos en la rada, los recién instalados radares apenas funcionaban, los 158.000 residentes japoneses en la Isla de Oahu estaban sin vigilar (a sabiendas de que muchos actuaban como espías) e incluso en los aeródromos se alineó a los aviones unos con otros con el consiguiente riesgo de que hiciesen explosión en cadena si eran bombardeados. Curiosamente sólo el factor suerte ayudaría a los estadounidenses, pues por mera casualidad del destino, los tres portaaviones USS Enterprise, USS Lexington y USS Saratoga que eran considerados objetivos prioritarios, se encontrarían navegando por el Océano Pacífico la jornada del ataque, bautizada por los nipones como «Día-X».

La Flota Americana del Pacífico reunía a un total de 80 navíos entre los que estaban los nueve acorazados USS Arizona, USS West Virginia, USS Oklahoma, USS California, USS Nevada, USS Tennesee, USS Maryland, USS Utah y USS Pennsylvania; los ocho cruceros USS Raleigh, USS Detroit, USS Helena, USS New Orleans, USS San Francisco, USS Honolulú, USS Saint Louis y USS Phoenix; los treintaidós destructores USS Allen, USS Chew, USS Worden, USS Hull, USS Dewey, USS Phelps, USS Macdonought, USS Shaw, USS Downwes, USS Cassin, USS Jarvis, USS Mugford, USS Cummings, USS Grebe, USS Schley, USS Bagley, USS Blue, USS Tucker, USS Conyngham, USS Reid, USS Case, USS Selfridge, USS Aylwin, USS Farragut, USS Dale, USS Monaghan, USS Patterson, USS Ralph Talbot, USS Henley, USS Gamble, USS Montgomery y USS Ward; los once dragaminas o minadores USS Oglala, USS Preble, USS Tracy, USS Pruitt, USS Sicard, USS Trever, USS Breese, USS Zane, USS Perry, USS Wasmuth y USS Ramsay; los tres submarinos USS Dolphin, USS Taugot y USS Cachalot; los cuatro portahidroaviones USS Tangier, USS Avocet, USS Swan y USS Curtiss; el cañonero USS Sacramento; los dos petroleros USS Neosho y USS Ramapo; los cuatro buques auxiliares USS Sumner, USS Castor, USS Solace y USS Argonne; los tres buques de reparación USS Vestal, USS Medusa y USS Rigal; y las tres gabarras USS Dobbin, USS Thornton, USS Hulbert, USS Pellas y USS Whitney.

A las unidades navales de la Flota Estadounidense hubo que añadir un personal militar de 43.000 efectivos entre soldados y marineros, la mayoría pertenecientes a las 24ª y 25ª Divisiones de Infantería «Taro» y «Tropic Lightning» del Ejércitos Estadounidense, así como 1.107 piezas de artillería antiaérea (de las que dieciséis eran de 76 milímetros repartidas en doce baterías) y 26 cañones antibuque que según su calibre fueron cuatro bocas de 406 milímetros, dos de 305 milímetros, ocho de 203 milímetros y doce de 155 milímetros. Respecto a la aviación el arsenal incluyó 390 aviones de diversos tipos entre cazas P-40 Warhawk y P-39 Aircobra, bombarderos B-17, torpederos Vindicator, transportes C-47 Dakota e hidroaviones PBY Catalina.

Ataque a Pearl Harbor

A 275 millas náuticas de la Isla de Oahu, a 261º latitud norte y 158º de longitud oeste, la Flota Combinada Japonesa echó anclas próxima a las Islas Hawaii Hawaii en el tránsito de la medianoche del 6 al 7 de Diciembre de 1941. A mitad de la madrugada, los pilotos recién levantados rezaron sus últimas oraciones en los altares de las divinidades y se ataron a la cabeza el pañuelo de los rayos solares «Hachimaki», mientras en el trinquete del portaaviones Akagi los señalizadores izaban la insignia original del almirante Heihachirô Tôgô que 36 años antes, el 21 de Mayo de 1905, había ondeando durante la victoria contra Rusia en la Batalla de Tsushima librada dentro del contexto de la Guerra Ruso-Japonesa. Acto seguido los aviadores subieron a las cubiertas y bebieron sake de arroz, antes de acomodarse en los asientos de sus aparatos y encender las motores. Así fue como a las 6:00 horas los 214 aviones de la primera oleada al mando del oficial Mitsuo Fuchida fueron despegando uno a uno delante de cientos de marineros alineados sobre las pistas que con los brazos les ovacionaban al grito de «¡Banzai, banzai!», hasta que al cabo de unos minutos, a las 6:15, los 43 cazas Zero, los 51 bombarderos en picado Aichi Val y los 120 torpederos Nakajima B5N desaparecieron en el horizonte justo al aparecer las primeras luces del amanecer del Sol Naciente.

Caza Zero despegando del portaaviones Akagi al amanecer del 7 de Diciembre de 1941. Fragmento del film Tora, Tora, Tora!

Simultáneamente al viaje de los 214 aviones del capitán Mitsuo Fuchida, al sur de la Isla de Oahu emergieron los cinco submarinos I-16, I-18, I-20, I-22 e I-24 de la Unidad Especial de Ataque al mando del capitán Sasaki Hankyu y el teniente Naoji Iwasa, los cuales desengancharon a los cinco minisubmarinos de bolsillo Ha-16, Ha-18, Ha-19, Ha-20 y Ha-22 que apenas tardaron en hacer su aparición en la Bahía de Mâmala con la intención de acceder al canal y navegar sumergidos hasta la Laguna de Pearl Harbor. Sin embargo la operación no salió como se esperaba porque el destructor USS Ward avistó a las 6:45 horas un periscopio y por tanto disparó un fogonazo con su cañón mediante el que hundió a los dos minisubmarinos nipones Ha-19 y Ha-20. Similar destino sufrieron los demás pequeños sumergibles porque el Ha-16 desapareció para siempre a causa de una avería, el Ha-18 fue destruido por patrulleras en la Laguna de Keehi y el Ha-22 fue echado a pique por las cargas de profundidad de los dragaminas USS Zane y USS Perry, siendo hecho prisionero el oficial naval Kazuo Samaki, primer cautivo japonés de la Segunda Guerra Mundial que atrapó el soldado hawaiino David Akui. Sorprendentemente y pese a la gravedad de aquellos incidentes, hasta las 7:12 horas de la mañana nadie advirtió de la presencia de extraños minisubmarinos de origen desconocido al almirante Husband Kimmel, quién en aquellos instantes se encontraba divirtiéndose en el Club de Golf.

En Washington D.C., concretamente en la Estación de Bainbridge Island, los descifradores de las Fuerzas Armadas Estadounidenses consiguieron desencriptar gracias al «Código Púrpura» algunos de los mensajes de la embajada de Japón, en los que se ordenaba al embajador Kishisaburô Nomura a lo largo de una nota de catorce párrafos y 5.000 palabras que las negociaciones se habían definitivamente roto y de que se procediese a destruir todas las claves y documentos secretos. Esto fue una manera de aparentar que los japoneses dejaban intuir que iban a atacar para evitar en el futuro ser sancionados por el Tribunal de Haya por el cargo de Crímenes contra la Paz, aunque cometieron el error de tardar 35 minutos en descodificar su propia notificación debido a su complejidad, ya que los norteamericanos se les adelantaron e incluso la tradujeron a las 7:30 horas en Pearl Harbor (13:00 horas en la Costa Este), avisando al almirante Harold Stark en el Ministerio de Marina. Desgraciadamente por una serie de lentos procedimientos burocráticos y porque tampoco se pudo localizar al Secretario de Estado Cordell Hull, nadie avisó a la Flota Americana del Pacífico hasta 105 minutos más tarde, ya empezado el ataque sobre las Islas Hawaii.

Otra de las negligencias cometidas por Estados Unidos en los momentos previos al ataque sobre Pearl Harbor, fue cuando a las 7:40 horas la estación de radar de Opana situada en Punta Kuhaku detectó a una gran concentración de aviones moviéndose sobre la pantalla a 132 millas de distancia. Inmediatamente el soldado de segunda clase George Elliot y su compañero Joseph Lockard, informaron al Centro de Defensa Aérea de Fort Shafter acerca de su descubrimiento, pero a la primera llamada nadie les atendió porque estaban desayunando y a la segunda el oficial Kermit Tyler les tranquilizó asegurándoles que se trataba de un grupo de seis bombarderos norteamericanos B-17 procedentes de California, tal y como les manifestó con la siguiente afirmación: «Forget It! (¡Olvídalo!)». Al poco tiempo, justo al sobrevolar los primeros aviones el norte de la Isla de Oahu por Haleiwa, una avioneta civil a bordo de la cual viajaban el abogado Roy Vitousek y su hijo Martin Vitousek fue disparada y ahuyentada por un caza Zero, por lo que creyendo que se trataba de aviones propios, al aterrizar los dos tripulantes formalizaron una queja a la Fuerza Aérea Estadounidense diciendo «¿Ha visto que locos? Deben estar borrachos. ¡Practican con munición de guerra!».

Torpederos japoneses Nakajima B5N sobrevuelan las selvas de la Isla de Oahu. Fotografía del film Pearl Harbor del año 2001.

A las 7:45 horas la primera oleada del capitán Mitsuo Fuchida ya volaba por encima de la Isla de Oahu, haciéndolo los cazas Zero sobre el valle paralelo a los Montes Ko’olau, los bombarderos en picado Aichi Val sobre los volcanes cubiertos de selva de los Montes Waiane y los torpederos bordeando la costa occidental para luego torcer hacia el este desde la Punta Barbers. Al cabo de cinco minutos, a las 7:50 horas, los aviones avistaron la Laguna de Pearl Harbor ante la mirada pasiva de marineros y oficiales, algunos de los cuales llegaron a saludar a los aparatos pensando que eran de la Fuerza Aérea Estadounidense. De hecho un enfermero del acorazado USS California dijo a un compañero: «¡Ven a verlos! ¡Un portaaviones ruso ha venido de visita y llegan aeroplanos con discos rojos bajo las alas!» (confundiendo el Sol Naciente con la estrella roja de la URSS). Gracias a este factor sorpresa absoluto y con la Flota Americana del Pacífico totalmente desprevenida, a las 7:55 horas en las Islas Hawaii, 13:40 del mediodía en Washington y 19:00 de la tarde en Londres, la aviación embarcada japonesa recibió la señal de ataque que se haría popularmente famosa por las tres palabras icónicas de «Tora, Tora, Tora» (Tigre, Tigre, Tigre)».

A las 7:55 horas de la mañana del domingo 7 de Diciembre de 1941, los aviones japoneses del capitán Mitsuo Fuchida soltaron las primeras bombas y torpedos sobre la Flota Americana del Pacífico anclada en la Laguna de Pearl Harbor. Cogidos totalmente por sorpresa, los marineros y empleados de servicio en el puerto fueron testigos de como las balas silbaban hacia ellos y como algunas de las embarcaciones eran sacudidas por las detonaciones. A los pocos de segundos de comenzar el ataque, muchos de los militares que todavía estaban medio borrachos y con resaca de la noche anterior, fueron bruscamente despertados por el tronido lejano de las explosiones y el aullido de las alarmas, así como los megáfonos que anunciaban zafarrancho de combate y avisaban «¡Ataque aéreo, no es un simulacro!».

Mientras la Flota Americana del Pacífico comenzaba a ser castigada en Pearl Harbor, la aviación japonesa se desplegó sobre otros puntos de la Isla de Oahu, bombardeando los Aeródromos de Wheeler, Hickham, Ewa, Kaneohe, Bellow y Ford, donde fueron destruidos hangares, torres de control, barracones del personal y otras infraestructuras, además de ser ametrallados varios pilotos en tierra. Mucho peor fue el destino de los aviones alineados sobre las pistas, pues en cuanto una bomba o bala alcanzaba a uno de los aparatos, todos comenzaban a explosionar en hilera hasta ser convertidos en chatarra y dejar todo el asfalto cubierto de gasolina ardiendo. Apenas los soldados que defendían las instalaciones pudieron hacer nada al estar muchos de los cañones antiaéreos cubiertos con lonas y sin munición, lo que condujo a actos de auténtica desesperación como el de un miembro del Cuerpo de Marines que inútilmente disparó su pistola contra el caza Zero pilotado por el teniente Yoscio Sciga. Ante esta falta de respuesta por parte de los atacados, los japoneses pulverizaron impunemente más de un centenar de aviones estadounidenses, entre estos un bombardero cuatrimotor B-17 cuando se disponía a aterrizar procedente de California, aunque por lo menos su compañero, otro B-17, se vengó desde su ametralladora trasera derribando a un interceptor Zero.

A medida que avanzaba la mañana sobre la Laguna de Pearl Harbor, cinco torpederos Nakajima B5N encajaron cinco artefactos bajo la línea de flotación del acorazado USS Oklahoma. Nada más absorber los impactos e ingresar miles de toneladas de agua, la nave empezó a zozobrar mientras la cubierta era ametrallada por cazas Zero y cientos de marineros se arrojaban por la borda. Lamentablemente todo transcurrió tan rápido que finalmente el buque volcó con decenas de hombres pereciendo aplastados y ahogados por toneladas de acero. De hecho pronto el navío se dio por completo la vuelta del revés y se hundió con la panza y las hélices sobresaliendo de la superficie, pereciendo en el hundimiento un total 429 marineros.

El acorazado USS Arizona que se encontraba anclado entre el Islote de Ford y el buque de reparaciones USS Vestal, fue el siguiente objetivo tras recibir el impacto menor de torpedo lanzado por un torpedero Nakajima B5N. Sin embargo el blanco mortal fue el de un bombardero en picado Aichi Val que después de soltar una bomba a gran altura el artefacto descendió en vertical hasta atravesar el blindaje de la cubierta de proa, traspasar la sala de cocinas y detonar sobre el polvorín de municiones. Lo que a continuación se produjo fue una inmensa explosión que desencajó la Torre Nº4 matando a todo su personal, incluyendo al contralmirante Isaac Kidd, antes de partirse en el barco en dos trozos y hundirse cada sección bajo el agua, perdiendo la vida un total de 1.103 tripulantes.

Explosión en dos mitades del acorazado estadounidense USS Arizona. Imagen del film Pearl Harbor.

Al extremo sur del Islote de Ford, la aviación japonesa alcanzó con dos torpedos y una bomba de 250 kilogramos que al acorazado USS California que debido a una detonación en su santabárbara, rápidamente se incendió y se hundió muriendo algo más de un centenar de marineros. Algo más al noreste, los aviones atacaron al acorazado USS West Virginia que apenas pudo defenderse, salvo por la excepción de cocinero afroamericano Doris Miller, quién sin haber manejado nunca un arma derribó con una ametralladora a dos aparatos japoneses, siendo condecorado posteriormente con la Cruz de la Marina (el primer negro en conseguirla). Lamentablemente aquella heroica acción no salvó al USS West Virginia que fue agujerado por tres torpedos bajo la línea de flotación y presa de las llamas hasta hundirse, pereciendo 105 miembros de la tripulación.

Tampoco se salvó del bombardeo la ciudad de Pearl City, pues confundiendo la zona con un acuartelamiento militar, los aviones japoneses soltaron sus bombas y ametrallaron a la población hawaiina, además de producirse graves casos de «fuego amigo» por culpa de los errores de tiro de las baterías antiaéreas contra las viviendas de los civiles e incluso contra la capital de Honolulú. Durante estos incidentes que acabaron con el derrumbe de varias casas y daños en edificios, perdieron la vida un total de 68 ciudadanos no combatientes, entre estos una niña de tan sólo tres meses, Janet Ohta, la víctima más pequeña del ataque que había nacido en Septiembre de 1941. De hecho el almirante Husband Kimmel que acababa abandonar el Club de Golf, milagrosamente salió ileso después de ser alcanzado en el pecho por el rebote de un casco de granada que no le generó ningún daño.

Ataque de un caza japonés Zero a aviones norteamericanos P-40 Warhawk aparcados en algún aeródromo de la Isla de Oahu. Imagen del film Tora, Tora, Tora!.

Justo después de pasar por encima los aviones sobre Pearl City, seis torpederos Nakajima B5N accedieron al norte de la Laguna de Pearl Harbor, atacando a otros grandes buques entre los que estaban el acorazado USS Utah al que volcaron y hundieron con dos artefactos encajado en la quilla y mataron a 52 de sus marineros. Acto seguido también impactaron con un torpedo que inundó y semihundió los compartimentos del crucero USS Raleigh, afortunadamente sin registrarse víctimas mortales a bordo porque fueron evacuados a tiempo; aunque menos suerte tuvo el dragaminas USS Ogala que se fue a pique a manos de un torpedero Nakajima B5N. Una vez llevado a cabo este último raid, a las 8:25 horas, se retiró de la Isla de Oahu la primera oleada después de que el capitán Mitsuo Fuchida transmitiera eufórico al almirante Isoroku Yamamoto el siguiente mensaje: «Misión cumplida».

Muy lejos de las Islas Hawaii, en Washington D.C., la transcripción del mensaje a la embajada de Japón que habían decodificado los expertos a través del «Código Púrpura», fue entregada al Presidente Franklin Delano Roosevelt en la Casa Blanca. De este modo en cuanto se presentaron los diplomáticos nipones Saburô Kurusu y Kichisaburô Nomura ante el Secretario de Estado Cordell Hull para entregarle al declaración oficial de guerra, el norteamericano que ya estaba al tanto de todo antes que los propios japoneses y a sabiendas de que el ataque sobre Pearl Harbor estaba en marcha desde hacía casi una hora, les despachó furioso con la siguiente frase: «En mis cincuenta años de servicio público, nunca había visto un documento más lleno de falsedad, infame y mentiras».

En torno a las 8:54 horas de la mañana de aquel 7 de Diciembre, apareció la segunda oleada sobre Pearl Harbor conformada por 170 aviones entre 36 cazas Zero, 54 torpederos Nakajima B5N y 80 bombarderos en picado Aichi Val al mando del oficial Shigekazu Shimakazi. La primera víctima fue el acorazado USS Tennessee, que ya dañado por los incendios cercanos del acorazado USS West Virginia, fue alcanzado por una bomba que atravesó su blindaje de 130 milímetros y destruyó su torre, dejando hundida y fuera de combate completamente a la nave. Acto seguido los aparatos hundieron mediante una certera explosión en los pañoles al destructor USS Shaw, además de destruir totalmente en su dique al destructor USS Cassin, cuyo incendió se extendió al otro destructor USS Downes hasta quedar los dos consumidos por las llamas. También el buque de reparaciones USS Vestal se fue a pique al verse afectado y chamuscado por las llamas próximas del acorazado USS Arizona, mientras que el portahidroaviones USS Curtiss fue abandonado por su tripulación y hundido con 19 muertos a bordo.

Destrucción de la Flota Americana del Pacífico a manos de la aviación japonesa en la Laguna de Pearl Harbor. Imagen del film Pearl Harbor.

No todos los buques de la Flota Americana del Pacífico resultaron hundidos por la aviación japonesa en la Laguna de Pearl Harbor, aunque los que sobrevivieron encajaron una gran cantidad de daños que en muchos casos les dejaron inoperativos durante meses. Por ejemplo el acorazado USS Pennsylvania en dique seco recibió una bomba que le causó 18 muertos y graves destrozos en su infraestructura, como también le ocurrió al acorazado USS Maryland que fue el blanco de dos artefactos con 4 víctimas mortales. De igual manera un torpedo lanzado por un Nakajima B5N dejó fuera de combate inundó las calderas del crucero USS Helena con 20 muertos, lo mismo que en menor medida le sucedió al crucero USS Honolulú.

Sorprendentemente algunos aviones de la Fuerza Aérea Estadounidense consiguieron despegar durante la segunda oleada de ataque a Pearl Harbor, fracasando la mayoría porque los pilotos Hans Christiansen, George Whiteman, Gordon Sterling y John Dains perdieron la vida tras ser abatidos, mientras que el aviador Samuel Bishop consiguió sobrevivir sin anotarse ninguna presa. Lo mismo les ocurrió a los aviadores de 18 bombarderos en picado Dauntless SBD Douglas procedentes del portaaviones USS Enterprise que estaba realizando el viaje de vuelta desde la Isla de Wake, pues cinco resultaron destruidos en el aire o al tomar tierra. Más suerte tuvieron dos pilotos de viejos cazas P-36 Hawk, en concreto Philip Rasmussen y Harry Brown, ya que el primero derribó a un interceptor Zero y el segundo a un torpedero Nakajima B5N. Sin embargo la mayor proeza la cosecharon los tenientes Kenneth Taylor y George Welsh que volando coordinadamente dos cazas P-40 Warhawk abatieron a siete aviones japoneses sobre la Isla de Oahu.

La última acción sobre la Laguna de Pearl Harbor la protagonizó el acorazado USS Nevada cuando tras encender las máquinas navegó hacia el canal con la finalidad de salir al Océano Pacífico. Lamentablemente como una formación de bombarderos en picado Aichi Val le acosó desde el aire, la nave tuvo que modificar el rumbo a toda prisa para evitar ser echada a pique en medio del río, lo que dejaría completamente bloqueada la base, por lo que acto seguido efectuó un brusco viraje de timón hacia la orilla occidental del Islote de Ford. Desgraciadamente el buque no pudo evitar ser impactado por cinco bombas y un torpedo que le dejaron ardiendo y precipitaron su evacuación con los marineros saltando por la borda, hasta que finalmente el USS Nevada encalló en la playa y quedó totalmente fuera de combate, contabilizándose 60 muertos entre la tripulación.

Cazas Zero, bombarderos en picado Aichi Val y torpederos Nakajima B5N sobre Pearl Harbor. Imagen del film Tora, Tora, Tora!.

A las 10:40 horas de la mañana del 7 de Diciembre de 1941 concluyó la segunda oleada del ataque sobre Pearl Harbor. Una vez los aparatos regresaron de vuelta a los portaaviones de la Flota Combinada Japonesa, el capitán Mitsuo Fuchida se ofreció para lanzar la tercera oleada a sabiendas de que la necesidad de incendiar los depósitos de combustible de la Compañía Farm Tank que dejarían inmovilizada a la Flota Americana del Pacífico. Sin embargo y contra el criterio de muchos, el vicealmirante Chuichi Nagumo, mucho más precavido y temiéndose algún ataque de submarinos bajo el agua, optó por considerar terminada la batalla y poner rumbo al noreste para regresar a Japón.

Consecuencias

En Estados Unidos a las 14:26 horas de Washington D.C., la radio transmitía el partido de béisbol entre los equipos Dodger y Gigants de Nueva York, cuando de repente un locutor interrumpió la programación para anunciar una la siguiente noticia: «Excusadme amigos. Me dicen que en este momento los japoneses están bombardeando Pearl Harbor. No tengo más detalles. Sólo se sabe que bombardean nuestros barcos. Deseo que no sea verdad». A no mucha distancia del encuentro deportivo, en el Teatro Carnegie Hall donde se tocaba la Sinfonía Nº1 de Dimitro Sostakovich que reproducida el compositor Arthur Rodzinsky, hubo de paralizarse la melodía al confirmarse lo peor: «Los japoneses atacan Pearl Harbor». Mientras tanto al otro lado del Océano Atlántico, a las 21:00 horas de la noche en la franja horaria del Reino Unido, el Primer Ministro Winston Churchill, que casualmente cenaba con el embajador estadounidense John Winant y el agregado militar Averell Harriman, se sobresaltaron en cuanto irrumpió en la sala el mayordomo Frank Sawyer y encendió la emisora para enterarse todos los presentes de que Norteamérica acababa de ser atacada por Japón. Incluso desde Alemania, el Ministro de Asuntos Exteriores Joachim Von Ribbentrop telefoneó emocionado a Italia para despertar al Ministro de Asuntos Exteriores Galeazzo Ciano y comunicarle de que había sido destruida la Flota Americana del Pacífico.

Al día siguiente del ataque a Pearl Harbor que sería recordado como el «Día de la Infamia», el 8 de Diciembre de 1941, el Presidente Franklin Delano Roosevelt habló desde la tribuna del Congreso para leer la declaración de guerra a Japón con las siguientes palabras: Ayer, 7 de Diciembre de 1941, los Estados Unidos de América fueron repentina y deliberadamente atacados por fuerzas navales y aéreas del Imperio de Japón. Es evidente que la planificación del ataque comenzó hace ya muchas semanas. Durante todo ese tiempo el gobierno japonés ha tratado deliberadamente de engañar a los Estados Unidos con falsas declaraciones y expresiones de esperanza sobre el mantenimiento de la paz. El ataque ayer a las Islas de Hawaii ha causado graves daños a las fuerzas armadas norteamericanas; lamento comunicarles que se han perdido las vidas de más de 2.000 ciudadanos norteamericanos. Por eso, aunque nos cueste mucho superar esta premeditada invasión, el pueblo americano, utilizando justificadamente su poderío, conseguirá al final la victoria absoluta. Debido a este ataque ruin y no provocado de Japón, solicito al Congreso que declare el Estado de Guerra.

Estados Unidos entró en la Segunda Guerra Mundial habiendo encajado una catastrófica derrota militar con la destrucción de gran parte de la Flota Americana del Pacífico. Aunque milagrosamente se salvaron los tres portaaviones USS Enterprise, USS Lexington y USS Saratoga que por mera causalidad no se encontraban en Pearl Harbor, así como la base de submarinos y los depósitos de combustible que permanecieron intactos al no lanzarse la tercera oleada prevista por el vicealmirante Chuichi Nagumo, el resultado fue desalentador porque se perdió a casi la totalidad de la escuadra de acorazados, a más de la mitad de la aviación y a otro tipo de embarcaciones, sin contar los daños sobre las instalaciones y las bajas entre el personal naval. Como consecuencia de este desastre sin paliativos, la Marina Imperial Japonesa adquiriría de forma instantánea el dominio absoluto del Océano Pacífico y por tanto una impunidad absoluta que permitió al Imperio Japonés expandirse sobre un vasto espacio sobre el Sudeste Asiático y Oceanía.

Los Estados Unidos sufrieron 3.650 bajas entre 2.403 muertos sumando 2.335 militares (2.008 marineros, 218 soldados y 109 marines) y 68 civiles, así como 1.247 heridos. Respecto al ámbito naval fueron hundidos o destruidos un total de 11 navíos entre los que estaban los seis acorazados USS Arizona, USS Oklahoma, USS California, USS West Virginia, USS Nevada y USS Utah, el crucero USS Releigh, los tres destructores USS Shaw, USS Cassin y USS Downes, el dragaminas USS Ogala y el buque de reparaciones USS Vestal; además de resultar dañadas otras siete naves contando a los tres acorazados USS Tennessee, USS Maryland y USS Pennsylvania, los tres cruceros USS Raleigh, USS Helena y USS Honolulú, y el portahidroaviones USS Curtiss. En el caso de la aviación, resultaron pulverizados 191 aviones entre 188 militares y 3 civiles, sin obviar con que quedaron averiados o fuera de servicio otros 159 aparatos.

El Imperio Japonés sufrió el derribo de 29 aviones (9 cazas, 15 bombarderos en picado y 5 torpederos) y el hundimiento de 5 minisubmarinos, ascendiendo las víctimas mortales a 65 muertos entre 55 pilotos y 9 marineros, más un prisionero.

Fotografía en el siglo XXI sobre el Memorial al Acorazado USS Arizona en Pearl Harbor.

A diferencia de las naciones del bando de los Aliados la noticia del ataque a Pearl Harbor fue celebrada por todo lo alto en Japón y también en las demás potencias del Eje. Por ejemplo al cabo de cuatro días, el 11 de Diciembre de 1941, en Alemania el Canciller Adolf Hitler anunció ante una multitud entusiasmada desde el Parlamento (Reichstag) de Berlín que unía el destino del pueblo alemán al del Imperio Japonés, declarando la guerra a Estados Unidos. De igual manera en Roma, Benito Mussolini congregó a sus escuadristas de los Camisas Negras en la Plaza Venezia para romper hostilidades con Norteamérica mientras sus admiradores gritaban «¡Duce, Duce…!». Solamente el autor del raid contra las Islas Hawaii, el almirante Yamamoto que había vivido en Estados Unidos y conocía muy bien el potencial humano e industrial de su rival, a diferencia de sus compañeros se mostró muy pesimista al pronunciar con una actitud lúgubre la siguiente afirmación: «Me temo que hemos despertado a un gigante dormido y le hemos obligado a tomar una terrible resolución».

Con la entrada de Japón y Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, la contienda se globalizó sobre toda la Tierra, peleándose desde las frías aguas del Ártico hasta los arrecifes de las Islas Salomón y desde las arenas de África hasta el corazón de la Vieja Europa. La apertura del conocido como Frente del Pacífico, también denominado «Guerra del Pacífico», implicó que las operaciones bélicas se extendieran a China, el Sudeste Asiático y Oceanía, además de movilizar a toda América desde Canadá hasta Brasil, dejando sobre aquel vasto escenario un saldo de 35 millones de muertes hasta su conclusión en el año 1945.

 

Bibliografía:

-Pablo Guerrero, Ascenso y Ocaso de la Kido Butai, «Ataque a Pearl Harbor», HRM Ediciones (2024), p.229-259
-Editores de S.A.R.P.E., Crónica Política y Militar de la Segunda Guerra Mundial, «Alba de fuego en Pearl Harbor», S.A.R.P.E. (1978), p.662-682
-Donald Macintyre, Pearl Harbor: El Ataque, Así fue la Segunda Guerra Mundial Volumen 29, Noguer (1972), p.312-320
-Derrick Wright, Pacific Victory, «A New Sun Rising», Sutton (2005), p.1-7
-Winston Churchill, La II Guerra Mundial Volumen 2, El triunfo y la tragedia, «¡Pearl Harbor!», Planeta Deagostini (1959), p.501-512
-Jacques Pirenne, Historia Universal, «Japón ataca a Estados Unidos e Inglaterra», Exito (1961) p.345-346